jueves, 3 de noviembre de 2016

Noaj 5777

Los rabinos de la UJCL escriben sobre la Parashá de la semana

Rabino Daniel Kripper
Beth Israel Aruba

Desde tiempos inmemoriales hasta el más reciente film Noah, el episodio del Diluvio y la escena del Arca de Noé ha cautivado a generaciones, y a las diferentes edades. Los niños se maravillan con la galería de animales que encontraron refugio junto  a Noé y su familia,  y los grandes no dejan de impresionarse frente a un capítulo bíblico emblemático en la evolución de la especie humana.

Más allá de las consideraciones de nuestros sabios acerca del carácter y méritos de Noah como hombre justo, si su conducta fue irreprochable en medio de la degradación de su generación, o si hubiera sobresalido igual por su integridad en cualquier otro tiempo, su figura se agiganta sin duda en el contexto de una situación caótica y fuera de control generalizada en el plano de la ética y la moralidad.

Es posible que las diferentes  interpretaciones sean correctas, y que reflejan la significación de los logros de Noé en su tiempo.  La imagen de la nave flotando sobre las aguas del Diluvio, preservando las vidas de seres humanos y animales de la desaparición, cobra un sentido y reverberación en el mundo actual como nunca en el pasado. La preocupación y el desvelo actuales por el tema ecológico, y la contaminación ambiental  a raíz de la quiebra del equilibrio entre el ser humano y el mundo natural y sus seres vivientes nos representa al Diluvio universal más como tremenda alegoría de advertencia que como cuento de niños.

De cualquier manera, hay un dejo de crítica en la percepción rabínica respecto de la rectitud absoluta de Noah por encima de sus contemporáneos, y no queda claro a qué se debe la misma.

Tal vez la clave se encuentre en la descripción que se narra de nuestro héroe en este episodio: “con Dios se encaminó Noah”. Esta referencia contrasta con otro pasaje según el cual Dios le dice a Abraham: ¡“Encamínate delante de Mi y sé integro”! Algunos comentaristas se cuestionan sobre la diferencia entre “andar con Dios” y “andar delante de Dios”. Parecería que se trata de expresiones equivalentes.

Una explicación lo asemeja a un rey que tenía dos hijos. Al más joven le dijo: “Toma mi mano y camina conmigo”. Al mayor le dijo: “anda delante de mí”.

Según esta interpretación, la metáfora refiere a dos modos de encarar la religión y la relación con lo divino. El primero refleja una vida moldeada por tradiciones y costumbres heredadas, que son la fuente de fortaleza para sentirse “de la mano de Dios”. Este tipo de personas son las que preservan el acerbo tradicional, atrayendo y acogiendo a muchos otros en su arca personal.

El otro tipo es el pionero del mundo espiritual, tal como Abrahám, en búsqueda de nuevas direcciones, confrontando nuevas realidades y explorando nuevas posibilidades religiosas; “andando delante de Dios” podría entenderse  como adelantado de un camino no recorrido aun, desplegando así su intrínseca libertad humana.

¿Acaso no precisamos de ambos prototipos? Noah el tradicionalista por excelencia, y Abraham el osado renovador? Pues en la tensión entre ambos está el secreto de una filosofía religiosa de moderación, que nuestro tan radicalizado mundo tanto necesita.

Rabino Daniel Kripper

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