viernes, 18 de noviembre de 2016

Vayerá 5777

Los Rabinos de la UJCL escriben sobre la Parashá de la semana

Rabino Guido Cohen
Asociación Israelita Montefiore
Bogota, Colombia

Parashat Vayerá contiene, entre otros relatos, la historia de la expulsión de Hagar y su hijo Ishmael, quienes a instancias de Sara deben abandonar para siempre el hogar de Abraham. Relato poderoso y conmovedor como pocos, el texto nos muestra a Abraham obedeciendo ciegamente a su esposa y a Dios para ‘sacrificar’ a su hijo mayor. Sólo algunas líneas más tarde, Abraham va a volver a obedecer sin cuestionar un mandato, que le implica sacrficiar su vínculo con su hijo y casi sacrificar la propia existencia del joven Itzjak.

Es interesante que Sara, que algunos capítulos atrás había visto en Hagar la posibilidad de ‘edificarse’ y de ser madre, ve ahora a ‘la sirvienta esta’ o a ‘Hagar la egipcia’ en la misma persona. Cuando Sara necesitaba de Hagar, esta era quien podía aproximarla al sueño de la maternidad, una aliada leal y generosa. Pero cuando ella tuvo a su hijo biológico, entonces Hagar pasó a ser un personaje que debía ser marginado. Y con Hagar, el pequeño Ishmael, quien tuvo que dejar por siempre el campamento de Abraham para asentarse en la península arábiga.

Si imaginamos al relato bíblico como si fuera una película, puede resultar interesante la elección del director. Podríamos imaginar que una vez marginados Hagar e Ishmael, el director va a seguir narrándonos lo que sucede en casa de Abraham. Y sin embargo, la cámara sigue a Ishmael y a Hagar al desierto, a ver que les sucede. Aquello que ni Abraham ni Sara eligen hacer, lo hace el redactor del texto. Dios, director de la trama del drama bíblico, elige no quedarse con Abraham viendo lo que sucede allí luego de expulsar a Ishmael, sino que elige ir con Ishmael. Mientras Abraham madruga para mostrarles el camino de salida, Dios elige viajar con ellos por el desierto. 

Desde una perspectiva crítica, la capidad de Dios de ir con Ishmael al desierto es una típica característica del Dios omnipresente de Israel. Muy a menudo entendemos el monoteísmo bíblico como si fuera una cuestión matemática (no tenemos muchos, tenemos uno), pero perdemos de vista que la omnipresencia es quizá aún más revolucionaria que la unicidad de Dios. En esa época, los dioses no tenían ‘roaming’. Cuando uno salía de la zona de cobertura, estaba librado a la buena del dios que gobernara más allá de la frontera. Mientras uno estuviera adentro, su dios lo protegía. Si uno se iba, tenía que buscar algún otro dios que lo ayude. Y si le tocaba deambular por el desierto, pues que se fije cómo iba a sobrevivir. El Dios de Abraham ya ha mostrado que puede actuar en Haran tanto como en Egipto. No es un Dios que está limitado por geografías ni circunstancias. Es un Dios que tiene ‘cobertura global’. Y eso, es definitivamente revolucionario para la época.

Volviendo entonces a nuestra ‘película’, Dios sale al desierto con Hagar e Ishmael. No sólo que los acompaña, sino que elige consolarlos y darles agua cuando están a punto de morir de sed. Tenemos aquí otra gran innovación de la teología judía. Este Dios no es el Dios de los faraones ni de los reyes. No es el Dios de los poderosos, sino de los marginados. Eso no implica que no sea también el Dios de los reyes y grandes héroes. Pero si hay un niño muriendo de sed, este Dios no tiene dudas de dónde debe estar su atención. Abraham y Sara pueden haberle dado la espalda a Ishmael y Hagar, pero Dios está con ellos ‘ba asher hu sham’, en donde ellos estén.

La capacidad de estar con quien lo necesita  no es sólo una virtud divina sino que es una cualidad a imitar por los seres humanos. La elección de Dios de estar con el débil, con el marginado, no es sólo un atributo celestial, sino que se transforma según el mensaje profético en un deber humano. Ser humano es en cierto modo, intentar ser un poco más que humano, aspirar a desarrollar las virtudes más elevadas. La decisión de Dios, de continuar con Ishmael y con Hagar luego de su expulsión nos enseña a nosotros en donde debemos ‘poner el foco’, hacia donde debe mirar la lente de nuestra cámara.

Que la lectura de Vayerá nos inspire a estar más atentos a los Ishmael y Hagar que están a nuestro alrededor, para que no los veamos partir sino que podamos estar allí tendiendo nuestro brazo que es la herramienta que Dios tiene para hacerse visible a ellos en nuestros días.

Shabbat Shalom
Rab Guido Cohen

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