jueves, 2 de junio de 2011

Nasó 5771

Los Rabinos de la UJCL escriben sobre la parashá de la semana

Rabino Rami Pavolotzky
Congregación B’nei Israel, Costa Rica



Ser diferentes es una bendición

En la parasha de esta semana aparece bircat cohanim, la bendición sacerdotal, con la cual los sacerdotes, o cohanim, debían bendecir al pueblo. El texto de esta famosa bendición dice así: "El Eterno te bendiga y te guarde. Que el Eterno haga resplandecer tu rostro y te dé Su merced. Que el Eterno alce Su faz sobre ti y te dé paz”. (Números 6:24-26).

Cuando todavía existía el Templo de Jerusalem, los sacerdotes utilizaban esta fórmula en ciertas ocasiones especiales. Después de destruido el Templo, se desarrollaron diferentes tradiciones con respecto al momento y la forma en que debe recitarse esta bendición. La costumbre ashkenazi actual es que en la diáspora solamente se pronuncia en las fiestas, mientras que en Israel se lo hace a diario. 

Para aquellos que nunca lo han visto, les cuento es un ritual muy atractivo: los cohanim que están presentes en la sinagoga, en un momento particular del rezo, salen del salón principal, y con ayuda de los leviim presentes se lavan sus manos. Luego vuelven a entrar, se descalzan y pasan al frente de la sinagoga. Una vez allí cubren sus cabezas con sus talitot y pronuncian la bendición con un cántico especial, haciendo movimientos con sus cuerpos. Es algo bonito de ver.


Como muchos de ustedes saben, la bendición sacerdotal ocupa un lugar destacado en la liturgia judía. Además, se la utiliza para bendecir a un bar o bat mitzva, para bendecir a una pareja que se está casando, y también es la frase que los padres les dicen a sus hijos antes del kidush en la casa, los viernes en la noche. Es una bendición a la cual el pueblo judío le tiene mucho cariño y que todos desean recibir.

Con respecto a esta bendición, el Talmud trae una discusión de lo más simpática (Babli Sota 38b). Se preguntan los sabios qué se debe hacer en una sinagoga en la cual todos son cohanim, todos son sacerdotes. La pregunta es razonable, ya que si todos los cohanim presentes se levantaran para dar la bendición, entonces no quedaría nadie en la sinagoga para recibirla… y ¡¿cuál sería entonces el sentido de la bendición?!

No es mi intención aquí detenerme en esta discusión entre los sabios, sino que prestemos atención al tipo de problema que se está planteando. En principio, más bien parecería ser una situación ideal: en un momento de tanta santidad e intensidad religiosa, como es el de la bendición sacerdotal, la sinagoga está repleta de sacerdotes… ¿qué más se puede pedir? Sin embargo, lo que parece tan sublime, es en realidad un problema, ya que como mencioné recién, nadie puede recibir la bendición.

Quizás la dificultad de una sinagoga en la cual todos son sacerdotes, radica justamente en que todas las personas son iguales, que no hay diferencias. Una de las mayores riquezas que puede tener una sinagoga es justamente el saber valorar las diferencias de su gente. Hay muchos roles distintos en una sinagoga, que cuando se van ocupando hacen que el lugar crezca en originalidad y vitalidad. Siempre hay alguien que es visto como el “que sabe mucho” y otro que “nunca sabe nada”. Está el que canta como un ángel y aquel que desafina sin remedio. El que llega antes que todos y el que siempre llega tarde. El especialista en criticar todo lo que se hace y el que siempre está dispuesto a colaborar en lo que sea. El que no falta nunca y el que aparece una vez al año. El que se viste siempre en forma elegante y aquel otro que nunca se termina de arreglar. El que reza con devoción y el que se aburre enseguida y busca alguien con quien hablar.

En fin, cuando todos estos roles se van ocupando y son fácilmente reconocibles, una sinagoga se vuelve mucho más rica, adquiere una potencia creativa mucho mayor. En cambio, cuando todos los congregantes “son iguales”, el asunto se pone tan aburrido que termina dando problemas.

La bendición sacerdotal, y en general la vida comunitaria judía, solo adquiere su significado más profundo cuando la gente que la recibe y vive es diferente entre sí, y cada uno puede aportar su propia personalidad, que como escribiera Martín Buber, es única e irrepetible. Disfrutemos y apreciemos nuestras diferencias.

¡Shabat Shalom,!
Rabino Rami Pavolotzky
Congregación B´nei Israel
San José, Costa Rica

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