viernes, 9 de diciembre de 2011

Vaishlaj 5772

Los Rabinos de la UJCL escriben sobre la parashá de la semana.
Rabino Mario Gurevich 
Beth Israel Synagogue – Aruba.


En el comienzo de la Parashá  de Vayishlaj, encontramos a Yaacov haciendo sus preparativos para reencontrarse, después de tantos años, con su hermano Esav.  Un momento a la vez ansiado y temido; de alguna manera, el momento de la verdad.
 
Repentinamente, ocurre una confrontación totalmente inesperada, que el texto nos presenta en una forma que pareciera ser deliberadamente enigmática y contradictoria:
Y Yaacov quedó solo.  Y luchó un hombre con él hasta que rompió el alba.  Y cuando vió que no podía con él tocó la coyuntura de Yaacov mientras luchaba con él.  Y dijo: “Déjame ir que está rayando el alba”.  Y contestó: “No te dejaré ir hasta que me hayas bendecido”.  Y él le dijo: “¿Cuál es tu nombre?” Y él respondió:  “Yaacov”. Le dijo pues: “No será llamado tu nombre Yaacov, sino Israel, porque has luchado con Dios y con hombres y has prevalecido”.  Y preguntó Yaacov diciendo: “Dime te ruego, ¿cuál es tu nombre?” Mas él respondió: “¿Por qué preguntas mi nombre?” Y le bendijo allí.  Y Yaacov puso por nombre al lugar Peniel (rostro de Dios): “porque he visto a Dios cara a cara y fue salvada mi vida”.  Y nació el sol para él cuando pasaba por Penuel (Peniel) y cojeaba del muslo.  (Gén. 32:25-32)
Preguntémonos:
 
Se nos dice que Yaacov estaba solo, pero si eso es así, ¿quien estaba luchando con él?
 
¿Cuál es la identidad del adversario de Yaacov?
 
El “hombre’ pregunta a Yaacov su nombre; ¿es que ni siquiera sabe con quién está luchando?
 
¿Cómo es posible que, a pesar de lo anterior, segundos después declara que Yaacov ha salido victorioso en su lucha con Dios y los hombres?
 
Y finalmente, ¿por qué desea saber Yaacov la identidad de esta persona?
Examinemos cuidadosamente el pasaje anterior: 
 
A la primera pregunta una posible respuesta es: ¡nadie!  Yaacov estaba luchando consigo mismo.  Pero surge entonces el “¿Por qué?”. 
 
La Torá  dice que luchó con un hombre (ish), pero en un versículo anterior ya había aparecido este término referido a Yaacov, donde decía:  “Y el hombre (ish) había prosperado enormemente y poseía grandes rebaños y siervas y sirvientes y camellos y burros” (Gén. 30:43).
 
Esto nos da otra visión diferente: Yaacov ha triunfado económicamente.  Ha completado el proceso que lo llevó de ser un “hombre de las tiendas” a un empresario exitoso.
 
¿Será acaso que las bendiciones “robadas” a Esav lo han convertido en una segunda versión de su hermano?
 
Toda la noche Yaacov lucha consigo mismo, con su éxito y con su historia.  Trata de hallar su propia identidad, de contestar a un agónico  “¿Quién soy yo?”.  Pero no logra encontrar una respuesta.
 
En la resolución que finalmente se alcanza, Yaacov es un ser renovado, tiene un nuevo nombre y una nueva conciencia de sí mismo y de su destino.  Yaacov quiere la bendición y la consigue.
 
Atrás quedó el Yaacov de los engaños y las trampas, pero la historia cobra sus cuentas: Yaacov sale cojeando, más débil físicamente, pero espiritualmente transformado y renovado.
 
Y Yaacov-Israel nombra al sitio “rostro de Dios”, porque su profundo auto-análisis y la lucha consigo mismo lo pone cara a cara con Dios.  Como nos pudiera poner a cualquiera de nosotros, a través del arrepentimiento y la introspección.
 
Todos tenemos cosas de qué arrepentirnos; el poder tomar los pasos necesarios para enmendarlos es nuestro desafío. Que sean pasos tal vez lentos físicamente pero fuertes en espíritu, nos permitirán emular al mayor de nuestros patriarcas: Yaacov-Israel.
 
Shabat Shalom.

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