Rabino Gustavo Kraselnik
De niños escuchamos maravillados la historia del pequeño tarro de aceite que duró ocho días. Es la culminación ideal de la lucha de los macabeos por recuperar el Templo. Para las futuras generaciones aquel milagro se ha convertido en el centro de la celebración.
El encendido de las velas de Janucá que tienen por función precisamente “difundir el milagro” ha sido elevado a la categoría de Mitzvá, (aún cuando obviamente no aparece ordenado en la Torá) y el párrafo que se agrega en la liturgia, “Al Hanisim” así como las letras del Sevivón recalcan la posición medular del milagro dentro de la festividad.
¿Cómo Nace el Milagro?
Todo esto no es casual. Es fruto de la convicción de los rabinos talmúdicos de que era necesario realzar los aspectos sobrenaturales frente al triunfo militar. Después del fracaso de la “Gran Rebelión contra Roma (siglo I E.C.) y la “Revuelta de Bar Kojva” (siglo II E.C.) con sus violentas y dolorosas consecuencias, era indispensable desmotivar a aquellos grupos que seguían insistiendo con la sublevación como única estrategia para liberarse del poder romano.
La gesta heroica de los macabeos, liderados por Matitiahu primero y por su hijo Yehuda después, podría ser una valiosa fuente de inspiración para los grupos beligerantes por lo que se volvió imprescindible redimensionarla, disminuyendo el impacto del triunfo militar y dirigiendo la atención en la leyenda del cántaro de aceite.
En un breve pasaje talmúdico (Shabat 21b) que hace referencia a Januca leemos:
¿Qué es Januca? Enseñaron nuestros Rabinos: El veinticinco de Kislev, los días de Januká son ocho, y no debe en ellos pronunciarse elegía ni ayunar. Dado que cuando ingresaron los griegos al Santuario, impurificaron todos los aceites que allí estaban, y cuando se fortaleció el reino de la casa de los Hasmoneos y los derrotó, revisaron y no hallaron sino una única vasija de aceite que yacía con el sello del Sumo Sacerdote, y no tenía sino para encender con él un sólo día. Un milagro ocurrió y se encendió con él ocho días. Al año siguiente establecieron y los transformaron en fechas festivas, de alabanza y agradecimiento.
De esta forma, la tradición “construyó” la festividad de Januca enfatizando el milagro y relegando el aspecto político-militar es decir la lucha de Matitiahu y sus hijos. La historia del aceite que duró ocho días se convirtió en el relato central de la celebración de la rededicación del templo, mientras que el éxito en el campo de batalla quedó enunciado como el marco referencial que permite la realización del milagro.
Recuperando la dimensión humana en la historia de Januca
Durante siglos, Januca, considerada una fiesta menor del calendario, mantuvo ese patrón de desarrollo con el relato del aceite milagroso como estandarte. Sin embargo, a partir del surgimiento del movimiento sionista, a finales del siglo XIX, y el establecimiento de los asentamientos judíos en la tierra de Israel, se comenzó a ver la historia de manera diferente.
Frente a la cultura de la diáspora que presentaba el modelo del judío sumiso y pasivo, los sionistas necesitaban construir un arquetipo diferente que reflejará los valores de esta “nueva era” en donde no sólo el intelecto, sino también el cuerpo formara parte de la identidad y la lucha comprometida reemplazará al sometimiento diaspórico.
Dentro de este contexto, la imagen de los macabeos, luchadores por la continuidad judía, dispuestos a “poner el cuerpo” y pelear por sus convicciones, cobró un papel protagónico. Los “pocos” derrotando a los “muchos” de la historia d eJanuca se volvió una antorcha inspiradora para quienes soñaban con establecer un hogar para el pueblo judío en la tierra de Israel.
Por otra parte, la gesta de Yehuda y sus hermanos poseía un valor agregado adicional; Como consecuencia de la victoria frente a los seleúcidas, los macabeos lograron no sólo recuperar el Templo sino también la soberanía y establecieron un reinado que se prolongó por casi 100 años. Ese reino había sido la última entidad política independiente del pueblo judío.
Por eso es comprensible que Teodoro Herzl, fundador del Sionismo, escribiera en las conclusiones de su libro profético “El Estado Judío”: “Los Macabeos van a aparecer de nuevo.
La palabra “Macabi”, que según algunos significa Martillo y según otros es un acrónimo del versículo (Ex15:11) ¿Quién es como Tu entre los dioses, Adonai? “Mi Kamoja Baelim (I) Adonai”, comenzó a ser utilizada por agrupaciones juveniles y organizaciones sionistas que veían en la lucha macabea el ideal que debía abrazar el judío contemporáneo dela tierra de Israel. (Nótese que algunos importantes clubes deportivos en Israel y en la diáspora llevan el nombre Macabi, lo mismo que la cerveza más conocida de Israel)
La competencia de diciembre
De forma paralela al auge sionista a partir de la secularización de Januca, en los Estados Unidos, en donde vive la comunidad judía más importante del mundo, la festividad comenzó a ocupar un lugar cada vez más significativo como una estrategia para enfrentar de “manera judía” el espíritu festivo navideño.
“Januca se ha convertido en la Navidad Judía” escribió el sociólogo Marshall Sklare, quizás uno de los especialistas más reconocidos que ha investigado a la comunidad judía americana del siglo XX.
Basta con ingresar a cualquier negocio de judaica o visitar un portal de Internet de los que envían tarjetas electrónicas para ver que existe más variedad y surtido de productos para Janucá que para cualquier otra festividad.
Frente al enorme avance de Navidad como festividad Secular (esto sin duda es también un problema para los cristianos) lo que significa entre otros las decoraciones festivas en centros comerciales o la inclusión de cánticos navideños en colegios no religiosos, se ha tratado de responder, colocando a Januca a la par de Navidad. Gigantes candelabros de Januca, son colocados a la par con los árboles de navidad en lugares públicos y se ha potenciado el lugar que ocupan los regalos de Januca para tratar de seducir a los niños (con la esperanza que ellos lleguen a la conclusión siguiente: “Es mejor celebrar Januca ya que recibes regalos por 8 noches en vez de Navidad que es sólo un día”).
En algunos casos más extremos, el sincretismo ha permitido la convivencia armoniosa de ambas festividades en la misma familia. La creación del “Arbol de Januca” (Hanukkah Bush), o algunas tarjetas virtuales en donde aparece Santa Claus quitándose el sombrero, mostrando su kipá y diciendo “Happy Hanukkah”, son una muestra de este fenómeno
Definitivamente este tipo de sincretismo no conduce a nada bueno (a no ser que consideremos positivo el perder la identidad propia) y es peor cuando surge como consecuencia de una resignación más que de una convicción. Por otra parte y para ser honestos debemos reconocer que en una competencia, fiesta contra fiesta, Navidad vs. Januca, estamos destinados a fracasar.
La respuesta inteligente y sensata al “dilema navideño” no son los regalos de Januca, ni las imitaciones navideñas, sino que nuestros hijos puedan disfrutar de cada una de las festividades del año. Cantando las canciones en el seder de Pesaj, disfutando del jolgorio de Purim, escuchando el shofar en Rosh Hashana, decorando la suca, entre otras, gozarán de las vivencias que enriquecen su identidad judía.
Dónde Estamos Parados?
Con parafernalia y despliegue de luces de colores incluidos, Januca sigue siendo una fiesta menor del calendario. Sin embargo, nos guste o no, su impacto ha crecido y es una buena oportunidad para que nosotros hoy, aquí y ahora, tomemos algunas de sus enseñanzas:
- Los Milagros Existen. No necesariamente como hechos sobrenaturales. Algunas veces es cuestión de superar obstáculos “casi” insalvables, otras, el asunto es tener la capacidad de abrir los ojos y descubrir algo nuevo o notar que aquello que nos parecía imposible, se hizo realidad.
- Los Milagros No Vienen Solos: Hay que ayudarlos. Sentados, esperando, nunca van a pasar. Hay que poner de nuestra parte para hacernos merecedores de ellos. Si trabajamos con esfuerzo y dedicación es posible que encontremos los milagros que necesitamos.
- Hay Que Poner El Cuerpo: Es necesario luchar por nuestras convicciones y eso significa poner el cuerpo, en todo sentido de la palabra. Aunque sea doloroso, debemos pelear por aquello que creemos.
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