Rabino Guido Cohen
Asociación Israelita Montefiore
Bogotá, Colombia
La parashá que leemos esta semana continúa con las descripciones del santuario, sus rituales, utensilios y otros elementos. Es en ese contexto que Moshé le cuenta al pueblo de Israel que Dios eligió a Bezalel, hijo de Uri hijo de Jur, de la tribu de Iehuda, y a Oholiav, hijo de Ajisamaj de la tribu de Dan, para encargarse del diseño estético del lugar de encuentro y de culto del pueblo de Israel en su travesía por el desierto.
Según el Rashi (comentario a Shemot 24), Jur, el abuelo de Bezalel, era hijo de la unión entre Miriam, la hermana de Moshé, y Caleb ben Iefuné, quien junto con Joshua bin Nun fueron los únicos de entre los emisarios que visitaron la tierra de Israel en confiar en que valía la pena aventurarse a la conquista de una tierra donde manaba leche y miel. Según el midrash (Shmot Raba, Ki Tisa 41), este mismo hombre, Jur, es quien intentó evitar la construcción del becerro y por eso murió asesinado, a la vez que es mencionado en la Torá como uno de los dos hombres que sostenían los brazos de Moshé en la batalla contra Amalek.
En resumen, Bezalel era lo que se llama una persona con linaje, un hombre de alcurnia. Además, a diferencia de su colega Oholiav, provenía de la tribu de Iehudá, una de las más encumbradas del pueblo. Sobrino de Moshé, descendiente de Caleb y de Miriam, no había duda de que Bezalel tenía el peso suficiente como para asumir el desafío de encargarse de la construcción. Sin embargo, la semana pasada aprendimos, con el episodio del becerro, que las cualidades de liderazgo no son necesariamente hereditarias. Si bien Aarón es meritorio de un montón de cualidades que lo hicieron estar al frente del sacerdocio en el pueblo de Israel, fracasa en el proyecto de liderar y contener al pueblo en reemplazo de su hermano. Por eso cabe preguntarse: ¿es el linaje de Bezalel un elemento suficiente como para ponerlo al frente de tamaña tarea?, ¿podemos “contratarlo” solo viendo quiénes son sus abuelos o necesitamos pedirle una hoja de vida, para ver si realmente puede asumir el desafío?
En efecto, la Torá considera que no es suficiente el linaje para dejar a Bezalel a cargo de la tarea, por lo que agrega: “y lo ha colmado con espíritu de Elohim: con sabiduría, con inteligencia y con conocimiento en toda labor y para crear diseños...” (Shemot 35:31-32). Bezalel no es solo “el hijo de” o “el nieto de”, sino que tiene mérito propio para la tarea que se le encomendará. Y la Torá necesita destacarlo, para evitar que podamos pensar que Bezalel está allí por su apellido, por su historia familiar. Si Bezalel no hubiese sido un artista probo, no hubiese construido el Mishkán, y probablemente si hubiese tenido todas las cualidades que tenía, lo hubiese construido, aún sin ser descendiente de Jur y de Miriam. La presencia de Oholiav ben Ajisamaj, un hombre sin “apellido”, sin historia, de una tribu pobre como es la tribu de Dan, prueba quizá este punto: al compartir las mismas cualidades de Bezalel, no importó que no perteneciera a la aristocracia del pueblo y fue igualmente elegido.
Pero como si no fuera suficiente con la idoneidad de ambos para hacerse cargo de la tarea, el Talmud (Berajot 55a) nos describe que Dios, no conforme con otorgarle prioridad a la “tecnocracia” sobre la aristocracia, subió su apuesta y le insinúo a Moshé que la democracia es aún más sana. El Talmud nos describe que Dios le propone a Moshé consultar con el pueblo, para ver si están de acuerdo con que Bezalel lidere la obra. Recordemos: Bezalel es un hombre de una familia muy poderosa y es además personal altamente capacitado para el emprendimiento. Sin embargo, todo eso no es suficiente para liderar la construcción del santuario; el pueblo tiene que dar su aval para que Bezalel asuma el cargo. Así nos narra el Talmud que Moshé consultó al pueblo, y ellos respondieron: “Si para el Santo, Bendito Sea, y para ti es adecuado, para nosotros lo será”; solo después de esta respuesta, puso Moshé a Bezalel a cargo de la construcción.
¿Qué aprendemos de este punto de la Parashá? Aprendemos que un apellido no es suficiente para colocar a una persona en una posición de liderazgo, ya que hay cualidades que no se heredan. Aprendemos que las virtudes necesarias para algunos desafíos deben cultivarse y desarrollarse, y que las puede tener por igual alguien de alcurnia y alguien de origen ignoto. Y más importante aún, aprendemos que el reconocimiento y la voluntad de la comunidad es casi tan importante como la idoneidad para poder asumir una tarea de liderazgo. Si el pueblo no hubiese aceptado a Bezalel, de nada le hubiese servido a él ser el elegido por Dios. Hasta el Santo, Bendito Sea, necesitaba consultar la voluntad popular, antes de decidirse a encomendarle la obra a Bezalel.
Shabat Shalom,
Rab. Guido Cohen
Asociación Israelita Montefiore
Bogotá, Colombia
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