Los amantes de los números disfrutan con el cambio de año. El año 5775 que acaba de terminar llamaba la atención al ser un palíndromo, es decir que se puede leer igual tanto de derecha a izquierda como en dirección contraria.
Este año 5776 tiene la particularidad de ser un cuadrado, precisamente del número 76 – de hecho pensé que podía salir hoy en la lotería pero el destino determinó que sea el 88 que hasta donde yo sé no tiene absolutamente nada que ver con Rosh Hashaná. Por suerte no compré billete.
La verdad es que a mi esos juegos con los números no me entusiasman demasiado. Como buen racionalista prefiero los números redondos, los terminados en cero, aquellos que nos invitan siempre a la reflexión y al análisis.
Interesantemente en este año 5776 van a confluir algunas celebraciones con números redondos que quisiera traer aquí en esta noche sagrada para compartir sensaciones, preguntas y perspectivas de cara a este nuevo año que comenzamos.
En primer lugar y ante algunas caras que estoy viendo que están como sacando cuentas quiero dejar en claro que todavía me falta para llegar a los 50. Posiblemente ese sea mi sermón en algunos años, pero no todavía.
Fuera de broma me pareció significativo que en este 5776 converjan la celebración de los 10 años de la mudanza a nuestra sede aquí en Costa del Este, los 140 años de la congregación Kol Shearith Israel el 14 de mayo y en agosto próximo se cumplirán 20 años de mi ordenación como rabino.
¿Por qué son especiales estas fechas?
Permítanme detenerme en cada una de ellas.
La construcción de una nueva sede para KSI fue un esfuerzo significativo. Después de 70 años en nuestra querida sinagoga en Bellavista, la decisión de mudarse no fue fácil, pero sin duda era necesaria.
Para una congregación que venía golpeada por causas internas y externas resultó una apuesta ambiciosa. La consagración de esta casa en aquella inolvidable noche del 15 de marzo de 2006, cuando nuestro presidente honorario, Don Alberto Motta z”l encabezó la procesión con los rollos de la Torá, marcó el punto de inflexión indispensable para comenzar un proceso de crecimiento y consolidación comunitaria.
El cambio de sede también implicó una modificación conceptual cuyos resultados comienzan a apreciarse hoy con total claridad. Dejamos de ser solo una sinagoga para convertirnos en un centro comunitario, tal como lo escribí en mi columna en el boletín KSI: “La decisión de aquel entonces fue construir una sinagoga dentro de un centro comunitario, o si lo prefieren, un centro comunitario con una sinagoga adentro.”
Talmud Torá, Noar, Majón, el Gan, el Coro, cine debate, clases de hebreo, clases de judaísmo, etc. Prácticamente la mayoría de las actividades que forman parte de nuestra rutina transcurren físicamente fuera de este espacio, fuera de la sinagoga.
Y esto es una demostración de que compartimos la definición del rabino Mordejai Kaplan del judaísmo como una civilización. Todo aquello que hace a la experiencia judía debe ser incluido dentro de lo que él llamaba el Beit-Am, la casa de la comunidad.
Como desde hace más de 10 años, sigo soñando con un centro comunitario que funcione de lunes a domingo desde temprano en la mañana hasta tarde en la noche. Falta mucho todavía pero estamos mucho, muchísimo más cerca que entonces…
De acuerdo a los científicos renovamos totalmente las células de nuestro cuerpo cada 7 a 10 años. Es decir, una vez cumplido este período somos técnicamente personas totalmente diferentes. Sin embargo, como sabemos por la propia experiencia, lo que somos, nuestra identidad constituida por nuestros recuerdos y experiencias de toda la vida, permanece constante.
Algo similar ocurre con las instituciones. En nuestro caso, a punto de cumplir 14 décadas de vida, la congregación atraviesa un significativo período de renovación y crecimiento tanto cuantitativo como cualitativo.
El 14 de mayo de 1876 se creó la congregación Kol Shearith Israel, dando así inicio la vida judía organizada en el istmo. A los descendientes de aquellas familias de origen hispano-portugués que llegaron del Caribe para fundar KSI se fueron sumando a lo largo de los años, nuevas familias cada una con su propia historia y tradiciones, enriqueciendo así la vida judía de sus integrantes.
En estos casi 140 años nuestra comunidad atravesó distintas etapas. Es lógico. Cambios demográficos, cambios ideológicos, cambios geográficos, cambios políticos, cambios estructurales, cambios y más cambios. Y como no va a cambiar una congregación que existe desde antes que seamos una república independiente y desde antes que tengamos al estado de Israel. Como no va a renovarse una comunidad que convive con las mayores transformaciones del pueblo judío en toda su historia…
Mirando en retrospectiva, fueron esas modificaciones la clave para nuestra supervivencia. Si estamos hoy aquí, es gracias a que los líderes de cada generación supieron tomar las medidas adecuadas para fortalecer la congregación, adaptándose a las necesidades propias de sus tiempos. Como buenos navegantes supieron orientar las velas para aprovechar los vientos buenos y arriarlas cuando iban en dirección contraria.
En medio de esta renovación permanente, la identidad de Kol Shearith Israel siempre se mantuvo íntegra. Hay una suerte de ADN comunitario que se reconoce claramente y que constituye su esencia:
Apoyar el desarrollo de la vida judía de sus miembros, actuar solidariamente ante situaciones de necesidad de sus integrantes y contribuir al desarrollo y bienestar de la sociedad y del pueblo judío.
Y exactamente eso mismo seguimos haciendo hoy. Con otras tecnologías, con otras propuestas, en medio de una realidad bien diferente, sin renunciar a nuestros valores ni a nuestra forma de ser. Es la única manera que podemos garantizar la continuidad judía para las futuras generaciones y ojalá muchos años más de vida institucional judía.
Ser parte de KSI es asumir como propia su historia y su identidad.
Comprometerse, participar, involucrarse y contribuir, son los verbos claves para seguir escribiendo juntos la saga comunitaria.
El jueves 27 de junio de 1996, finalizando dos años de estudios en Israel y casi 10 años de formación académica en estudios judaicos, me presenté ante un Tribunal Rabínico para enfrentar el examen más difícil de mi vida.
Durante dos horas, cinco respetados maestros evaluaron mis conocimientos, mi capacidad y mis principios para firmar luego mi Teudat Hasmajá, la certificación que me acredita como rabino del pueblo judío. Algunas semanas más tarde, el 18 de agosto en una emotiva ceremonia realizada en Buenos Aires, en el Seminario Rabínico Latinoamericano, mi Alma Mater, ante la presencia de maestros familiares y amigos, recibía mi título de rabino.
20 años como rabino, que cumpliré durante este año, es un tiempo prudencial para poder ver y analizar virtudes y defectos, triunfos y fracasos, con el objetivo de evaluar y fundamentalmente para aprender de la experiencia. Si Dios me da vida, me quedan muchos años más para seguir adelante con mi vocación y espero poder hacerlo mejor cada vez.
Traigo la celebración de mis 20 años como rabino, no porque crea que sea un tema trascendental en sí, sino porque tres cuartas partes de ese tiempo habrán sido como rabino de KSI. De alguna manera hay un vínculo muy profundo, muy íntimo entre mi rabinato y el proyecto comunitario.
Sé que la aritmética no es recíproca, mientras que para mí en estos momentos KSI representa el 75% de mi experiencia rabínica, este mismo periodo es apenas el 10% de la historia comunitaria. Sin embargo podemos neutralizar la asimetría desde una perspectiva existencial. En el aquí y ahora esto es relevante definitivamente para mí y posiblemente para la congregación toda.
¿Cómo se evalúa la labor de un rabino? ¿Cómo se mide su desempeño? ¿Cuáles son las variables a considerar? ¿Serán sus dotes de maestro? ¿Su talento como orador?
Supongo que habrá tantas posibles respuestas como miembros tiene la congregación. En lo personal mi criterio, con la que trato de autoevaluarme es el siguiente:
Integridad, credibilidad, representatividad, calidez, conocimientos y pasión por la tarea comunitaria.
Cada vez que tengo que tomar una decisión, cada vez que converso con alguien, cada vez que escribo un artículo o un sermón, esos son los conceptos que pretendo que definan mi tarea. Puedo hacerlo mejor o peor, puedo equivocarme en el análisis o en las conclusiones, puedo dejarme llevar por preconceptos o intuiciones rápidas, y créanme que he cometido errores en estos 20 años, pero los principios no se negocian. 20 años es tiempo suficiente para dar prueba de ello.
Durante este año vamos a celebrar los 10 años aquí en Costa del Este, los 140 años de KSI y mis 20 años como rabino. Sin duda este 5776 será un año de significativos festejos en números redondos, que nos encontrará haciendo lo mismo de siempre, construyendo vida comunitaria. Construyendo vida comunitaria que pretende enriquecer e inspirar nuestra experiencia judía, como individuos, como familias y como colectivo.
La congregación no es otra cosa que el entramado que se construye a partir de la interacción de sus miembros. Eso es lo que somos. Ni más ni menos que eso.
Los números redondos nos ayudan a poner las cosas en perspectiva, pero es la tarea cotidiana la que le da el sustento a la realidad. Día a día edificamos nuestro destino.
En este Rosh Hashaná que renueva nuestras esperanzas los invito a ser protagonistas de una historia de éxito, los invito a ser actores de un relato apasionante en donde el pasado y el futuro se encuentran en este presente.
Asumamos el compromiso de seguir siendo Kol Shearith Israel. Ayer, hoy y siempre.
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