Los Rabinos de la UJCL escriben sobre la Parashá de la semana
Rabino Gustavo Kraselnik
Congregación Kol Shearith Israel, Panamá
El capítulo 11 de Vaikrá (Levítico), con el que concluye Parashat Sheminí trae una serie de leyes relacionadas con que animales se pueden o no comer. Este pasaje, junto a otro similar en Devarim (Cap. 14 del Deuteronomio) constituye la base de las leyes de Kashrut que define la dieta alimenticia judía.
La palabra Kasher (popularmente Kosher) es de origen bíblico aunque no está relacionada con la comida. Hace unos días atrás en la celebración de Purim, leimos en el libro de Ester (8:5): “Y dijo: Si place al rey, y si he hallado gracia delante de él, y si la cosa es apropiada (Kasher) delante del rey…”. Los sabios en la Mishná comienzan a usan la palabra referida a cosas que son apropiadas de acuerdo a las leyes de la Torá o para indicar algo que es ritualmente puro y por ende permitido, incluido los alimentos.
La Torá no especifica una razón por la que debemos observar estas normas, y hay quien puede decir que se trata de disposiciones divinas sin necesidad de buscarle una razón; sin embargo a lo largo de los siglos han surgido diversas explicaciones para entender la lógica de estas normas.
Una de las más conocidas (y yo agregaría de las más equivocadas) sostiene que se trata de leyes higiénicas y sanitarias debido que la prohibición de comer ciertos animales evitaba determinadas enfermedades y situaciones de insalubridad.
Más allá de la inexactitud de esta afirmación (es cierto que eso se puede aplicar a uno o dos ejemplos pero no explica la mayoría de las leyes de Kashrut ni muchas otras omisiones) el corolario de la misma es que hoy, con estándares sanitarios más estrictos el Kashrut se vuelve innecesario.
Filón de Alejandría y mil años después Maimonides (quien también hizo referencia a la razón higiénica del Kashrut), apuntaron a la búsqueda del autocontrol. Reconocer que hay cosas que puedo y otras que no puedo comer. Frente a los instintos las respuestas habituales eran su exacerbación (comer desenfrenadamente) o su anulación (renunciar al placer de comer e ingerir solo lo indispensable para la subsistencia). La tradición judía aspira a encontrar el punto medio entre los dos extremos, encontrando placer en la comida pero reconociendo que existen ciertos límites a la hora de alimentarnos.
Otra interpretación surge del final de nuestra Parashá (Lev. 11:44): “Porque yo soy Adonai vuestro Dios. Por tanto, consagraos y sed santos, porque Yo soy santo”, y también del pasaje que habla del mismo tema en el Deuteronomio (14:21): “No comeréis ningún animal que se muera...porque tú eres un pueblo santo a Adonai tu Dios. No cocerás el cabrito en la leche de su madre.”
Como se puede observar, el término clave es la santidad, es decir la forma en que comemos da testimonio de nuestra aspiración de ser santos. Algo tan rutinario como comer, una necesidad fisiológica, un acto que nos asemeja tanto a los animales, tiene el potencial de ser transformado en algo sagrado, por medio de nuestra reflexión y por entender que tengo una responsabilidad hacia aquello que estoy comiendo.
En lo personal encuentro mucho sentido a este enfoque que tiene aristas importantes que empiezan a plantearse en cuanto a la santidad no solo de lo que como sino de la forma en que fue producido (por ejemplo la forma en que la empresa trata a sus trabajadores) o en las implicancias que tiene para el medio ambiente (Kashrut y ecología deberían ir de la mano)
Muchas otras interpretaciones se han dado, algunas más apreciables que otras. Lo que es indiscutible y en ese sentido creo que hay un valor agregado que muchos contemporáneos aún no han descubierto, es que Kashrut es también parte fundamental de la identidad judía. Expreso mi pertenencia al pueblo judío siguiendo unas normas milenarias que a la vez son inspiradoras en mi deseo de vivir una vida con significado.
Que mejor ejemplo de la relevancia de la tradición.
Shabat Shaom
Gustavo
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