Los rabinos de la UJCL escriben sobre la Parashá de la semana
Rabino Darío Feiguin
Congregación B´nei Israel, Costa Rica
El Secreto de los ojos
Hace algunos años, una película Argentina, llamada “El
secreto de tus ojos” ganó el Oscar a la mejor película extranjera en la famosa
entrega de premios de Holywood.
Para mi, el Secreto de los ojos no es tan secreto. Se
puede esconder. Puede tratar de ocultarse, pero es imposible no advertirlo.
Puedo no conocer los detalles. Puedo no saber los porqués.
Pero no puedo, aunque quiera, hacerme el tonto, y
tratar de vivir como si mi alma no hubiese advertido lo que ya palpó: que los
ojos esconden un secreto.
En la película, como en la Vida misma, es imposible
camuflar una mirada de amor. Arde, quema, perfora. Su fuego es abrumador,
irracional, contundente. Es fácil advertir una mirada de enojo o de odio. Duele
más que un insulto. Y así como hay personas con gran capacidad de amar, hay
otras con gran capacidad de odiar.
En la vida, gracias a D´s, recibimos de las más
tiernas y hermosas miradas de amor, y aún aunque no lo busquemos, recibimos también
de las otras.
Hay miradas vergonzosas. A veces, producto de una
timidez infantil.
Y otras veces, producto de la vergüenza culposa por
aquello que se hizo con maldad. En esos casos el secreto de los ojos se revela,
cuando la mirada cae, cobarde, o arrepentida.
¿Qué secreto pueden ocultar ojos que expresan dolor,
sufrimiento, angustia o desesperación? ¿Qué mirada puede esconder el desgarro
de una pérdida, o la impotencia frente a una enfermedad terminal?
Ojos haitianos, ojos chilenos, ojos turcos, ojos sudaneses,
ojos iraquíes, ojos israelíes o costarricenses, ojos de los pogroms, de la
guerra, de la Shoá.
¿Qué más que ver esos ojos? ¿Qué más que palpar esos
sentimientos?
¡Qué buena la mirada que no es capaz de esconder una
sorpresa!
Y ¡Qué pobre la mirada altiva que no puede ocultar la
soberbia!
¡Qué verdadera la mirada cálida del agradecimiento!
Y ¡Qué increíblemente bella la mirada brillante de la
alegría!
La película tiene razón: los ojos hablan. Y hablan,
incluso cuando quieren jugar al pocker y expresar algo distinto de lo que gime
desde las entrañas.
Los ojos tampoco pueden ocultar el secreto de la
mentira, ni la sofisticación de la hipocresía, ni las idas y vueltas de la
manipulación. Un gusto sacarinoso artificial queda grabado en la retina del alma.
Un gusto que a veces se va sólo con un contrapeso de amor, otras veces se va
sólo vomitándolo en una catarsis de honestidad, y otras veces no se va nunca.
Cuando abrimos el libro de Vaikrá, el tercero de los
libros de la Torá, vemos que el texto comienza con los sacrificios y ofrendas
que la gente llevaba al Kohén, al sacerdote, para expresar diferentes
sentimientos: gratitud, culpa, arrepentimiento, felicidad, dolor, etc.
Me imagino al Kohén captando las miradas de toda esa
gente que iba con sus ofrendas, y cuyos ojos gritaban silenciosamente todos
esos secretos.
Al mirar una buena película o al leer un texto
sagrado, no vemos a los actores, sino que nos vemos a nosotros mismos. La
pregunta es si queremos jugar a la mentira y a la manipulación. Si nos es bueno
sentir que desperdiciamos Vida creativa, tratando de sacarnos el gusto latoso
de un edulcorante artificial.
Los Kohanim también hablaban de la pureza e impureza. Casi
todo el libro de Vaikrá se refiere a eso! La mayoría de las personas nunca estamos
del todo puras o del todo impuras. Pero la purificación aparece como una
brújula, que nos permite ser. Es como estar limpio, pero de adentro.
Que nuestros ojos no escondan lo que somos: humanos e
imperfectos, pero D´s quiera que sensibles y verdaderos.
Shabat Shalom!
Rabino Darío Feiguin
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