Los rabinos de la UJCL escriben sobre la Parashá de la semana.
Rabino Guido Cohen
Asociación Israelita Montefiore
Bogota, Colombia
La primera Parashá del año, contiene diferentes historias, cada una interesante en sí misma y a la cuál podríamos dedicarle varias líneas. Entre esas muchas historias, está una que desde muy pequeño me ha fascinado por su vigencia y sus conmovedores mensajes. Me refiero a la historia de Caín y Abel, el primer homicidio de la historia, que desde el punto de vista ‘mítico’ fue también el genocidio de mayores magnitudes, pues en él se asesinó a un 25% de la humanidad.
Uno de los versículos más complejos de este episodio, es aquel en el cuál la Torá parece insinuar un diálogo entre Caín y Abel. Un diálogo que jamás tiene lugar. Según la versión hebrea del texto (la Septuaginta, la Vulgata, King James y Reina Valera; todas tienen versiones enmendadas con respecto al original), Caín ‘le dijo’ algo a Abel su hermano, aunque el texto no nos dice qué le dijo.
A prácticamente todos los exégetas les molesta, los incomoda el silencio de Caín. La Torá deja abierta una pequeña puerta a la creatividad interpretativa en ese medio versículo que dice “Y le dijo Caín a Abel su hermano. Y fue que estando ellos en el campo se levantó Caín sobre Abel su hermano y lo mató”. El verbo hebreo ‘vayomer’ requiere necesariamente que se indique el contenido de lo que ‘se dijo’, a diferencia de ‘vaiedaber’ que significa ‘habló’ y no requiere una especificación del contenido.
Los midrashim y otras intepretaciones clásicas intentan llenar el vacío de ese versículo, para intentar explicar qué sucedió allí. Qué le dijo Caín a Abel.
Las opciones son muy variadas. Están aquellos que buscan un móvil del crimen (Bereshit Rabbah), están aquellos que intentan explicar las ramificaciones teológicas (Targum Pseudo Jonatan), los que explican la metodología del acto asesino (Bereshit Rabbah) e incluso no falta aquel que quiere morigerar la culpa de Caín presentando a Abel como alguien que estuvo a punto de matar a su hermano (Tanjuma Bereshit).
El espacio de este comentario excede la posibilidad de mostrar cada una de las explicaciones rabínicas sobre este versículo. Quisiera simplemente ofrecer la que más me convence, que es la que ofrece el Rab Mordejai Edery Z’ZL, una de las luces del judaísmo latinoamericano. El rab Edery coloca en su traducción unos puntos suspensivos en el vacío que tiene el versículo. Y en su comentario nos enseña lo siguiente: “Parecería que al silenciar estas palabras, la Torah decide que jamás se puede ni racionalizar ni justificar un asesinato. No tienen importancia las palabras mencionadas: Cuando la tragedia es grande los móviles de la misma no pueden ser relevantes nunca.”
Sabemos que la sabiduría judía aprende de cada letra de la Torá. Como dice el famoso relato talmúdico, incluso de la corona que adorna cada letra, los sabios van a extraer enseñanzas. Pero sorprende ver que los sabios interpretan incluso los silencios. No sólo crean a partir de cada una de las letras que están sobre el rollo de la Torá, sino que se animan a crear a partir de las letras que faltan.
Desde el punto de vista técnico, todo parece indicar que hay allí un error. O bien una parte del texto que se perdió, o quizá un verbo que está mal utilizado. Sin embargo, sea cual fuere el motivo de esa ausencia, de ese silencio, es pasible de ser interpretado por los sabios.
En tiempos en los que volvemos a ‘rebobinar’ la Torá (si son tan jóvenes que no saben lo que eso significa, pregúntenle a sus mayores lo que es un cassette o un vhs), es sano recordar que cada una de sus letras, e incluso cada uno de sus espacios tiene una enorme reserva de sentido que espera ser descubierta. Es por eso que año tras año volvemos a abrir el mismo texto y a releerlo. Aún cuando el texto sea el mismo, nosotros no lo somos, y por lo tanto las posibilidades de encontrar sentidos en él se expanden continuamente. Cada punto, cada letra, cada silencio del texto bíblico se abre como una posibilidad interpretativa que puede permitirnos hacer de la Torá, Torat Jaim, una Torá de vida.
Shabbat Shalom
Rab GUido Cohen
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