Los rabinos de la UJCL escriben sobre la Parashá de la semana
Rabino Daniel Kripper
Beth Israel Aruba
Rabino Daniel Kripper
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El Talmud traza un paralelo entre los tres Patriarcas y los tres servicios diarios de nuestra tradición. Cada uno de ellos instituyó una oración en particular.
Está claro que esta asociación no se refiere a los orígenes históricos de la plegaria en Israel. Es sabido que las oraciones fueron elaboradas y establecidas en tiempos posteriores, tal vez mil años después de la época de los fundadores del pueblo hebreo. El Talmud se refiere más bien a rezos espontáneos de entonces, que fueron más tarde formalizados en el Sidur, o libro tradicional de oraciones. La idea de los sabios del Talmud es que fueron los patriarcas y matriarcas quienes plantaron las raíces espirituales que florecieron en sucesivas generaciones.
Es en este contexto que se considera a Jacob como el autor de la oración de maariv, u oración vespertina. Él es el único personaje en la Torá sobre el que se cuenta que rezó al anochecer.
Tal vez esta disposición al rezo se relaciona con los dramáticos episodios en la vida de Jacob. La parashá de esta semana narra sobre un pasaje de su historia personal en el exilio.
Los versículos iníciales dan cuenta de su huida de Canaán, del hogar de sus padres, y la misma culmina con su retorno al terruño natal. Él permaneció veinte años alejado de su familia, al servicio de su tío Labán. Paradójicamente, a pesar de sus desventuras y adversidades, Jacob atraviesa por una notable transformación espiritual.
El abandonó su casa solo, sin medios, y perseguido por la furia de su hermano Esaú. Al cabo de esos veinte años él retorna como jefe de una familia numerosa, agraciado con fortuna y prestigio, y con la fuerza necesaria para enfrentar a Esaú en cualquier eventualidad. La Torá describe este proceso con precisos detalles. No se trata, claramente, de una historia de enriquecimiento y prosperidad en la vida de Jacob, sino la descripción de una fase crucial en su desarrollo como persona.
Jacob fue capaz de sobrellevar los rigores del exilio bajo el yugo de un vil explotador como Labán, nombre éste que paradójicamente significa en hebreo ‘blanco’.
Jacob jamás se rindió frente a vicisitudes, avanzando contra viento y marea, animado por un verdadero coraje de convicción, elevando sus ojos al cielo en medio de las circunstancias más difíciles. No es por casualidad que los sabios le atribuyen el servicio de la noche.
Él supo atravesar el valle de sombras, extrayendo fuerzas y un sentido de propósito de sus momentos de oración y contemplación.
Lamentablemente muchas páginas de la historia judía registran ocasiones aciagas y azarosas. Jacob sentó el ejemplo para futuras generaciones, a modo de explorador espiritual de caminos jamás recorridos. Así se convirtió en figura ejemplar para sus descendientes, al retornar de vuelta a casa “shalem”, que, como interpreta Rashi, significa sano y salvo, en cuerpo y alma.
Los avatares de su vida nos inspiran a no perdernos en tiempos de oscuridad, en la seguridad de que los mismos nos permitirán vislumbrar claramente horizontes de luz.
Rabino Daniel Kripper
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