jueves, 15 de diciembre de 2016

Vaishlaj 5777

Los rabinos de la UJCL escriben sobre la Parashá de la semana

Rabino Darío Feiguin
Congregación B´nei Israel, Costa Rica

“Animarse a ser”

“Maasé avot, simán levanim”
“Las acciones de los padres, son señales para los hijos”

Más que las palabras; más que los intentos teóricos de enseñanzas, lo que hacemos; éso es lo que van a tomar de nosotros nuestros hijos.

Esta norma talmúdica tiene un sin-número de ejemplos en La Biblia, y en Parashat Vaishlaj aparece uno de ellos.
Iaakov se peleó con su hermano, en un enredo de engaños y medias verdades, que siempre son grandes mentiras, y vivió casi toda su vida escapándose de la posibilidad de que Esav se tome revancha y cumpla con  su promesa de matarlo.

Pero ya está grande, y ya no quiere seguir escapando. Ni de su hermano, ni de su suegro Laván, ni de asumir los desafíos de la vida y hacerse cargo de ellos.
Durante toda una noche, lucha con un ángel, que para mí no es otra cosa que la otra cara de si mismo: aquella que tenía tanto miedo, aquella que sólo escapaba, aquella que no se animaba a ser.
Sale de esa lucha lastimado, pero entero; y lo que es más importante: sale íntegro.

Aún cuando uno salga lastimado, hay batallas que pelear, especialmente cuando son batallas que dar contra uno mismo: con aspectos de uno que no nos permiten crecer.
Pero aunque duela, hay que pelearla, porque si no, la vida comienza a pesar, entre la resignación de ser y la culpa por no ser.

Recién después de esa pelea, al ángel le dice que desde ahora tendrá otro nombre. No será llamado más Iaakov: el que vive aferrado al talón de otro, sino que su nombre será Israel: el que lucha por ser, y vence.

El tema es entender que esas batallas deben darse en primer lugar, desde dentro de uno. No es posible desperdiciar toda una vida creyendo que el enemigo está afuera. Mucho menos, si en el lugar del enemigo, ponés a tu propio hermano.

Quiero pensar que de eso se da cuenta Iaakov, y también su hermano Esav, quienes se reencuentran después de tantos  años, y se abrazan y lloran y se besan….porque son hermanos!

Decía al comenzar: “Maasé Avot simán levanim”
“las acciones de los padres son señales para los hijos”

Lamentablemente, los hijos de Iaakov también se pelearon. También esto tuvo que ver con preferencias de los padres de un hijo sobre el otro, y también es una historia de engaños y mentiras.
Por muy poquito, los hermanos no matan a Iosef, sino que lo venden como esclavo. También esta historia termina con un Happy End, y los hermanos se reencuentran, se abrazan, lloran y se besan.
Pero en el medio, pasó casi toda la vida.

El enemigo no es nuestro hermano. Es cierto, hay gente malvada.
Hay gente que vive pensando en el mal del otro más que en su propio bien.
La historia del Pueblo Judío es un claro ejemplo de odio gratuito, de antisemitismo, de discriminación y maldad.
Pero dicen los rabinos: fue el odio gratuito entre hermanos, que le llevó a la destrucción del Beit-Hamikdash, del Gran Templo de Ierushalaim.
A los enemigos de afuera hay que combatirlos y defenderse. 
Los héroes de todas las épocas no nos enseñaron a poner la otra mejilla, y sabemos a que llevó la falta de una capacidad de defensa digna, durante la Shoá.

Pero a los hermanos, hay que intentar entenderlos, aceptarlos en sus diferencias, y tratar de convivir con ellos.
Son nuestros hermanos, son nuestra carne y sangre, son nuestra familia. Aún cuando estemos distanciados en espacioo geografía, en ideas o en valores, no da para  que pongamos ahí al enemigo.

Pareciera ser que además de defendernos de quienes patológicamente nos desean lo peor, hay un trabajo espiritual, que una y otra vez tenemos que re-plantear, y que tiene que ver con aquello que está dentro nuestro y que no nos deja crecer, porque nos tiene atados y presos de un pasado de sufrimiento y angustia.

Uno puede repetir la historia de errores que cometieron nuestros antecesores, o aquella que cometimos nosotros mismos.
Pero se nos seguirán escapando las posibilidades de crecer.

Cada tanto, hay que saber perdonar.
Cada tanto, hay que saber perdonarse.
Y también cada tanto, hay que animarse luchar con el ángel interior, vencer el miedo, y animarse a ser.

Shabat Shalom,

Rabino Darío Feiguin
B´nei Israel, Costa Rica

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