Los rabinos de la UJCL escriben sobre la Parashá de la semana.
Rabino Guido Cohen
Asociación Israelita Montefiore
Bogota, Colombia
Desnudando a Yosef
En un divertido episodio de los Simpsons, Homero tiene que dar un discurso en público, tras haberse transformado por un tiempo en una especie de héroe de Springfields. Como está un tanto nervioso, sigue un famoso consejo, de imaginar a la audiencia desnuda. El consejo no le funciona muy bien a Homero, pero es una famosa lección a la hora de hablar en público. De hecho, uno de los libros más utilizados para enseñar a la gente a hablar en público se llama precisamente ‘puedo verlo desnudo’.
Yosef, el protagonista de nuestra Parashá y de todo el final del libro de Bereshit, tiene un gran problema. Su padre, Yaacov, le regaló una hermosa túnica de muchos colores. Esa túnica o vestido, según el Midrash, no es otra que la primer vestimenta que utilizaron Adan y Eva. Los sabios talmúdicos imaginan a ese vestido pasando de generación en generación, hasta que Nimrod se lo entrega a Abraham y de allí llega a su nieto Yaacov y a su bisnieto Yosef. La túnica de Yosef, al poco tiempo de estrenada, se transforma en Yosef mismo. Sus hermanos no ven en el a un hermano, sino a una túnica. Y es por esa túnica, que desean matarlo.
La túnica de Yosef reemplaza a la persona, al punto tal de que esa misma túnica, ensangrentada y desgarrada es prueba suficiente de la muerte de Yosef a los ojos de Yaacov. El vestido de Yosef desgarrado marca para sus hermanos, la muerte del joven, a quien ya no imaginan volver a ver.
Mucho tiempo más adelante, Yosef cambiará de vestimentas, pero siempre aparecerá visto en el texto bíblico desde atrás de su vestido. El episodio con la mujer de su jefe, que lo acusa de abusar de ella, también tiene en el centro de la escena al vestido, más que a la persona. Y finalmente, cuando Yosef llegue a la casa del faraón y se transforme en su mano derecha, lo primero que hará será cambiar sus ropas, para tener ahora un ‘look’ más acorde a la nobleza egipcia. Todos lo ven a Yosef a través de sus vestidos, y el finalmente terminará creyendo que él es el vestido que lleva.
Más adelante en la Torá, cuando se encuentra con sus hermanos, Yosef se ‘disfrazará’ de egipcio no sólo con su ropa sino con su lengua, que precisa un intèrprete para hablar con el grupo de hermanos hebreos que viene a comprar comida y terminará acusado de graves delitos. Los hermanos, no lo reconocen a Yosef, porque él ha cambiado sus ropas y probablemente lo único que ellos recuerden de Yosef sea un vestido, el vestido que para ellos era su hermano.
Yosef y sus hermanos recorren mucho texto en la Torá hasta entender que detrás de los vestidos hay personas, y que estas personas son mucho más de lo que aparentan ser. La apariencia con la que lo juzgan a Yosef cuando niño es aquello que les impide ver en él un hermano. Al igual que su apariencia cuando grande les impide reconocerlo. Sus hermanos no están buscando ver una persona, sino un vestido, y ese vestido les vela la posibilidad de ver a la persona que detrás de ese vestido existe.
Vivimos en una época en donde las apariencias externas son exaltadas hasta niveles ridículos. Creemos que seremos más jóvenes sin parecemos menos arrugados, que seremos más valorados si vestimos caros vestidos o que seremos vistos como más ‘religiosos’ si usamos anticuados sombreros. Las cáscaras de la exterioridad cada vez son más y la esencia de la persona cada vez está más escondida. Por eso, la historia de Yosef viene a enseñarnos lo peligroso que puede ser confundir la esencia de una persona con su apariencia.
Ver al otro desnudo, no desde un lugar de olvidar el recato y la modestia, sino de intentar ver más allá de lo que son las apariencias, nos permite seguramente reconocer en el otro un hermano y tener una relación más auténtica y genuina.
Que podamos, a medida que en las pròximas parashot Yosef se cambia de disfraz hasta desvestir su identidad delante de sus hermanos, despojarnos nosotros también de aquello que nos separa y nos engaña, para poder dejar ver ante los demas nuestra verdadera esencia.
Shabbat Shalom
Rab GUido Cohen
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