viernes, 10 de marzo de 2017

Tetzavé 5777

Los rabinos de la UJCL escriben sobre la Parashá de la semana.

Rabino Guido Cohen
Asociación Israelita Montefiore
Bogota, Colombia

Un viejo refrán de la sabiduría popular dice que "el hábito no hace al monje". Según esta expresión, lo importante no son las apariencias exteriores sino lo que hay en el interior de cada uno. La versión judía de esto sería el famoso dictum de Pirkei Avot que reza "no mires la vasija sino lo que hay en ella". No obstante ello, la Parashá de esta semana parece poner un énfasis importante en las apariencias. Una buena parte del texto está dedicado a las vestimentas que el Kohen debía usar mientras prestaba servicio en el Mishkan.

A tal punto estas vestimentas eran importantes que el Talmud (Zebajim 17b) dice que los kohanim no tienen sobre ellos la 'kehuná' (sacerdocio) cuando no están vistiendo los ropajes. O sea, no pueden prestar servicio sacerdotal si están desprovistos de dichas ropas. En otras palabras, si el Kohen es Kohen, pero no parece Kohen, entonces no puede servir como Kohen. Así como un médico tiene un uniforme a la hora de entrar al quirófano, o un bombero tiene el suyo cuando sale a apagar un incendio, nuestros sacerdotes debían estar vestidos como tales si querían servir en el espacio sagrado.

A tal punto la apariencia del Kohen era importante, que el midrash (Tanjuma, Emor 4) dice que el Kohen Gadol era más Gadol (grande) que sus hermanos en cinco cosas: en apariencia, en fuerza, en riqueza, en sabiduría y en años). Dicha explicación, inspirada en la diferencia de altura entre el físicamente alto rey Shaúl (aunque moralmente bastante pequeño) y el diminuto David, cuenta que cuando alguien es instalado en un puesto de grandeza, físicamente crece para dar con la apariencia que el puesto requiere.
Siguiendo esta idea, según la cuál el Kohen Gadol era más grande, los sabios, conscientes de que el Kohen Gadol no era necesariamente más grande físicamente que el resto de los Kohanim, crean una idea fantástica. Según ellos, el Kohen al ser elegido Kohen Gadol, automáticamente crecía para que ningun otro Kohen sea más bajo que él. 

Y como si la creatividad rabínica no tuviera límites, un sabio judío aleman llamado Jonathan Eyebschutz se pregunta lo siguiente(Tiferet Yehonatan, Tetzave): La Torá dice que las ropas debían quedarle al Kohen según su talla, de forma perfecta. Si el Kohen Gadol debía asumir su puesto con las ropas puestas, esto significa que las ropas las medían antes. Y si las medían antes, ¿cómo calculaban cuánto iba a crecer una vez que estuviera ungido como Kohen Gadol? La respuesta que da Eyebschutz es que milagrosamente, una vez que el Kohen era ungido, él crecía y sus ropajes crecían con él.

Más allá de lo divertido y ocurrente del comentario, creo que hay un sentido maravilloso en esta metáfora de una persona creciendo para asumir un determinado desafío y sus ropas creciendo con él. La Torá no niega la importancia de lo externo. Es importante que el Kohen tenga puestas las ropas de esplendor y gloria que hacen a su cargo. El Kohen no solo tiene que serlo, sino además debe parecerlo.  Pero aún así, si las ropas al Kohen Gadol le quedan grandes, éste se ve ridículo y no está apto para servir con esas ropas. Las ropas deben ser grandes y esplendorosas. Pero no deben ser más grandes que la persona que debe 'rellenarlas'. Uno debe primero crecer, y entonces con uno, crecerá la imagen que uno proyecta hacia afuera. Lo que no debe suceder es que uno utilice una ropa más grande que lo que uno es, porque entonces está proyectando una imagen hacia afuera que no se condice con lo que hay adentro. El Kohen que tiene una ropa más grande de lo que es, en realidad está disfrazado.

Y, hablando de disfraces, al concluir Shabat está comenzando la festividad de Purim, tiempo en el cual acostumbramos vestirnos de lo que no somos, disfrazarnos. Nos disfrazamos entre otras cosas, porque Hamán se imagino a sí mismo con vestimentas de grandeza creyendo que iba a ser honrado por el rey Ajashverosh como el más encumbrado de sus ministros. Pero lo que imaginaba Hamán era sólo un disfraz. El podía imaginarse vestido con ropas de la realeza, sobre un caballo blanco digno de los más poderosos monarcas. Pero en su interior, seguía siendo pequeño, mezquino, moralmente enano. Haman al imaginarse con ropas de persona noble, estaba en realidad disfrazandose. Pretendía que crezcan primero las ropas y creía que con las ropas grandes, crecería él.

La enseñanza de lo que hemos estudiado hoy es precisamente, que el proceso es inverso. Debemos edificarnos y elevarnos, crecer por sobre nuestras limitaciones. Estamos desafiados a trabajar para ser cada vez más elevados, más 'grandes' no en un sentido literal necesariamente, pero si en un sentido interior. Y si lo logramos, entonces los demás verán desde afuera grandeza. Disfrazarnos de grandes sólo pone en evidencia nuestra pequeñez. Pero si logramos crecer en nuestro interior, algun día otros nos verán con la admiración que el pueblo veía en sus líderes y sacerdotes.

Shabat Shalom y  a freilajn purim!
Rab Guido Cohen

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