Algunos años atrás
llegué por primera vez a Madrid. Dejé las maletas en el hotel y a pesar del
cansancio después de haber pasado la noche incomodo en el avión salí a caminar
por la ciudad.
Quería
aprovechar el poco tiempo que tenía (el viaje era de trabajo, no de placer) así
que después de ver la emblemática puerta de Alcalá me dirigí hacia el museo del
Prado, uno de los más prestigiosos del mundo.
Crucé la puerta
de entrada y me percaté de un pequeño problema. El museo cuenta con más de
35.000 obras, ¿cómo saber que debía ver en el escaso tiempo que contaba?
Para mi suerte,
y posiblemente porque mucha gente pasa por una situación similar, encontré un
pequeño folleto que decía: “Si no disponéis de mucho tiempo para visitar el
Museo, os recomendamos una selección de 15 obras maestras para recorrer el
Prado en una hora.”
El brochure
además contenía un plano del museo, los horarios y la información básica
indispensable para garantizar el éxito de la visita.
Y efectivamente
con la ayuda de ese folleto pude ver el autorretrato de Durero, las Meninas de
Diego Velázquez, el sueño de Jacob de José de Ribera, el caballero de la mano
en el pecho de El Greco y otras obras maravillosas.
Aun sabiendo
cuanto me faltaba por ver comprendí que esa experiencia, aunque breve había
valido la pena. Un par de años después pude regresar y recorrer con más tiempo
la gran variedad y riqueza de obras que tiene el Prado. Aún me queda bastante
por ver. Espero visitarlo nuevamente pronto.
Me resulto tan útil
aquel brochure, que se me ocurrió que quizás pudiera hacer algo parecido para
Rosh Hashaná. Es decir, crear un panfleto con una suerte de recomendaciones de
lo más importante de la fiesta, para que todos podamos aprovechar la
experiencia.
Así que pensé
poner manos a la obra y definir los “imperdibles” de Rosh Hashaná.
Comencé a imaginar
un panfleto que destacara la majestuosidad de la primera noche. Miren por un momento a su alrededor. Aprecien
a la gente vestida elegantemente, contemplen la sinagoga puesta a punto en cada
detalle y el clima de solemnidad que nos acompaña en esta noche.
En segundo lugar,
pondría escuchar el toque del shofar. No solo se trata de la Mitzvá, la única Mitzvá
propia de Rosh Hashaná sino que además su sonido penetrante nos conecta con el
pasado y nos sacude del confort de nuestro presente. Les confieso que no se me
ocurre que alguien pase Rosh Hashaná sin escuchar el Shofar.
Las cenas
festivas serían otra parada obligatoria. Reunidos con familia y amigos
alrededor de la mesa, damos marco de celebración a Rosh Hashaná también en la
dimensión hogareña tan importante para fortalecer la identidad judía. La intensidad
de la experiencia sinagogal que es individual y colectiva se complementa con
una vivencia grupal íntima en el seno de nuestras casas.
Agregaría
después algunas plegarias “imperdibles”. Por tradición, por profundidad, por su
melodía, por su ejecución o por una mezcla de todas esas cosas, reflejan la
esencia de la idea litúrgica de Rosh Hashaná.
Empezaría con el
Avinu Malkeinu. La alegoría de Dios como padre y como rey refleja los atributos
divinos de misericordia y justicia. Esa interacción, que se manifiesta a lo
largo de estos diez días de Teshuvá es uno de los ejes de la plegaria. Dios nos
llama a juicio, pero aspiramos a que no nos juzgue con justicia sino que nos
retribuya con misericordia.
Luego el Unetane
Tokef, un clásico litúrgico de los Iamim Noraim. La idea del juicio divino
emerge en su plenitud, para decidir quien morirá y quien vivirá. “En Rosh
hashaná se escribe nuestro veredicto y en Yom Kipur queda sellado.” Sin embargo,
no está dicha la última palabra. la Teshuvá, la Tefilá y la Tzedaká tienen el
poder de modificar positivamente la sentencia divina.
Finalmente, en
el Musaf al final del extenso rezo de la mañana, aparecen en la Amidá las tres
bendiciones específicas de Rosh Hashaná, Maljuiot, Zijronot y Shofarot. Las
rezamos primero en silencio y luego son repetidas en voz alta tocando el Shofar
al final de cada una. Es la Amidá más larga del año, pero allí se expresan estas
tres ideas centrales de la fiesta.
En Maljuiot
proclamamos a Dios como rey del universo. Los pueblos de la antigüedad
realizaban durante el año nuevo un ritual para volver a entronizar a sus reyes.
Con ese modelo en mente la tradición judía - que nos enseña que Dios es Melej
Haolam, Rey del Universo, tal como lo proclamamos en cada Brajá - nos convoca en
Rosh Hashaná a renovar esta convicción.
Zijronot nos
invita a repasar la devoción y la lealtad de nuestros antepasados: patriarcas,
profetas, hombres y mujeres notables de nuestro pueblo quienes mediante sus
acciones dieron testimonio de su fe. De igual forma, recordamos los momentos de
la historia en los cuales Dios recordó y mostró Su misericordia hacia nuestros
antepasados, así como esperamos que también la manifieste con nosotros en este
Rosh Hashaná.
Y finalmente
Shofarot. Evocamos diversos acontecimientos significativos de nuestra historia
antigua en los que el Shofar sonó, potenciando con su voz poderosa la
trascendencia del momento. Anhelamos que también para nosotros su sonido
exprese la magnificencia de este día sagrado.
En mi folleto de
lo “imperdible” agregaría en un recuadro lo valioso del segundo día de Rosh
Hashaná. A diferencia de las otras festividades que en la diáspora agregan un
segundo día, la tradición establece que Rosh Hashaná en realidad dura un solo
día, pero es un Ioma Arijta, un día largo de 48 horas. De aquí se desprende que
el segundo día es de igual importancia que el primero. (Favor tomar nota.)
Además, creo que
el valor del segundo día es que aporta profundidad. Si el primer día trae la
novedad de la plegaria y sus particularidades, el segundo nos permite
adentrarnos plenamente en la experiencia litúrgica. Vale la pena - especialmente
en estos tiempos de urgencia donde vivimos corriendo para no llegar a ningún
lado - aprovechar en plenitud los dos días de Rosh Hashaná.
Hasta aquí mis
recomendaciones. Esos son los más destacados, lo que no deberías dejar pasar
para tener una experiencia significativa de Rosh Hashaná.
Quizás pudiese
agregar a esta lista las lecturas de la Torá; el primer día el nacimiento de
Itzjak y la continuidad de la saga familiar, y especialmente el segundo día con
la dramática historia de la Atadura de itzjak. También el Tashlij podría
sumarse a la lista, esa simpática ceremonia de lanzar al agua nuestros errores representados
en unos pedacitos de pan. Y no solo por el simbolismo del ritual sino además por
lo lindo de ver a una parte importante de la congregación caminar junta a la
costa y reunirse en el malecón para llevar adelante el acto.
Veo que mi brochure
va tomando forma.
Incluso me
imagino incorporando en la parte inferior, junto a la dirección y a los
horarios de los rezos una recomendación para llegar temprano a los rezos, idealmente
antes de que comiencen para poder disfrutar así de toda la experiencia.
Y además una
nota que diga que está prohibido usar el celular durante los rezos. Igualito a
ese banner gigante que tuvimos que poner en la puerta de la sinagoga y al que
me resistí durante años, porque debería ser obvio y sin embargo parece que no
lo es…
Releo lo que escribí
y estoy contento. Puedo ya imaginarme el folleto. Veo el logo de Kol Shearith
Israel engalanando su presentación. Aparece aquello que quería decir, los aspectos
fundamentales de Rosh Hashaná, la importancia del segundo día poco valorado en
nuestros tiempos e incluso hice la referencia a los teléfonos celulares (que
espero que esta vez de resultado)
Sin embargo, de
pronto una vocecita dentro de mi enciende una alarma: “Te das cuenta – me dice
– que el eje de tu sermón es que estas usando la metáfora de la sinagoga como
un museo, es un despropósito.” Y yo imagino mi cara transformada por un
sentimiento de angustia y horror.
Mucha gente cree
que la sinagoga es un museo. Es un lugar en el que hay cosas viejas (me refiero
a las plegarias no a las personas) que quizás alguna vez fueron importantes,
pero hoy ya no; un lugar al que hay que ir cada tanto para ver las cosas de
siempre y observar las novedades; un lugar por el que uno pasea un rato, mira,
no toca nada y se va para la casa con una sensación de deber cumplido y no
mucho más.
La sinagoga como
museo refleja una cosmovisión en donde lo religioso es solo atávico, ancestral;
quizás nos puede conectar con el pasado, pero resulta irrelevante para el
presente. Nos coloca en un lugar de pasividad, a lo sumo somos nos coloca en el
lugar de testigos privilegiados de una dinámica que nos es ajena.
Y se percibe
desde acá algunas actitudes que reflejan a veces esa actitud en ciertas
personas. En el escaso involucramiento en la plegaria, en la poca familiaridad
con la liturgia, en la llegada tarde para tratar de reducir el “sufrimiento”,
en el quedarse en la superficie de la experiencia por voluntad o por falta de
opción en vez de ahondar en la espiritualidad que nos proponen las plegarias.
Me gusta más
pensar en la sinagoga como uno de esos museos de ciencia y tecnología para
niños. ¿los conoces? Esos donde la diversión pasa por hacer uno mismo los
experimentos, en donde las instalaciones y el marco lo predispone a uno a
ensayar e intentar. Un lugar para explorar, para probar, para buscar
explicaciones que traen nuevas preguntas, para equivocarse, para equivocarse y
volver a probar. Para tomar nota de lo que otros hacen y tratar de replicarlo.
Un lugar para conocer más de nosotros mismos y del mundo que nos rodea.
Así debe ser la
sinagoga. Un espacio lleno de experimentos desafiantes. Que nos incomoden, que
nos saquen de nuestra zona de confort, un lugar que nos obligue a ser
protagonistas y en donde cada uno sea responsable de sí mismo, para que entre
todos podamos generar una energía transformadora, una energía que nos motive a
cambiar, que nos motive a crecer, que nos motive a ser una mejor versión de
nosotros.
Esa es la
propuesta que con toda humildad quería compartirles en esta noche sagrada.
Ya es la hora.
Rosh Hashaná ha
comenzado. Una vez más nos volvemos a congregar.
Tenemos por
delante una jornada que tiene potencial de santidad. Dependerá de ti si vas a
querer solo contemplarla o hacer que la experiencia te atraviese, Tú decides. Puedes
venir de visita a la sinagoga o estar realmente presente en las plegarias.
El libro de la
vida se abre para nosotros. Nos enfrentamos al juicio divino. En las alturas se
define quien vivirá y quien morirá. Y en la tierra, aquí mismo, tú debes tomar una
decisión aún más importante: escoger el significado que le vas a dar a tu vida
espiritual.
Todo está
dispuesto. Ya es la hora. Rosh Hashaná ha comenzado.
La elección está
en tus manos.
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