jueves, 8 de marzo de 2012

Recuerdos de una niña


por Rita de Sasso

En 1948 yo tenía 5 años pero tengo muy clara la memoria de la llegada de la nave Jana Salem con mas de 1,000 Judíos a bordo en transito desde Shanghai a Israel.

Panamá y la congregación Kol Shearith Israel ya tenía experiencia en acogida de refugiados Judíos.  Cuando todavía podían salir de Europa mi abuelo Alberto Lindo y otros pudieron influir con el gobierno de Panama para darles a estas personas necesitas de refugio “visas de transito” por Panama.  En vista de que ningún otro país les daba entrada las visas se convirtieron mas o menos en permanentes. 

La comunidad de Kol Shearith se impuso un impuesto obligatorio para poder sufragar los costos de manutención.  Hubo que alquilar casas y apartamentos para alojarlos, proveerles de comida y dinero y asegurarles servicios médicos.  Mi mama me contó que su primer trabajo después de regresar de estudiar en los Estados Unidos era cobrarles el impuesto a los miembros de KSI.  No le pagaban, mi abuelo la “voluntarió.”

Al entrar los Estados Unidos a la guerra, casi todos los refugiados fueron recogidos y enviados a campos de detención en los Estados Unidos que era donde querían ir en primer lugar.

En 1948 el Rabino Witkin, rabino de la Jewish Welfare Board en Balboa se enteró que venia el Jana Salem a transitar el canal.  Él le presentó la información  al Consejo de Comunidades Hebreas de Panama, en ese tiempo liderado por mi abuelo, y se organizó el recibimiento.  Los pasajeros venían en muy malas condiciones.  El barco estaba atestado y hacinado, muchas de las personas abordo estaban desnutridas y el babel de lenguas y costumbres causaban muchas fricciones.  Al no tener permisos de visas ni nada, el Rabino Witkin arregló con las autoridades de la Zona del Canal para atracar el barco en un muelle grande y darles permiso a los pasajeros que bajaran al muelle.

Las damas de la Hermandad y de la JWB se organizaron para hacer comida, recoger ropa para adultos, niños y bebes y darles a todos un poco de cariño y comodidad.

Los señores reunieron a todos los que encontraron que hablaran Yiddish, Alemán, Polaco y otros idiomas para subir a bordo y servir de traductores y mediar diferencias.

El hospital Gorgas mando médicos y dentistas para prestar servicios y hasta la banda militar del ejército de los Estados Unidos toco música para alegrar  el ambiente.

Me contó mi mamá que casi ninguna de estas personas habían visto un guineo y que quedaron con la boca abierta cuando veían los racimos de guineos que pusieron para que comieran lo que quisieran.

Mis padres me llevaron ese día, por supuesto en el momento no entendía el significado de lo que estaba pasando pero con el pasar de los años les agradezco a ellos que me llevaron a ver una obra humanitaria tan grande.  El gesto salió del corazón grande del Judío ayudando a su hermano.  Nunca supimos de las personas que conocimos ese día, y siempre me ha quedado la curiosidad de saber su destino final.

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