miércoles, 22 de septiembre de 2010

Jol Hamoed Sucot

Por: Rabino Joshua Kullock

Sucot es una festividad especial. Por un lado, es un Jag en el que se nos prescribe estar alegres.  “VeSamajta veJagueja... y te alegrarás en tu festividad” (Dt. 16:14), siempre y cuando puedas hacer de ella tu festividad. ¿Y cómo es que uno puede “hacerse” de la festividad? Dando respuesta a lo que el Jag nos propone, y actuando entonces en consecuencia desde la respuesta asumida.  Eso mismo, el acto de dar respuesta y sostenerla en la acción, ya es motivo de alegría.


No obstante, y una vez asumido este compromiso, la alegría no puede quedar sólo ahí. Porque en realidad, Sucot debe ser entendido como la confluencia de dos ciclos: uno que se cierra, y otro que se abre. Y en cada uno de ellos se encierra el sentido trascendente que esta festividad nos propone.

Por un lado, Sucot es la tercera de las fiestas de peregrinación. En Pesaj, Shavuot y Sucot, todo hombre debía encaminar sus pasos a Jerusalem para entregar allí su ofrenda. Escondido en esta estructura conocida por todos, que comienza en Nisán con la salida de Egipto y concluye con Sucot, se encuentra el sentido de un ciclo que concluye. Pero para entenderlo, debemos prestar atención a la cara agrícola de estas festividades, la cual se expresa en los nombres de estos Jaguim.
Jag haSucot, lleva también el nombre de Jag haAsif, la fiesta de la recolección. ¿Por qué?  Porque en esta época la gente salía al campo a cosechar aquello que había sembrado durante todo el año.

Esto era fundamental en una sociedad agrícola para el pueblo de Israel en aquellos años. En consecuencia, la alegría de estas fechas era relativa, y dependía de cada persona: Todo aquel que durante el año se había comprometido con la tarea cotidiana de cuidar la obra de su mano, al terminar el ciclo podía disfrutar del fruto de su trabajo, para poder volver a empezar una vez más. 

Por otro lado, y en paralelo a las fiestas de peregrinación, Sucot es la tercera festividad de Tishrei, primer mes del año. Estas tres festividades también tienen una relación y nexo común.

En Rosh HaShana nos reunimos todos para la coronación divina. Es en ese momento que Ds sale a nuestro encuentro, siendo nosotros los que decidimos con nuestros actos hacer de Ds un Rey o no. En realidad, Ds puede ser Rey todo el tiempo, pero su reino carece de sentido si no hay persona en este mundo que lo reconozca como tal.

Por su parte, Iom Kipur es la búsqueda del hombre en soledad, primero de sí mismo, y luego de Ds. Paradójico o no, en Iom Kipur estamos más solos que nunca, con la premisa básica de encontrarnos con nosotros mismos. Sólo después de buscar en las profundidades de nuestro ser es que podemos levantarnos y salir a buscar el encuentro personal con D’s.
Pero este proceso de búsqueda mutua, tanto de Ds como del Hombre, recién empieza a cobrar forma en Sucot. Porque Sucot no es sólo Jag haAsif, sino también Jag haAsefa, la fiesta de la reunión. Re-unión que significa el volver a ser uno, con uno mismo, con D’s, y desde Sucot, con la comunidad que es el eslabón que nos estaba faltando. No es casual entonces, que esta unidad quede plasmada en los dos símbolos más importantes del Jag: Los Arbaat haMinim y la Suca.
Nos enseña nuestra tradición que cada una de las especies que conforman los Arbaat haMinim se corresponde con un tipo de persona, desde aquel que estudia y hace obras de bien, hasta aquel que no hace nada de todo eso. Estos paradigmas tipológicos deben ser unidos al momento de realizar la bendición correspondiente, haciéndose eco de este Jag haAsefa, de esta reunión imprescindible para comenzar a construir.
Pero sigamos adelante y entendamos en este espíritu lo que la Suca representa. Esta frágil estructura es el fiel reflejo de nosotros mismos. Es la más fiel representación de lo humano que sale en estos días al encuentro de lo divino. Tal es así que en la mística judía encontramos que la Suca se compara con un Jupa, con el palio nupcial. Es en esa Jupa, que cuando nos podemos Re-unir, nos volvemos uno con Ds también. Dicha la unión, aun en la dificultad e incluso a partir de las diferencias, es motivo de una gran alegría.
Es en la unión que nos propone Jag haSucot (o Jag haAsefa, como más les guste) que un ciclo se nos abre y que el año comienza a ser desandado. De ahora en más, tenemos que construir. Y la construcción, que no es más que poner en hechos lo que tantas veces mantenemos en el plano de las ideas, es elegir, es posicionarse, es responder.
Todo lo dicho hasta aquí queda expresado en el libro del Ecleasiastés, que no por casualidad se lee en el Shabat Jol haMoed de Sucot. En medio de sus tribulaciones, y en un momento de gran inspiración, Kohelet dice lo siguiente: “Mejor son dos que uno […] porque si caen, el uno levantará a su compañero; pero ¡ay del que está solo! Cuando caiga no habrá otro que lo levante […] pues cordón de tres dobleces no se rompe pronto” (Ec. 4:9-10,12).
Que podamos escuchar las palabras de Kohelet, para poder dar respuesta en este ciclo que recién comienza al desafío que significa la Reunión, la Asefa.

Shabat Shalom y Moadim leSimja!

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