miércoles, 29 de septiembre de 2010

Parashat Bereshit

Los Rabinos de la UJCL escriben sobre la parashá de la semana.



Bereshit 1:1-6:8
Rabina Daniela Szuster
Congregación B´nei Israel, Costa Rica


Acerca de la capacidad de nombrar y ser nombrados
            Una vez más nos encontramos comenzando la lectura de la Torá. Leemos acerca de todos los fenómenos naturales que D”s creó: cielo, tierra, mares, astros, vegetales, animales y seres humanos. A continuación, se nos dice que D”s colocó al ser humano dentro del huerto del Edén para que lo cultive y lo cuide (Bereshit 1:15). A diferencia de los otros fenómenos creados, le confirió al hombre una responsabilidad especial. ¿Qué es lo primero que se nos cuenta que hizo el ser humano luego de ser creado?: “Denominó el hombre con nombres a todos los animales y a las aves del cielo y a todas las fieras del campo…” (Bereshit 2:20).  Le dio nombres a cada uno de los animales. Este accionar no deja de llamar la atención teniendo en cuenta que gran parte del texto anterior a este pasaje, fue D”s quien nombró a todo lo creado. Por ejemplo: “Llamó Elohim a la luz, día y a las tinieblas llamó, noche”, “Llamó Elohim al firmamento, cielos”, “Llamó Elohim a la tierra seca, tierra y a la reunión de las aguas llamó, mares” (Bereshit 1:5, 8 y 10).


            Sin duda, el nombrar es una expresión del poder y soberanía divina sobre lo creado. Quien nombra es quien tiene el poder. ¿Qué querrá decir que el ser humano nombra en la parashá que D”s es el “nombrador” por excelencia?
            Comenta un Midrash: “Dijo Rabi Haja: en el momento en que D”s se dispuso a crear al ser humano, pidió consejos a sus huestes celestiales. Les dijo: “Haremos al hombre”. Le preguntaron: ¿cuál será su cualidad? Les contestó: su sabiduría será más grande que la vuestra. ¿Qué hizo D”s? Trajo delante de los ángeles los animales, bestias y aves creadas. Les dijo: ¿Cuál es el nombre de cada uno de ellos? Y no supieron qué decir. Dado que D”s creó al primer ser humano, reunió a todos los animales y también le preguntó ¿Cuál es el nombre de cada uno de ellos? El primer hombre contestó: éste es bueno llamarlo toro, este burro, este caballo, este camello, este león, etc”  (Midrash Raba 17, 5).
            El ser humano pudo hacer lo que los ángeles no supieron: otorgar nombres a los seres vivos. Obtuvo el don del lenguaje, diferenciándose de los animales y de los seres celestiales. Quizás podamos pensar que cuando la Torá nos dice que nos creó a imagen y semejanza de D”s (Bereshit 1:27), significa que nos asemejamos en el poseer el don de la palabra.
            Siguiendo esta idea, una pensadora de nuestro tiempo, Judith Butler, sugiere: “Se llega a “existir” en virtud de esa dependencia fundamental de la llamada del otro” […] ”El acto de reconocimiento se convierte en un acto de constitución: la llamada trae al sujeto a la existencia” (Butler, Lenguaje, poder e identidad,1997: 22 y 50).
            Éstas son palabras muy profundas, nos impulsan a reflexionar en cómo somos constituidos: por medio de alguien que nos nombra, que nos llama a la existencia y que nos reconoce. Nos somos nada sin alguien que haya pensado en nosotros. O sea que el nombrar no es sólo expresión de poder sino de reconocimiento, cercanía y amor.  
            Además, Judith Butler nos recuerda: “…la posibilidad misma de nombrar a alguien requiere que uno haya sido nombrado antes. El sujeto del habla que es nombrado se convierte, potencialmente, en un sujeto que con el tiempo nombrará a otro” (Ídem., 56).
            Me parece sumamente interesante este concepto que sostiene que somos nombrados y por este medio, no sólo se nos abre un lugar en este mundo sino que nos da la posibilidad de también nosotros otorgar un nombre a otros. Es la eterna oscilación entre nombrar y ser nombrados.
            La Mishna de Pirkei Avot nos dice: “Rabi Shimón dice: existen tres coronas: la corona de la Torá, del sacerdocio y del reinado pero la corona del buen nombre está por encima de las tres” (Mishna, Pirkei Avot, 4:17). Este sabio jerarquiza el buen nombre, Shem Tov, por encima de las coronas que los seres humanos suelen añorar: sabiduría, liderazgo y poder.  A lo largo de la vida somos nombrados de maneras diversas. A veces recibimos buenos nombres, otras veces, nombres mediocres y otras tantas quizás nombres despreciables. Al final de los días, seguramente alguien hará el promedio.
            Posiblemente, la manera en que somos nombrados dependa de cómo nombramos nosotros a los demás. Es un interjuego constante, en el que debemos ser cuidadosos y cautelosos. No abusarnos del poder de nombrar y del uso de la palabra. 
            A veces ocuparemos un lugar parecido a  la divinidad, nombrando a quienes nos rodean; otras veces seres como aquellos seres vivos que el primer hombre nombró, siendo determinados y llamados a la existencia.
            Somos realmente privilegiados por haber obtenido el don del lenguaje. Seamos capaces de utilizarlo con sabiduría, reconociendo y llamando a la existencia a nuestros semejantes por medio de la palabra y a la vez,  forjándonos un verdadero Shem Tov, un buen  nombre.
¡Shabat Shalom!

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