Rabino Joshua Kullock
Comunidad Hebrea de Guadalajara, México
Shabat Shalom
Rabino Joshua Kullock
Comunidad Hebrea de Guadalajara, México
La parasha de esta semana abre con uno de los momentos más difíciles que le puede tocar vivir a una persona: el día después de la pérdida de un ser querido: “Habló Ad-nai a Moshe después de la muerte de los dos hijos de Aarón, que murieron cuando se acercaron a la presencia de Ad-nai” (Lv. 16:1).
Tras esta breve introducción, la Tora nos detallará una cantidad de ordenanzas y actividades que debía llevar adelante Aarón, actividades que tenían por motivo marcar el camino “para que no muera” (16:2). En consecuencia, y en una primera aproximación, podemos ver que el texto nos lega una enseñanza fundamental: con todo el dolor del mundo, y por mucho que nos cueste, aquellos que hemos quedado con vida debemos seguir caminando, debemos seguir haciendo todo lo que se encuentre a nuestro alcance para poder entonces trascender las memorias de nuestros seres queridos en la obra de nuestras manos. De aquí que lo primero que la tradición de Israel le invita a hacer a los deudos una vez que han regresado del cementerio es sentarse en duelo y comer en familia. Esta comida no es optativa, y da cuenta de lo fundamental que es conectarse con acciones básicas que nos ayuden luego a llevar adelante un duelo sano.
No obstante, y más allá de las prácticas específicas que tanto Aarón como cada uno de nosotros es invitado a hacer en los momentos de dolor, creo que al leer nuestra Parasha no podemos dejar de pensar – o al menos yo no puedo dejar de hacerlo – en aquello que seguramente pasó por la mente del hermano de Moshe, quien acababa de perder a sus dos hijos mayores. Imagino que Aarón en todos esos días, y una vez que pudo salir del impacto recibido, se dedicó a buscar sentido frente a la tragedia. Posiblemente no sea tan difícil imaginar esto. Porque al igual que Aarón, cada uno de nosotros intenta encontrar sentido en los momentos de tragedia, de pérdida y de dolor. Cuando somos testigos de situaciones que nos golpean, casi inmediatamente buscamos algún tipo de explicación que nos ampare y nos permita reconstruir un mundo que parece haber estallado en mil pedazos frente a nuestra mirada impotente.
Es en este espíritu que creo que debemos entender las distintas respuestas que nuestros sabios dieron a la razón – es decir, al sentido – de la muerte de Nadav y Avihu. Un grupo importante sostuvo que Ds castigó sin miramientos a los hijos de Aarón en la única falta que cometieron en sus vidas. Algunos propusieron razones que se ajustan a lecturas exegéticas del texto, y otros prefirieron tomar el ejemplo de los muchachos para enseñar algo de moral y ética a sus lectores u oyentes contemporáneos. Muchos años después todavía una gran parte del pensamiento teológico judío se ancla en esta ecuación simple que mide las tragedias y desgracias en términos de castigos por transgresiones que hemos cometido, seamos conscientes de ellas o no.
Un segundo grupo de sabios abrazo un acercamiento diferente al sentido de las tragedias que se suceden en nuestro mundo. Para ellos, ya no se trata de castigos infligidos por un Ds que no conoce de excepciones a la regla, sino que aquí se manifiesta un decreto divino del cual no podemos aprehender sus fundamentos debido a nuestra limitada capacidad intelectual. Somos demasiado pequeños para mirar el mundo con la perspectiva necesaria que nos posibilite entender por qué nos pasan cosas que equivocadamente describimos como males. Si sufrimos es porque no entendemos, pero en el momento en que demos cuenta de ello, habremos de encontrar consuelo en la idea de que nuestro sufrimiento sirve a un bien superador. Así en aquellas épocas los sabios justificaron la horrenda muerte de Rabi Akiva en manos de los romanos, y en nuestros tiempos varios pensadores contemporáneos supieron explicar de esta manera las grandes tragedias de nuestra época: en términos del rabino Soloveitchik, somos como quienes ven un tapete por la parte de atrás. Los hilos, las costuras, las imperfecciones… todo queda a la vista. Pero qué diferente sería todo si pudiéramos ver el tapete del lado correcto. No podríamos dejar de admirar tanta belleza y perfección.
Por último, el midrash también nos regala la visión de aquellos sabios que prefirieron concentrarse no tanto en la muerte de Nadav y Avihu, sino en la reacción de Ds frente a dicha tragedia. En consecuencia, en Levítico Raba (Ajarei Mot, 20:10) se nos cuenta que al Santo bendito sea le dolió dos veces más que al mismo Aarón la muerte de sus hijos. No hay ninguna duda que el midrash no busca armar una competencia sobre quién sufre más. Por el contrario, lo que manifiesta es que en los momentos de dolor, Ds no aparece como aquel que nos está castigando o está decretando algo en contra nuestro que no podremos jamás comprender. En este caso, Ds aparece como aquel que nos acompaña empáticamente en el sufrimiento, esperanzado en que juntos podamos salir adelante. En consecuencia, aquí ya no buscaremos culpables ni transgresores. Aquí concentraremos nuestra energía en poder reencontrarnos con nuestro equilibrio y continuar.
En el día después de la tragedia, cuando todavía el dolor se manifiesta sin anestesia, somos invitados a creer en un Ds que no causa nuestra agonía, sino que se encarna en todo aquello que cada uno de nosotros pueda hacer para aliviar el sufrimiento de quienes nos rodean. Es en dichas acciones redentoras que nosotros encarnamos la viva presencia de Ds en nuestras vidas. Y es en ese hacer que cada una de nuestras vidas se llena de sentido y trascendencia.
Rabino Joshua Kullock
No hay comentarios:
Publicar un comentario