viernes, 16 de septiembre de 2011

Ki Tavó 5771

Los Rabinos de la UJCL escriben sobre la parashá de la semana. 
Rabino Mario Gurevich 
Beth Israel Synagogue – Aruba. 

Parashat Ki Tavó, en la tónica del libro de Devarim (Deuteronomio), nos vuelve a exponer la dicotomía y la elección entre el bien y el mal, la vida y la muerte, la bendición y la maldición.  Estas últimas especialmente son incluidas en el texto con meticulosidad y amplio carácter descriptivo.

Nuestra tradición sinagogal hizo que el capítulo de las maldiciones se leyera en voz baja, casi susurrada. Nadie quiere realmente oír ese horrendo recuento de calamidades, más adecuada al Infierno de Dante que a la palabra de Dios.  Aunque en nuestro tiempo no es necesario recurrir a esos subterfugios, ya que podemos ver el resultado de la maldición por TV, y los horrores que el mundo sufre cuando un individuo o un grupo de individuos deciden irrespetar el consejo bíblico y aun el sentido común, no eligiendo la vida.

Este año, Parashat Ki Tavó se lee en la semana en que se conmemoran los diez años del fatídico 9/11.  Tuvimos en Aruba un acto de recordación y quisiera transcribirles mis palabras en ese evento, ya que de alguna manera tienen mucho que ver con las moralejas de nuestra Parashá:


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Y fue la tarde y fue la mañana, a lo largo de diez años, y el mundo sigue caótico y vacío, con su alma a oscuras.

Pues a pesar de todas las políticas, bombas y batallas que siguieron al 11 de setiembre del 2001, lo que golpea a los dolientes es un vacío más personal y sensorial, la ausencia de tacto y vista y voz, una amputación de historias personales.

¿Cómo pudo un ser humano hacerle esto a otro?  Yo pregunto, pero no tengo la respuesta.
Debemos reconocer que la maldad absoluta existe, y que debemos luchar contra ella.

Para una sociedad libre y multicultural, cargada con una definición amplia de “tolerancia”, esta es una tarea difícil. Los medios de comunicación, las universidades y los expertos políticamente correctos declaran que todo el mundo tiene razón, y por ende, no existen absolutos.

De hecho, esta es una definición distorsionada de la tolerancia.  Tolerancia implica un compromiso para resolver desacuerdos a través del entendimiento mutuo y la discusión, no a través de la violencia.

Entonces, que quede claro: Matar inocentes es malvado, absolutamente.  El terrorismo es malvado, absolutamente.  Esto es cierto, sin importar si el perpetrador es blanco, negro o amarillo; cristiano, judío o musulmán.

No podemos luchar contra el mal si no existe el mal.  La maldad debe ser llamada maldad; en los medios de comunicación, en los gobiernos y en el discurso público.

Y para vencer al mal, debemos entregarnos al “bien”, con la misma fiereza con la que nuestros enemigos se entregan al “mal”.

En 1861, en el furor de la guerra civil, Abraham Lincoln unió a los norteamericanos en un día de oración.

Todos anhelamos la derrota del mal.  Por lo que recurrimos a nuestro Padre amante y Le pedimos nos guíe en el rumbo apropiado de acción, y que vigile su éxito.  Nuestro Dios de seguro tiene el poder para lograr esto.

Salmo 23 – Plegaria fúnebre

1 El Señor es mi pastor; nada me faltará.
 2 En praderas verdes me hace recostar; junto a aguas tranquilas me conduce.
 3 Reconforta mi alma, me guía por sendas de justicia a causa de Su nombre.
 4 Y aun cuando ande por el valle tenebroso, no temeré mal alguno, porque Tú estás conmigo; Tu vara y Tu cayado, ellos me dan aliento.
 5 Aderezas mesa delante de mí en presencia de mis adversarios; unges mi cabeza con aceite; mi copa está rebosando.
6 Ciertamente la bondad y la misericordia me seguirán todos los días de mi vida, y en la casa del Señor moraré por largos días.

La acción debe ir de la mano de la oración.  La acción demuestra la seriedad de tu plegaria.
En nuestras vidas individuales, cuando nos enfrentamos a una crisis de salud, dinero, éxito o agravio, además de rezar, actuamos.  A nadie se le ocurriría pedir a Dios que nos ayude a conseguir un buen trabajo, para después sentarnos a esperar a que llamen a nuestra puerta.
En momentos de crisis, ¿qué acciones debemos tomar?  ¿Cómo podemos empezar a hacer la diferencia?

Esparcir claridad.  Educar a otros en la definición verdadera: Terrorista es aquel que daña a propósito a civiles inocentes.

Por último, tenemos que estrechar filas.  Todo el mundo civilizado debe estar completamente unido en esta lucha por la supervivencia.

Pero, ¿alrededor de qué nos uniremos?

Una valiosa herramienta para la unidad es el concepto de monoteísmo.  Cualquier ser humano que cree en un único Dios, amante y todopoderoso –base del judaísmo, cristianismo e Islam – también cree en un Dios que desea que la humanidad viva en paz y fraternidad.

En este momento tan decisivo en la historia mundial, cuando las fuerzas del mal procuran dividirnos y aterrorizarnos hasta la sumisión, cada uno de nosotros debe volcarse hacia el Dios Universal, Creador de todos nosotros.  Rogamos por el valor, la sabiduría y la dedicación que nos permitan ganar esta batalla contra el malvado flagelo del terrorismo.

En realidad, si algún momento se prestó para que el dicho “las acciones hablan más que las palabras” fuera apropiado, pareciera ser éste.

Ciertamente, las acciones de los héroes en el hercúleo esfuerzo de rescate, lo dicen todo del valor de la vida humana… y de la muerte.  Y ciertamente, las acciones de los miles que esperaron en fila durante horas para donar sangre, reflejan claramente lo que es preocuparse y cuidar a nuestros semejantes.

Pero los eventos cataclísmicos también exigen acciones de una variedad diferente.  Acciones de carácter muy personal.

Podemos pedirnos más a nosotros mismos.  Podemos exigirnos que nos mantengamos verdaderamente humanos, viviendo con la continua certeza del alma sagrada que Dios infundió en cada uno de nosotros.

Que el recuerdo de cada una de las víctimas y héroes del 9/11 vivan por siempre en el Santuario Sagrado de los corazones de todos los hombres y mujeres de buena voluntad, inspirándonos a servir a Dios y a Su Creación en la verdad, el bien y la paz.  Amén.

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