Leshaná Tová, un buen año
GUSTAVO KRASELNIK
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La celebración de Rosh Hashaná que se inicia esta noche, marca el comienzo del año 5772 del calendario judío. Nuestros maestros, siguiendo el relato bíblico, nos enseñan que el mundo y el ser humano fueron creados en esta fecha hace precisamente 5772 años (cifra que hay que entender en forma simbólica y no literal).
A diferencia de otras culturas, el cambio de año no presenta un espíritu festivo jovial, sino un marco más solemne y reflexivo. Esto se debe a que Rosh Hashaná es también el día del juicio divino. Al conmemorar un nuevo aniversario de la creación, Dios pasa revista a sus criaturas. Por lo tanto se nos invita a un “balance del alma”, un análisis profundo de nuestro accionar con el fin de corregir y mejorarnos.
La tradición judía define tras aspectos vitales en este proceso, que apuntan a fortalecer nuestra posición de cara al juicio divino (que también es el juicio ante uno mismo) y salir de allí fortalecidos y decididos a ser mejores personas: El arrepentimiento, la plegaria y la Tzedaká (acciones de ayuda solidaria).
La Teshuvá o arrepentimiento, consiste en un exhaustivo ejercicio de análisis e introspección que nos permita identificar aquellas cosas que hicimos mal, los errores cometidos, y reconocerlos como tales. Comprender el daño ocasionado y asumir en forma honesta y comprometida la voluntad de no repetirlos. Teshuvá significa literalmente retorno, es regresar al camino correcto.
La plegaria es valiosa porque nos permite encontrar un camino para sentirnos conectados con lo trascendente. La belleza y profundidad de las oraciones nos inspiran y nos elevan. La experiencia litúrgica, tanto personal como colectiva, nos ayuda a desarrollar nuestra intimidad con Dios y sentir su presencia en nuestras vidas.
Los actos de Tzedaká tienen un alto valor concreto y simbólico. Ayudar a los necesitados es un acto de justicia
(Ese es el origen de la palabra Tzedaká). Nuestros actos solidarios pretenden generar un poco de equidad allí donde reina la desigualdad y la desesperanza. A la vez, son acciones reparadoras.
Nuestro arrepentimiento como ejercicio teórico necesita complementarse en la práctica. Si somos conscientes de las consecuencias negativas que causaron nuestros errores, aspiramos a que nuestras obras de Tzedaká, generen una energía positiva que logre un efecto compensador.
Una de las tradiciones principales de Rosh Hashaná, que se remonta a los tiempos bíblicos, es escuchar el sonido del Shofar, un cuerno de carnero que al soplarlo emite un sonido intenso y penetrante. ¿Para qué se lo toca? A lo largo de los siglos se han dado diversas respuestas a esta pregunta. Una de las más bellas, pronunciada por el filósofo español Maimónides, sostiene que el Shofar es una suerte de despertador que viene a sacudir nuestras conciencias adormecidas.
Romper con la rutina, salir de nuestra zona de confort, mirar dentro y comprometernos a ser mejores personas, como primer paso para la transformación del mundo. De eso se trata Rosh Hashaná.
Durante la fiesta nos saludamos deseándonos Leshaná Tová, un buen año o Leshaná Tová Umetuká, un buen año lleno de momento dulces (esa es la razón por la que se acostumbra a comer manzana con miel). A eso se añade el deseo de resultar favorecido en el juicio divino: ¡Que seas inscripto en el libro de la vida!
Un nuevo año del calendario judío comienza. Que traiga su bendición de paz, salud y bienestar para todos. Leshaná Tová.
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