Los Rabinos de la UJCL escriben sobre la parashá de la semana
Rabino Claudio Jodorkovsky
Asociación Israelita Montefiore
Bogotá, Colombia.
Rabino Claudio Jodorkovsky
Asociación Israelita Montefiore
Bogotá, Colombia.
Esta semana comenzamos un nuevo ciclo de la lectura de la Torá y en Parashat Bereshit nos reencontramos con la historia de Adam y Javá en el Jag Eden, el jardín del Edén. Como sabemos, D-s ubicó a la primera pareja en este lugar donde podían alimentarse de todo árbol frutal, sin embargo les ordenó un trato especial a dos de ellos en particular: Tanto al árbol del conocimiento del bien y del mal como al árbol de la vida no podían tocar ni comer de sus frutos. Lo ocurrido con el primero es conocido por todos: En complicidad, la serpiente, Adam y Javá terminan desobedeciendo la orden divina, y castigados por su transgresión. Sin embargo quisiera referirme en esta oportunidad al segundo de los árboles, el árbol de la vida, que a la luz de lo sucedido con el primero pasa por lo general desapercibido.
De acuerdo al texto de nuestra Parashá el árbol de la vida estaba ubicado “en medio” del jardín del Edén (Bereshit 2:9) y de acuerdo a una de las tantas lecturas posibles del relato, sus frutos ofrecían vida eterna a quién comiera de ellos. A la luz de esta lectura, los sabios sostienen que el árbol de la vida representa a la Torá, como está escrito en el libro de los proverbios (3:18) “(La Torá) es un árbol de vida para los que se aferran de ella”. Y así como ocurría en el jardín del Edén, la Torá se encuentra también ubicada “en el medio”, en este caso del pueblo judío, y ofrece vida eterna a Israel a través del apego a sus enseñanzas y preceptos.
De acuerdo al texto de nuestra Parashá el árbol de la vida estaba ubicado “en medio” del jardín del Edén (Bereshit 2:9) y de acuerdo a una de las tantas lecturas posibles del relato, sus frutos ofrecían vida eterna a quién comiera de ellos. A la luz de esta lectura, los sabios sostienen que el árbol de la vida representa a la Torá, como está escrito en el libro de los proverbios (3:18) “(La Torá) es un árbol de vida para los que se aferran de ella”. Y así como ocurría en el jardín del Edén, la Torá se encuentra también ubicada “en el medio”, en este caso del pueblo judío, y ofrece vida eterna a Israel a través del apego a sus enseñanzas y preceptos.
La imagen del árbol de la vida, representada hoy en día por la Torá, siempre me ha parecido muy poderosa. La imagino como una rueda que se sostiene de un eje ubicado exactamente “en medio” de ella y que debe permanecer siempre ahí porque el más mínimo movimiento hace que pierda el equilibrio y finalmente caiga. La Torá, siguiendo la metáfora, cumple esa función para nuestro pueblo: Sus enseñanzas, valores y normas son los pilares que sostienen al pueblo judío, y si los movemos de su eje podemos hacer peligrar su continuidad.
Como judíos, en especial debido a la condición diaspórica de nuestras comunidades, nos vemos sometidos regularmente a costumbres, mensajes y celebraciones que no nos pertenecen y hacen que nos preguntemos si acaso al incorporarlas no estamos desplazando la centralidad de la Torá y la tradición de nuestro pueblo del centro de nuestras vidas. Y traigo este tema en especial porque por estos días las calles de nuestras ciudades comienzan a llenarse con figuras y adornos de la festividad de Halloween y la televisión introduce sus mensajes al interior de nuestros hogares incluso sin consultar nuestra opinión.
¿Está mal que un judío celebre Halloween? Muchos sostienen que el festejo actual perdió cualquier contenido religioso y se trata únicamente de una sencilla invitación a celebrar. Para otros, aun cuando esto pueda ser así, Halloween incluye una serie de imágenes relacionadas con la muerte que poco se condicen con la visión que tiene al respecto nuestra tradición y en este sentido el festejo puede perjudicar nuestra identidad judía, en especial la de los niños.
A nivel personal, me inclino por pensar que como judíos, antes de preguntarnos por la conveniencia de incorporar celebraciones que no son parte de nuestra tradición, tenemos el desafío de priorizar aquellas que sí lo son y de las que por diferentes motivos a veces nos hemos alejado. Me pregunto: De nuestros hermanos judíos que celebran Halloween, ¿Cuántos son los que también se preocupan por disfrazarse en Purim con la familia, construir una Sucá en Sucot o encender la janukiá durante los ochos días de Januká? Nuestro calendario está colmado de oportunidades para reunirnos y compartir en familia y comunidad las celebraciones de nuestra tradición y cada vez que lo hacemos estamos contribuyendo para que la Torá sigua manteniéndose al centro de nuestra vida y así nuestro pueblo permanezca vivo a pesar del paso de los años.
Por eso, ante los mensajes y valores que se nos imponen desde “afuera”, pienso que la actitud judía debe ser, ante todo, la de volcarnos a nuestra milenaria tradición para rescatar nuestras hermosas tradiciones y celebraciones, llenas de significado, valores y hermosas vivencias y de ese modo sean ellas las que estén en el centro de nuestra vida, nutriéndola y otorgándole el equilibrio requerido para enfrentar los desafíos de nuestra época.
¡Shabat Shalom Umeboraj!
Como judíos, en especial debido a la condición diaspórica de nuestras comunidades, nos vemos sometidos regularmente a costumbres, mensajes y celebraciones que no nos pertenecen y hacen que nos preguntemos si acaso al incorporarlas no estamos desplazando la centralidad de la Torá y la tradición de nuestro pueblo del centro de nuestras vidas. Y traigo este tema en especial porque por estos días las calles de nuestras ciudades comienzan a llenarse con figuras y adornos de la festividad de Halloween y la televisión introduce sus mensajes al interior de nuestros hogares incluso sin consultar nuestra opinión.
¿Está mal que un judío celebre Halloween? Muchos sostienen que el festejo actual perdió cualquier contenido religioso y se trata únicamente de una sencilla invitación a celebrar. Para otros, aun cuando esto pueda ser así, Halloween incluye una serie de imágenes relacionadas con la muerte que poco se condicen con la visión que tiene al respecto nuestra tradición y en este sentido el festejo puede perjudicar nuestra identidad judía, en especial la de los niños.
A nivel personal, me inclino por pensar que como judíos, antes de preguntarnos por la conveniencia de incorporar celebraciones que no son parte de nuestra tradición, tenemos el desafío de priorizar aquellas que sí lo son y de las que por diferentes motivos a veces nos hemos alejado. Me pregunto: De nuestros hermanos judíos que celebran Halloween, ¿Cuántos son los que también se preocupan por disfrazarse en Purim con la familia, construir una Sucá en Sucot o encender la janukiá durante los ochos días de Januká? Nuestro calendario está colmado de oportunidades para reunirnos y compartir en familia y comunidad las celebraciones de nuestra tradición y cada vez que lo hacemos estamos contribuyendo para que la Torá sigua manteniéndose al centro de nuestra vida y así nuestro pueblo permanezca vivo a pesar del paso de los años.
Por eso, ante los mensajes y valores que se nos imponen desde “afuera”, pienso que la actitud judía debe ser, ante todo, la de volcarnos a nuestra milenaria tradición para rescatar nuestras hermosas tradiciones y celebraciones, llenas de significado, valores y hermosas vivencias y de ese modo sean ellas las que estén en el centro de nuestra vida, nutriéndola y otorgándole el equilibrio requerido para enfrentar los desafíos de nuestra época.
¡Shabat Shalom Umeboraj!
No hay comentarios:
Publicar un comentario