Rabino Gustavo Kraselnik
Si bien recién en marzo del 2012 voy a cumplir diez años como rabino de KSI, esta es la décima ocasión que estoy al frente de la congregación para los Iamim Noraim.
Hace unos días compartía esta reflexión con un colega amigo quien me sacudió con la espontaneidad de su respuesta: Guau! 10 años seguidos que tu gente te viene escuchando. Se merecen un premio, ¡deberías regalarles algo!
Quedé sorprendido por sus palabras. En primer lugar porque asume que ustedes me escuchan (lo cual me pone muy contento) y en segundo lugar porque verdaderamente es una gran idea que pudiera retribuirles todo lo que he recibido en este tiempo, mediante un obsequio.
¿Cuál sería un regalo apropiado para Rosh hashaná? ¿Qué piensan?
Se me había ocurrido una idea extraordinaria. Me encantaría darle un GPS a cada uno.
Quedé sorprendido por sus palabras. En primer lugar porque asume que ustedes me escuchan (lo cual me pone muy contento) y en segundo lugar porque verdaderamente es una gran idea que pudiera retribuirles todo lo que he recibido en este tiempo, mediante un obsequio.
¿Cuál sería un regalo apropiado para Rosh hashaná? ¿Qué piensan?
Se me había ocurrido una idea extraordinaria. Me encantaría darle un GPS a cada uno.
Para los que no saben el GPS es un sistema de posicionamiento global que permite saber donde uno se encuentra (lo cual créanme que no es poca cosa en estos días). Además con cierta información previa, como un mapa por ejemplo, nos brinda la mejor ruta posible de acuerdo a nuestras preferencias para llegar a un destino deseado.
No se confundan. La idea no apunta a entregarles un GPS para intentar evitar los tranques de la ciudad (Créanme, no va a funcionar. La única tecnología capaz de vencer al tráfico, es la de un helicóptero). Me refiero más precisamente a una suerte de GPS espiritual, una guía que nos permita orientarnos en este viaje hacia las profundidades de nuestro ser que nos plantean los Iamim Noraim.
Antes de preguntarme siquiera como iba a poder costear la compra de semejante cantidad de GPS (piensen por un momento que la sinagoga tiene 200 familias miembros, esta noche hay en la sinagoga 400 personas, así que aún cuando los consiga a buen precio, es un gran presupuesto) me di cuenta que en realidad cada uno tiene frente a sus ojos un extraordinario GPS.
Permítanme explicarles
En el artículo que publiqué hoy en La Prensa, traigo una de las ideas más profundas en relación a esa fiesta sagrada: Nuestra posibilidad de enfrentar el juicio divino desde un mejor posicionamiento personal a partir de tres acciones fundamentales: La Teshuvá (arrepentimiento), La Tefilá (plegaria) y La Tzedaká.
En las palabras del Rabi de Maguncia, que vamos a recitar mañana en la repetición de la Amida de Musaf: “Uteshuva utefila utzedaká maavirim et roa Hagzera”, La Teshuvá, la Tefilá y a Tzedaká, atenúan la severidad del veredicto divino.
Estas tres herramientas que tenemos nos vinculan con tres aspectos diferentes y esenciales de nuestra vida. La Teshuvá nos conecta con nosotros mismos, la Tefilá con Dios, y la Tzedaká, con nuestros semejantes.
Mañana en la noche voy a hablar sobre la Teshuvá, en Yom Kipur espero hacerlo sobre la Tzedaká, y en esta noche que comenzamos a transitar este camino intenso de los Iamim Noraim quiero invitarlos a reflexionar sobre la Tefilá y sobre ese extraordinario GPS que es el Majzor, el libro de oraciones que usamos en Rosh Hashaná y en Yom Kipur.
Se trata de una colección de plegarias escritas a lo largo de la historia. Desde el Shema y la bendición sacerdotal, que ya aparecen en la Torá hasta reflexiones profundas e inspiradoras de teólogos contemporáneos.
El Majzor, con este conjunto ecléctico de textos, se nos presenta como un gran mapa desplegado para que podamos desplazarnos por medio de sus páginas, adentrándonos en la experiencia espiritual de la plegaria.
Como todo GPS, el Majzor es sólo una herramienta. El hecho que lo tengamos encendido es importante pero no significa que vaya a rezar por nosotros. Ese es nuestro trabajo. Es que la plegaria requiere nuestro involucramiento y nuestra participación.
La propuesta litúrgica moderna vinculada a los movimientos liberales ha permitido a mucha gente acercarse a la experiencia. Desde la orientación de la sinagoga, hasta la indicación de la página en que se encuentra el rezo hay un esfuerzo sistematizado para tratar de hacer sentir confortable al individuo que asiste al servicio religioso.
La belleza de la plegaria, el recuperar el uso de instrumentos musicales, como era costumbre en el Templo de Jerusalem, la idea de un sermón rabínico que resulte inspirador y educativo, apuntan a brindar al feligrés todos los condicionamientos necesarios para que salga enriquecido de la vivencia.
Sin embargo, hemos fracaso en lo esencial. Para la mayoría de nuestra gente la plegaria pertenece a un mundo lejano, es un fenómeno de otra galaxia, no forma parte de su vida.
En el intento de brindar armonía y orientación en el rezo, hemos transferido el centro de la escena al púlpito y construido una suerte de barrera entre lo que ocurre aquí arriba y allí abajo.
Hemos construido una dinámica casi de teatro en donde los participantes casi no participan. Son meros espectadores de un drama (o una comedia) que ocurre en este escenario imaginario.
Para que la plegaria sea significativa, para que cada uno pueda apropiarse de la vivencia, para sentir que somos una comunidad que comparte la oración, necesitamos cambiar esa situación.
Y qué mejor que proponernos ese cambio en esta noche de Rosh Hashaná, la fiesta que nos invita precisamente a cambiar, a mejorar.
Veamos algunas sugerencias:
1. Dice la Mishná (Brajot 5:1) que los jasidim, los verdaderamente piadosos comenzaban a concentrarse una hora antes del rezo para que su kavaná, su concentración estuviese claramente enfocada a la hora de iniciar la plegaría. Quizás un esfuerzo para llegar temprano a la sinagoga pudiera ayudarnos también a nosotros en nuestra conexión con lo espiritual. El ritmo frenético en el que vivimos nos acompaña aún dentro de la sinagoga, una transición más suave, con más tiempo, podría ser beneficiosa y ayudaría a nuestra concentración.
2. Desde el punto de vista de su estructura, la plegaria está construida para que alguien la dirija y los demás respondan. Ese modelo pudo ser de mucha utilidad en la época previa a la imprenta donde la gente no tenía libros de rezos en sus manos. Creo que hoy en día cada uno debería hacerse cargo de su propia oración. En ese sentido las lecturas silenciosas nos invitan a asumir el protagonismo de nuestra plegaria. La combinación del rezo colectivo con el individual es la fórmula que nos permite una vivencia litúrgica, tanto individual como colectiva, de alto impacto.
3. Cantar las plegarias puede ser altamente beneficioso. Una vez leí que la razón por la cual cantamos las plegarias es para no tomar su contenido demasiado en serio. Y les confieso que algo de eso me agrada. No estoy de acuerdo con el cien por ciento de las cosas que rezamos. Muchas de las frases de la liturgia las interpreto de una forma simbólica, pero hay otras que definitivamente no comparto. Sin embargo al cantar las plegarias todos juntos, en congregación, siento que pesa más lo emocional que lo racional, priorizo sentirme parte de la comunidad que compartir la exactitud teológica de cada afirmación.
4. Las lecturas conjuntas o alternadas pretenden la interacción entre todos los participantes. Apuntan a derribar la separación entre el escenario y el público. Cuanta más participación hay, es más poderosa la sensación de rezar juntos. Al acortar las distancias entre nosotros también acortamos la distancia con Dios. Nos necesitamos para que la plegaria alcance su objetivo.
5. Otra clave de la plegaria es el equilibrio entre repetición e innovación. Recitar las mismas plegarias nos brinda cierta sensación de confort. Nos sentimos tranquilos sabiendo de qué va la cosa. Pero para evitar caer en la automatización es necesaria la innovación, la novedad que marque la diferencia.
6. La plegaria requiere conocimiento y práctica. Como ya he dicho en otras oportunidades es muy difícil aprender a rezar mientras se reza. Dedicar tiempo al estudio de los textos, analizarlos, buscar diversas interpretaciones nos permite a la hora de la plegaria sentirnos cómodos y relajados, requisito fundamental para intentar elevarnos en nuestra espiritualidad.
La plegaria no es mágica, el majzor es una guía. Cada uno construye su propia plegaria y para eso tiene que involucrar su intelecto y sus emociones. No es un ejercicio pasivo, el rezo requiere tu participación seria y comprometida.
Es con este espíritu que hay que comprender el cambio de Majzor que hemos realizado. Por diversas razones este majzor nos permite fortalecer cada una de las variables que mencionamos y ajustar la plegaria para que permita una mayor participación de cada uno.
Tienen en sus manos un extraordinario GPS, aun con sus limitaciones, el mejor del mercado, el más completo y el que tiene más funciones. Pero recuerden que aún el más moderno GPS sigue siendo solo una herramienta. La tarea la tiene que hacer cada uno.
La Teshuvá, la Tefila y la Tzedaká atenúan la severidad de nuestro veredicto.
En esta primera noche de Rosh Hashana tomemos el compromiso de que nuestra Tefilá durante esta fiesta y durante todo el año, sea sincera, sea profunda. Asumamos el protagonismo de rezar como individuos y como congregación, asistamos con más frecuencia, lleguemos temprano, usemos el majzor, usemos el sidur para que nos guíen y con todo nuestro ser encontremos en estas palabras tan antiguas y tan modernas, el camino que nos llevará a sentirnos parte de una comunidad y a sentirnos más cerca de nosotros mismos. Ese es el camino más directo para sentirnos cerca de Dios.
No se confundan. La idea no apunta a entregarles un GPS para intentar evitar los tranques de la ciudad (Créanme, no va a funcionar. La única tecnología capaz de vencer al tráfico, es la de un helicóptero). Me refiero más precisamente a una suerte de GPS espiritual, una guía que nos permita orientarnos en este viaje hacia las profundidades de nuestro ser que nos plantean los Iamim Noraim.
Antes de preguntarme siquiera como iba a poder costear la compra de semejante cantidad de GPS (piensen por un momento que la sinagoga tiene 200 familias miembros, esta noche hay en la sinagoga 400 personas, así que aún cuando los consiga a buen precio, es un gran presupuesto) me di cuenta que en realidad cada uno tiene frente a sus ojos un extraordinario GPS.
Permítanme explicarles
En el artículo que publiqué hoy en La Prensa, traigo una de las ideas más profundas en relación a esa fiesta sagrada: Nuestra posibilidad de enfrentar el juicio divino desde un mejor posicionamiento personal a partir de tres acciones fundamentales: La Teshuvá (arrepentimiento), La Tefilá (plegaria) y La Tzedaká.
En las palabras del Rabi de Maguncia, que vamos a recitar mañana en la repetición de la Amida de Musaf: “Uteshuva utefila utzedaká maavirim et roa Hagzera”, La Teshuvá, la Tefilá y a Tzedaká, atenúan la severidad del veredicto divino.
Estas tres herramientas que tenemos nos vinculan con tres aspectos diferentes y esenciales de nuestra vida. La Teshuvá nos conecta con nosotros mismos, la Tefilá con Dios, y la Tzedaká, con nuestros semejantes.
Mañana en la noche voy a hablar sobre la Teshuvá, en Yom Kipur espero hacerlo sobre la Tzedaká, y en esta noche que comenzamos a transitar este camino intenso de los Iamim Noraim quiero invitarlos a reflexionar sobre la Tefilá y sobre ese extraordinario GPS que es el Majzor, el libro de oraciones que usamos en Rosh Hashaná y en Yom Kipur.
Se trata de una colección de plegarias escritas a lo largo de la historia. Desde el Shema y la bendición sacerdotal, que ya aparecen en la Torá hasta reflexiones profundas e inspiradoras de teólogos contemporáneos.
El Majzor, con este conjunto ecléctico de textos, se nos presenta como un gran mapa desplegado para que podamos desplazarnos por medio de sus páginas, adentrándonos en la experiencia espiritual de la plegaria.
Como todo GPS, el Majzor es sólo una herramienta. El hecho que lo tengamos encendido es importante pero no significa que vaya a rezar por nosotros. Ese es nuestro trabajo. Es que la plegaria requiere nuestro involucramiento y nuestra participación.
La propuesta litúrgica moderna vinculada a los movimientos liberales ha permitido a mucha gente acercarse a la experiencia. Desde la orientación de la sinagoga, hasta la indicación de la página en que se encuentra el rezo hay un esfuerzo sistematizado para tratar de hacer sentir confortable al individuo que asiste al servicio religioso.
La belleza de la plegaria, el recuperar el uso de instrumentos musicales, como era costumbre en el Templo de Jerusalem, la idea de un sermón rabínico que resulte inspirador y educativo, apuntan a brindar al feligrés todos los condicionamientos necesarios para que salga enriquecido de la vivencia.
Sin embargo, hemos fracaso en lo esencial. Para la mayoría de nuestra gente la plegaria pertenece a un mundo lejano, es un fenómeno de otra galaxia, no forma parte de su vida.
En el intento de brindar armonía y orientación en el rezo, hemos transferido el centro de la escena al púlpito y construido una suerte de barrera entre lo que ocurre aquí arriba y allí abajo.
Hemos construido una dinámica casi de teatro en donde los participantes casi no participan. Son meros espectadores de un drama (o una comedia) que ocurre en este escenario imaginario.
Para que la plegaria sea significativa, para que cada uno pueda apropiarse de la vivencia, para sentir que somos una comunidad que comparte la oración, necesitamos cambiar esa situación.
Y qué mejor que proponernos ese cambio en esta noche de Rosh Hashaná, la fiesta que nos invita precisamente a cambiar, a mejorar.
Veamos algunas sugerencias:
1. Dice la Mishná (Brajot 5:1) que los jasidim, los verdaderamente piadosos comenzaban a concentrarse una hora antes del rezo para que su kavaná, su concentración estuviese claramente enfocada a la hora de iniciar la plegaría. Quizás un esfuerzo para llegar temprano a la sinagoga pudiera ayudarnos también a nosotros en nuestra conexión con lo espiritual. El ritmo frenético en el que vivimos nos acompaña aún dentro de la sinagoga, una transición más suave, con más tiempo, podría ser beneficiosa y ayudaría a nuestra concentración.
2. Desde el punto de vista de su estructura, la plegaria está construida para que alguien la dirija y los demás respondan. Ese modelo pudo ser de mucha utilidad en la época previa a la imprenta donde la gente no tenía libros de rezos en sus manos. Creo que hoy en día cada uno debería hacerse cargo de su propia oración. En ese sentido las lecturas silenciosas nos invitan a asumir el protagonismo de nuestra plegaria. La combinación del rezo colectivo con el individual es la fórmula que nos permite una vivencia litúrgica, tanto individual como colectiva, de alto impacto.
3. Cantar las plegarias puede ser altamente beneficioso. Una vez leí que la razón por la cual cantamos las plegarias es para no tomar su contenido demasiado en serio. Y les confieso que algo de eso me agrada. No estoy de acuerdo con el cien por ciento de las cosas que rezamos. Muchas de las frases de la liturgia las interpreto de una forma simbólica, pero hay otras que definitivamente no comparto. Sin embargo al cantar las plegarias todos juntos, en congregación, siento que pesa más lo emocional que lo racional, priorizo sentirme parte de la comunidad que compartir la exactitud teológica de cada afirmación.
4. Las lecturas conjuntas o alternadas pretenden la interacción entre todos los participantes. Apuntan a derribar la separación entre el escenario y el público. Cuanta más participación hay, es más poderosa la sensación de rezar juntos. Al acortar las distancias entre nosotros también acortamos la distancia con Dios. Nos necesitamos para que la plegaria alcance su objetivo.
5. Otra clave de la plegaria es el equilibrio entre repetición e innovación. Recitar las mismas plegarias nos brinda cierta sensación de confort. Nos sentimos tranquilos sabiendo de qué va la cosa. Pero para evitar caer en la automatización es necesaria la innovación, la novedad que marque la diferencia.
6. La plegaria requiere conocimiento y práctica. Como ya he dicho en otras oportunidades es muy difícil aprender a rezar mientras se reza. Dedicar tiempo al estudio de los textos, analizarlos, buscar diversas interpretaciones nos permite a la hora de la plegaria sentirnos cómodos y relajados, requisito fundamental para intentar elevarnos en nuestra espiritualidad.
La plegaria no es mágica, el majzor es una guía. Cada uno construye su propia plegaria y para eso tiene que involucrar su intelecto y sus emociones. No es un ejercicio pasivo, el rezo requiere tu participación seria y comprometida.
Es con este espíritu que hay que comprender el cambio de Majzor que hemos realizado. Por diversas razones este majzor nos permite fortalecer cada una de las variables que mencionamos y ajustar la plegaria para que permita una mayor participación de cada uno.
Tienen en sus manos un extraordinario GPS, aun con sus limitaciones, el mejor del mercado, el más completo y el que tiene más funciones. Pero recuerden que aún el más moderno GPS sigue siendo solo una herramienta. La tarea la tiene que hacer cada uno.
La Teshuvá, la Tefila y la Tzedaká atenúan la severidad de nuestro veredicto.
En esta primera noche de Rosh Hashana tomemos el compromiso de que nuestra Tefilá durante esta fiesta y durante todo el año, sea sincera, sea profunda. Asumamos el protagonismo de rezar como individuos y como congregación, asistamos con más frecuencia, lleguemos temprano, usemos el majzor, usemos el sidur para que nos guíen y con todo nuestro ser encontremos en estas palabras tan antiguas y tan modernas, el camino que nos llevará a sentirnos parte de una comunidad y a sentirnos más cerca de nosotros mismos. Ese es el camino más directo para sentirnos cerca de Dios.
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