jueves, 6 de octubre de 2011

Yom Kipur 5772

Los Rabinos de la UJCL escriben sobre la parashá de la semana

Rabino Rami Pavolotzky
Congregación B´nei Israel
San José, Costa Rica
En el camino hacia D”s está el hombre

Se cuenta que Rabí Ionatán se vio forzado a pasar un Iom Kipur fuera de su casa. Sin revelar su identidad, llegó la noche de Kol Nidrei a la sinagoga de una pequeña aldea y miró a su alrededor para encontrar un lugar apropiado para rezar. En el centro de la sinagoga, observó a un hombre que sacudía su cuerpo con fervor y lloraba mientras rezaba. Ya sentado a la par de aquel hombre, Rabí Ionatán le escuchó decir entre sollozos “soy ante Ti, D´s, cual frágil vasija de barro; ¡cuánto más frágil seré a la hora de mi muerte!”. Rabí Ionatán no salía de su asombro a la vez que agradecía a D”s por haber encontrado a ese judío piadoso que le infundía temor a D”s.

A la mañana siguiente, Rabí Ionatán se dirigió feliz a la sinagoga,  volvió a buscar a ese hombre con la vista y nuevamente se sentó a su lado. Estaba ansioso por volver a inspirarse en su plegaria reverente, tan sensible y humilde. Nuevamente se emocionó al ver como ese hombre se entregaba enteramente a la oración. 


Llegado el momento de la lectura de la Torá, un hombre fue llamado a la Torá en primer lugar. En ese preciso instante, su compañero de plegarias dejó caer su Majzor, se levantó furioso de su asiento y para sorpresa de Rabí Ionatán exclamó “¿¡Él antes que yo?! ¡Soy mucho más sabio que él! ¡Mi familia es más ilustre que la suya! ¡Doy más dinero que él a esta sinagoga! ¿Cómo es posible que el suba a la Torá antes que yo?” Un gran silencio invadió entonces el santuario. Rabí Ionatán, que no podía creer lo que estaban viendo sus ojos, no pudo contenerse y le preguntó al hombre “¡No puedo entender qué sucede! Hace un momento usted lloraba por la fragilidad de su existencia ¿Y ahora se pelea por honores? ¿Cómo es eso posible?”. “¿Pero qué está diciendo, cómo se atreve?”, le respondió el hombre. “Comparado con D´s soy nadie, mi existencia solo depende de su gracia… ¡Pero no comparado con ese tipo! ¡Ese no vale nada, es mucho menos que yo!”. Rabí Ionatán tomo su rostro entre sus manos, se lamentó por haberse dejado engañar y finalmente le pidió a D”s que perdonara a aquel hombre altivo y engreído, que después de todo no era más que un ignorante.

Iom Kipur es un día propicio para intentar acercarnos a D”s. Hemos reflexionado durante varios días, nos preparamos espiritualmente para aceptar nuestras culpas, estamos en ayunas, más indefensos que de costumbre… parece el día ideal para comunicarnos con D”s. Sin embargo, la Mishná establece claramente que en Iom Kipur se perdonan los errores cometidos contra D”s, pero que las transgresiones cometidas a otras personas solamente pueden ser perdonadas por nuestro prójimo. Por eso es que en nuestro camino hacia D”s aparece irremediablemente nuestro prójimo. 

No es posible amar a D”s sin amar a los hombres, explican nuestros sabios. El famosos versículo del Levítico (19: 18) “Amarás a tu prójimo como a ti mismo, Yo soy Adonai”, nos indica que en nuestro camino hacia el amor a D”s, debemos primero amar al hombre. 

No es posible ser una persona religiosa y no sentir compasión por los demás, no es posible ser una persona devota y no intentar ayuda a los demás, quererlos, perdonarlos. Quien dice amar a D”s pero no ama a los hombres y mujeres de carne y hueso es simplemente un farsante, un impostor. 

Un viejo refrán popular dice que “todos amamos a la humanidad, al que nos cuesta amar es al vecino”. Amar y respetar a sus criaturas, es amarlo a Él.

Iom Kipur nos desafía a intentar comunicarnos con D”s, pero al mismo tiempo nos enseña que si queremos llegar a Él, debemos llegar primero a los hombres. Y claro, eso es muy difícil… muy difícil. Basta un pequeño comentario, una mirada cuando no la esperábamos, un honor que “le dieron a otro y no a mí”, un lugar que esperábamos fuera para nosotros pero terminó siendo de otros… en fin, no faltan oportunidades para disgustarse con quien está a nuestro lado. ¡Qué difícil es amar al prójimo en verdad!

Mas si queremos llegar a D”s, el hombre es nuestro primer destino. Tendremos que tragarnos entonces la envidia y el orgullo, el desprecio y el rencor. Deberemos darnos un baño de humildad, bajarnos del pedestal que solemos ocupar y estar dispuestos a mirar a nuestro prójimo con amor y comprensión, dispuestos a aceptar que como nosotros, aquel que tenemos enfrente es humano y se equivoca. 

¿Que hay gente que hace cualquier cosa por un poco de honor, que sería capaz de hacernos daño por lograr algo de fama? Sí, es verdad… pero en realidad no son tantos. La mayoría de la gente es como nosotros, con nuestros días buenos y malos, con nuestros momentos de envidia y enojos. Debemos ser compasivos e intentar descubrir el ser humano real que se esconde detrás de cada uno.

El maestro jasídico Rabi Shneur Salman de Liadi solía decir que era una buena costumbre antes de rezar cada mañana recitar “hareini mekabel alai et mitzvat haboré: veahaabta le reaja kamoja”, “Acepto sobre mí el precepto que nos ha ordenado el Creador: ama a tu prójimo como a ti mismo”. Antes de abrir el Sidur y enfrentarse a D”s cara a cara, el sabio recordaba siempre que primero debía amar a sus compañeros de vida.
 
El rabino y profesor Abraham Joshuah Heschel, cuando era aun un joven y desconocido estudiante en Vilna, se unió a un grupo de poetas. Allí escribió su primer libro, quizás el menos conocido, dedicado a la memoria de su padre. Lo llamó “Der Shem Hamefoyrosh: Mentsch”, que en Yidish significa “El nombre sagrado de D”s: hombre”. En el nombre inefable de D”s, aquel nombre del cual hemos perdido el conocimiento sobre su naturaleza real, ese nombre al cual los místicos de Israel buscan afanosamente llegar a conocer, en ese nombre que representa la esencia misma de D”s, se encuentra, según Heschel, el hombre. Cuando buscamos a D”s, debemos encontrar primero al hombre.
 
Quizás alguna vez nosotros también entraremos en una sinagoga alejada, en un lugar en que nadie nos conozca. Miraremos a nuestro alrededor, buscando un asiento libre para poder rezarle a D”s con tranquilidad de espíritu. ¡Y quién sabe! Quizás nos toque en suerte sentarnos a la par de una persona realmente piadosa y humilde, que reconozca sus errores y busque enmendarlos. Y entonces, en un instante mágico, escuchando las hermosas melodías de Iom Kipur, nos podamos despojar de nuestro orgullo, envidia y vanidad, y al mirar a nuestro compañero o compañera fijamente a los ojos, en lo profundo de sus pupilas, quizás podamos descubrir un resplandor divino.

¡Gmar jatimá Tová y Shabat Shalom!

Rabino Rami Pavolotzky
Congregación B´nei Israel
San José, Costa Rica

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