jueves, 21 de junio de 2012

Koraj 5772

Los Rabinos de la UJCL escriben sobre la parashá de la semana.

Rabino Mario Gurevich
Beth Israel Synagogue – Aruba

En esta Parashá se nos relata la trágica historia de la rebelión de Kóraj, Datan, Aviram y On, junto con otros doscientos cincuenta hombres, “príncipes de la congregación, varones de renombre” (Núm. 16:2), contra el liderato de Moshé y Aarón.

Ya ambos habían tenido que enfrentar en el pasado reciente la queja y el descontento del pueblo: por falta de agua, por la monotonía del menú (maná todos los días), por la carencia de carne, en fin...  La más grave, la que leímos hace solo una semana, en que la incorrecta percepción de la realidad por los espías enviados a investigar las condiciones de la Tierra Prometida generó tal situación de angustia y derrotismo que la conquista quedó aplazada hasta la muerte de toda esa generación, cuarenta años más tarde.

Pero la rebelión que hoy se describe no tiene nada que ver con el pueblo y su descontento. Tiene que ver con la envidia de muchos que se sentían “nobleza” y merecedores de ocupar el liderazgo. Es solamente un caso de ambiciones personales, de ansias de poder.

Kóraj utilizó, según el Midrash, un discurso populista que intentaba agregar voluntades, generando descontento en el pueblo a través de medias verdades o de la distorsión de los hechos. Un ejemplo de ello es el siguiente Midrash, que me permito traducir más o menos libremente:

Una viuda vivía en mi vecindad y con ella dos hijas huérfanas.  Tenía ella un campo pequeño y quiso ararlo.  Vino Moshé y le dijo: “No ares con buey y asno juntos” (Deut.22:4).  Empezó la viuda a sembrar y le dijo: “No sembrarás tu campo con diferentes clases de semillas” (Lev. 19:19), vino a cosechar y le dijo: “No acabes de segar el rincón de tu campo y el recogimiento de la tierra segada no recogerás” (Lev. 19:9).  Llevó su cosecha y le dijo: “Separarás el diezmo de todas tus cosechas” (Deut. 14:22).

Pagó la pobre sus impuestos, vendió el campo y compró dos ovejas para vestirse con su lana y tomar su leche.  Parieron las ovejas y vino Aarón y dijo: “Míos son los nacidos porque está escrito: Todo primogénito macho que naciere entre tu ganado lo consagrarás al Eterno” (Deut. 15:19).  Entregó  la viuda los nacidos a Aarón y llegó el tiempo de la esquila.  Vino Aarón y dijo: “Mía es la lana porque está escrito: Y la primicia de la esquila de tus ovejas darás a él (sacerdote)” (Deut. 18:4). Pensó la viuda: “No tengo fuerzas para mantenerme contra él; mataré mis ovejas y comeré su carne”. Acabó de matarlas y dijo Aarón: “Míos son las ancas y los pechos porque está escrito: …su carne será para ti…el pecho de la ofrenda…el anca derecha” (Núm. 18:18).  Pensó la viuda: “Ni siquiera después de matar a mis ovejas me salvo de él; hay un anatema sobre mí”.  Dijo Aarón: “Sí, es así, toda la carne es mía porque está escrito: Todo anatema en Israel para ti será” (Núm. 18:14).

Se llevó Aarón la carne y dejó a la viuda y a sus dos hijas en la miseria, llorando.

A pesar de su hábil discurso, Kóraj fracasó en el intento de obtener respaldo popular a sus aspiraciones. El pueblo fue lo suficientemente maduro para percibir que allí no había ninguna reivindicación, sino apenas un tema de ambición personal.

La función pública y el liderazgo auténtico requieren de convicciones claras y humildad. De ellas son ejemplo Moshé y Aarón.  Nuestras vidas y nuestra Torá son el monumento a sus obras.

Los falsos líderes, los gestores de revueltas sin causa, los dictadores y tiranos que generaron y generan solo muerte y sufrimiento, no perduran en monumentos. A sus memorias se las traga la tierra, como lo hizo con Kóraj y sus conspiradores.

Alejémonos de discusiones inútiles y rencillas sin fundamento. Repudiemos el Sinat Jinam, el odio gratuito entre hermanos, y obtengamos ejemplos en los sucesos del pasado para poder crear un futuro de armonía, tolerancia y paz.

Shabat Shalom

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