jueves, 28 de junio de 2012

Jukat 5772

Los Rabinos de la UJCL escriben sobre la parashá de la semana.

Rabino Joshua Kullock

Comunidad Hebrea de Guadalajara, México

Todos sabemos que la Torá finaliza con la muerte de Moshé y con la descripción del fracaso más escandaloso de todo el texto bíblico: el anciano líder que durante cuatro décadas dirigió al pueblo morirá sin poder pisar la tierra prometida. Luego de consagrar su vida a la liberación y consolidación del pueblo de Israel, Moshé quedará del otro lado del Jordán, sin siquiera dejar rastros de su última morada.

Todavía faltan meses para que leamos la última parashá de la Torá. Sin embargo, aquello que aconteció con Moshé a la vera del río, se comenzó a gestar en la porción que leemos esta semana.  El amargo decreto que selló la suerte del hijo de Amram aparece en Parashat Jukat, y gira en torno a una piedra.  Moshé vio trunco su deseo de ingresar a Israel por no saber lidiar con un guijarro.

Leemos en la Torá:

“El pueblo se quejó contra Moshé diciendo: Ojalá hubiéramos muerto cuando perecieron nuestros hermanos delante de Ad-nai. ¿Por qué hiciste venir a la congregación de Ad-nai a este desierto, para que muramos aquí nosotros y nuestras bestias? ¿Por qué nos has hecho subir de Egipto, para traernos a este horrible lugar? No es un lugar de sementera, de higueras, de viñas ni de granados, ni aun de agua para beber.

Moshé y Aarón, apartándose de la congregación, fueron a la tienda del Tabernáculo de reunión y se postraron sobre sus rostros. Entonces la gloria de Ad-nai se les apareció.

Y dijo Ad-nai a Moshé: Toma la vara y reúne a la congregación, tú con tu hermano Aarón, y hablad a la peña a la vista de ellos.  Ella dará su agua; así sacarás para ellos agua de la peña y darás de beber a la congregación y a sus bestias.

Entonces Moshé tomó la vara delante de Ad-nai, como Él le mandó. Reunieron Moshé y Aarón a la congregación delante de la peña y él les dijo: ¡Oíd ahora, rebeldes! Haremos salir agua de esta peña para vosotros.

Y alzando su mano, Moshé golpeó la peña con su vara dos veces. Brotó el agua en abundancia y bebió la congregación y sus bestias.

Pero Ad-nai dijo a Moshé y a Aarón: Por cuanto no creísteis en mí, para santificarme delante de los hijos de Israel, por tanto, no entraréis con esta congregación en la tierra que les he dado.” (Núm. 20:3-12)

A la postre, parecería excesivo el castigo divino hacia Moshé (y Aarón) por lo acontecido.  Sin embargo, el relato en su conjunto puede darnos algunas pistas que nos ayuden a reflexionar sobre las razones del decreto.

Una de las interpretaciones en relación a lo ocurrido gira en torno a la incapacidad de Moshé de hacer caso a la sugerencia divina.  Mientras Ds le pidió que le hablara a la roca, Moshé optó por pegarle, no solo una sino dos veces.  Y aun cuando el líder bien podría argüir que el resultado fue el mismo – y que el agua brotó en abundancia – para Ds, el modelo propuesto por Moshé fue fallido.  No porque ignoró la orden divina, sino porque implementó el paradigma de su niñez, el modelo del faraón egipcio.  Desde esta perspectiva, Moshé es castigado porque en lugar de dialogar con la piedra decidió pegarle, en lugar de sugerir prefirió obligar.  En la utilización de la fuerza como método para lograr el objetivo, Moshé regresó a su infancia, en donde en la casa del rey no era necesario pedir de buena manera, sino que la orden del líder debía cumplirse sin dilación y a rajatabla.  Y por eso, por dar cuenta de que Moshé ya no iba a poder quitarse el paradigma del amo y el esclavo de su ser, Ds decidió que no ingresara en la tierra prometida, la cual debía fundarse bajo un modelo radicalmente diferente.

Otros intérpretes apelan a la intertextualidad para dar cuenta del error de Moshé.  Porque en realidad, Moshé ya tenía experiencia en el ámbito de las peñas y los guijarros.  Cuando casi cuarenta años atrás el pueblo recién había salido de Egipto, también hubo una crisis de sed, y también fue necesario extraer agua de las piedras.  Así leemos en aquel contexto: “Ad-nai respondió a Moshé: Pasa delante del pueblo y toma contigo algunos ancianos de Israel; toma también en tu mano la vara con que golpeaste el río y ve.  Allí Yo estaré ante ti sobre la peña, en Horeb; golpearás la peña y saldrán de ella aguas para que beba el pueblo. Moshé lo hizo así” (Éx. 17:5-6).

Como podemos ver, Moshé ya sabía que al golpear la piedra el agua brotaba.  Por eso, en el relato de nuestra parashá, el líder decidió probar la receta conocida, optando por no probar la nueva fórmula propuesta por Ds.  En conclusión, y bajo esta perspectiva, Moshé fue castigado por elegir no innovar, quedando atrapado en las soluciones del pasado.  La incapacidad de adaptarse a nuevos contextos o de intentar hacer uso de renovadas formas de encarar los desafíos que se le presentaron, dio cuenta de las dificultades que habrían surgido si el pueblo hubiera de ingresar a la tierra prometida bajo el liderazgo de alguien a quien le costara alterar la manera en la que siempre había vivido.

Por último, un tercer grupo de intérpretes propone que el decreto divino surgió como consecuencia del enojo de Moshé.  Cuando el anciano líder se enfrentó con el pueblo – incluso sabiendo lo que tenía que hacer y con la certeza de que el agua iba a aparecer – le habló con mucha ira contenida, tratándolos de rebeldes y poniendo de manifiesto su frustración con la situación generada.  En esa imposibilidad de contener su enojo, Moshé dio testimonio de un ciclo que se tenía que comenzar a cerrar.  Incluso si fue un momento de debilidad, era poco recomendable que con tanto desgaste acumulado, con tantas rencillas y tanto rencor, fuera Moshé quien dirigiera al pueblo hacia la tierra de Israel.

En resumidas cuentas: el no aprender a dialogar, la incapacidad de innovar y caer presa de la ira son algunas de las razones que nuestros exégetas dan al castigo que recibió Moshé.  No obstante, la multiplicidad de respuestas interpretativas es una clara muestra de que nuestros sabios no se sentían cómodos con el trágico desenlace del relato.  Posiblemente nunca sepamos las verdaderas razones que llevaron a Ds a decretar la dura sanción.  Pero lo que sí podemos, y debemos, hacer, es rescatar aquellas ideas de los intérpretes para reflexionar sobre nosotros mismos, y reconocer que el diálogo, la innovación y el buen semblante son siempre características que debemos cultivar, para vivir nuestras propias vidas con alegría, sentido y trascendencia.

Shabat Shalom uMeboraj!

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