jueves, 2 de mayo de 2013

Parashat Behar-Bejukotai 5773


Los Rabinos de la UJCL escriben sobre la parashá de la semana

Rabina Daniela Szuster
Congregación B´nei Israel, San José, Costa Rica

Sobre el arte de disfrutar del viñedo sin ser los dueños

En la primera parashá de esta semana se nos cuenta acerca de ciertas leyes que se deben cumplir sólo en la tierra de Israel. Por un lado, se nos cuenta acera de la Shmitá (año sabático), descanso de la tierra en el séptimo año: 
“Seis años habrás de sembrar tu campo, y seis años habrás de podar tu viña y recogerás el producto de la tierra. Y en el séptimo año, descanso y reposo será para la tierra, Shabat ante Adonai…” (Vaikra 25: 3-4).  
Por otro lado, aparece la ley de Iovel (Jubileo), liberación de los esclavos y recuperación de las propiedades en el quincuagésimo año: 
“Y consagraréis el año del cincuentenario; y proclamaréis libertad en la tierra para todos sus habitantes” (Idem., 10). 
En el séptimo año no se puede trabajar la tierra y en el quincuagésimo se anulan las deudas, se recuperan las tierras perdidas y se proclama la libertad.
Junto a estas leyes, D”s nos recuerda: 
“Y la tierra no podrá venderse en perpetuidad, porque mía es la tierra; pues peregrinos y moradores de la tierra sois vosotros para conmigo” (Vaikrá 25:23).
Pareciera ser que todo el eje de las leyes sobre la tierra gira alrededor de la idea de que somos inquilinos y no dueños de ésta. Es justamente una concepción bastante contraria a la que prima en este mundo capitalista-consumista que nos toca vivir, en el que se trata, más bien, de ser cada vez dueños de más propiedades. ¿Dejar que descanse la tierra cada seis años sin que pueda producir nada? ¿Devolver la tierra que supuestamente me pertenece cada 50 años? ¿Somos capaces de vivir este tipo de estilo de vida? Estamos tan apegados a pertenencias, propiedades que nos cuesta demasiado desligarnos de éstas, distribuirlas y compartirlas.

El rabino Iaakov Krantz, el célebre Maguid de Duvno, entiende el versículo “peregrinos y moradores de la tierra sois vosotros para conmigo” (Vaikrá 25:23) de la siguiente manera:
“Si ustedes se comportan en este mundo como forasteros, y asumen que su estancia en este mundo es sólo pasajera, entonces yo seré residente entre ustedes, y podrán gozar de mi presencia. Mas, si ustedes se comportan en este mundo como residentes, suponen con soberbia que su estancia en este mundo será eterna,  entonces, ¡yo seré el forastero entre ustedes!”
Con esta explicación, de alguna manera, este rabino nos dice que tener una actitud de forastero en este mundo, es una actitud de humildad, espiritualidad, la que permite conectarnos con la divinidad. En cambio, si nos conducimos con soberbia, vanidad y orgullo, nos alejamos de nuestra vida espiritual y perdemos nuestra comunicación con la divinidad. Sólo depende de la actitud en las que nos posicionamos en la vida y los valores que privilegiamos.

Cuenta un Midrash, a partir del versículo “Así como salió del seno de la madre, así volverá desnudo como vino’ (Kohelet 5:14), del libro de Kohelet (Eclesiastés): 
“Erase un zorro que encontró un viñedo que estaba totalmente cerrado. Vio una pequeña abertura, y quiso ingresar a través de ella, pero no podía. ¿Qué hizo? Ayunó tres días hasta que adelgazó y entonces pudo entrar. Comió y engordó considerablemente. Quiso salir. ¡No podía! ¿Qué hizo? Volvió a ayunar varios días hasta que volvió a estar flaco como antes. Cuando salió se dio vuelta, miró al viñedo y dijo: "¡Viñedo, viñedo! ¿Qué bueno que eres y cuán encantadores son tus frutos! Todo lo que hay en ti es precioso, ¿pero qué provecho he tenido de ti? Así como se entra se sale. A esto se parece el mundo...” (Kohelet Rabá 5).
El zorro, luego de adelgazar, logró entrar al viñedo. Un viñedo colmado de uvas ricas y sabrosas. Podemos pensar en un lugar repleto de cosas bonitas y gratuitas como ser ropa, joyas, comida sabrosa, artefactos electrónicos, etc.; en fin, todo lo que solemos desear, sin embargo, no nos podemos llevar nada de este sitio. Para salir, el zorro tuvo que adelgazar sin poder llevarse ni una uva consigo mismo. 

El mundo en que vivimos se asemeja a un delicioso viñedo, dentro de él podemos disfrutar de todo su encanto y sabor. Y cuando salgamos de él, nada podremos llevarnos. Nos cuesta imaginarnos no ser los verdaderos dueños del viñedo y tener la audacia de renunciar a ciertas uvas. 

Al final del Midrash, el zorro se pregunta: “Todo lo que hay en ti es precioso, ¿pero qué provecho he tenido de ti?” En otras palabras, ¿vale la pena entrar al viñedo si no se puede llevar nada? De eso se trata la vida, de poder entrar al viñedo y comer uvas: disfrutar de todo lo que nos rodea.

Sin duda, el provecho es haber disfrutado de las uvas, su aroma, su belleza y sabor mientras el zorro estaba en el viñedo. Ese momento pudo ser inolvidable. Eso es lo valioso que queda con uno y con aquellas personas queridas que compartieron con nosotros momentos únicos. 

Siguiendo el espíritu de esta parashá, démonos la oportunidad de disfrutar más de la vida sin el afán de querer ser los dueños a toda costa. De entender que debemos resignar algo para que todos vivamos en paz y en armonía, y que el verdadero dueño de todo lo que existe a nuestro alrededor no es de carne y hueso. 

Aprovechemos y disfrutemos al máximo el viñedo de la vida antes que sea demasiado tarde.

¡Shabat Shalom!

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