miércoles, 9 de octubre de 2013

Lej Lejá 5774

Los Rabinos de la UJCL escriben sobre la parashá de la semana


Rabino Gustavo Kraselnik

Kol Shearith Israel - Panamá

La guerra de los cuatro reyes contra los cinco que aparece en nuestra Parashá (Gén. 14: 1-24) tiene un desenlace atípico.  Nuestro patriarca Abraham (que por entonces se llamaba Abram, ya que el cambio no ocurre hasta el versículo 17:5) se ve forzado a involucrarse en la contienda, al enterarse de que su sobrino Lot fue apresado.  Sin embargo, tras la exitosa intervención, rechaza el ofrecimiento del rey de Sodoma de quedarse con el botín: “no tomaré nada de lo que te pertenece; ni siquiera el hilo o la correa de una sandalia” (Id. 14:23).

La respuesta de Abraham en este caso es sorprendente, tomando en cuenta que tanto en el pasado, tras el incidente con el Faraón de Egipto (Id. 12:16) como en el futuro con Abimélej, rey de Grar (Id. 20:14), aceptó las dádivas económicas.

¿Cómo comprender la actitud de Abraham en esta situación?  Quizás la respuesta esté asociada a mostrar su personalidad en contraposición a la de su sobrino Lot, hijo de su fallecido hermano Harán.  (Por cierto, Flavio Josefo – Antigüedades de los judíos 1154 - afirma que Abraham lo había adoptado como su hijo.)

La ruptura comienza un poco antes.  La pelea entre los pastores de Abraham y de Lot (el “precio” del crecimiento económico), descrita en el capítulo anterior (Id. 13:1-13), finaliza con la decisión de Lot de elegir las fértiles tierras bajas del Jordán.  Las visualiza como si fueran el jardín del Edén (vs.10), aun sabiendo que estaban cerca de la ciudad de Sodoma, famosa por la perversión de sus habitantes (vs.13).

Pareciera que esta actitud “materialista” de Lot se contrapone al acto altruista de Abraham a lo largo de todo el incidente de la disputa entre los reyes cananeos.

En ese relato es Abraham el protagonista.  Se involucra para rescatar a Lot y termina obteniendo el triunfo, pero no acepta ninguna recompensa por ello. Demuestra lealtad familiar, heroísmo y liderazgo, todas cualidades que exaltan su altruismo.

En oposición, Lot es simplemente un objeto pasivo: secuestrado primero, liberado después.  Su cautiverio es el disparador de la intervención de Abraham, pero no juega ningún papel en todo el relato.  Permanece pasivo, inactivo, a lo largo de toda la narración.  La Torá no registra ningún diálogo entre ellos tras el rescate; no hay mención siquiera de un agradecimiento.  La generosidad de Abraham se acrecienta ante la pasividad mezquina de Lot.

Pero hay algo más.  El ofrecimiento del rey de Sodoma, “Entrégame a las personas y quédate con los bienes” (Id. 14:21), implica la concepción real de ver a los ciudadanos como si fueran su posesión.  No pide que las libere sino que se las entregue.  Convierte a las personas en objetos.  Las cosifica.  Y es a esa idea a la cual Abraham pretender rehuir de manera radical.

Lot no recibe el mensaje.  Posiblemente esa visión materialista que ya demostró al escoger las tierras fértiles, se haya potenciado viviendo en la pecaminosa Sodoma, ciudad que se resistirá a abandonar a pesar de su inminente destrucción (Id. 19:16).

Al rechazar el botín del rey de Sodoma, Abraham hace una declaración de principios.  Su renunciamiento manifiesta su deseo de desvincularse totalmente de Sodoma y de su rey, y de esa concepción que convierte a las personas en cosas.  Su visión resulta profética: una sociedad que transforma a sus ciudadanos en objetos está destinada a desaparecer.

Shabat Shalom,

Gustavo

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