Rabino Rami Pavolotzky
Congregación B´nei Israel
San José, Costa Rica
Ante la certeza de la muerte, ¿cómo debemos actuar?
La parashá de esta semana trae tres famosas historias en relación a la vida de los hermanos Iaacov y Esav, hijos de Itzjak y nietos de Abraham. Primero nos cuenta que ellos ya peleaban desde que estaban en el vientre materno. Luego viene el famoso relato de “la venta de la primogenitura” y, finalmente, el no menos célebre texto que describe cómo Iaacov y su madre Rivká logran engañar al patriarca Itzjak, para que le diera a Iaacov la bendición correspondiente a Esav. Me gustaría, en esta oportunidad, hacer un comentario sobre la segunda de estas tres historias.
Cuenta la Torá que Iaacov estaba cocinando un sabroso guiso de lentejas cuando irrumpe su hermano mayor, quien regresaba de un extenuante día de caza. Esav le pide vehementemente a Iaacov que le convide de su comida, a lo que Iaacov le responde que le venda su primogenitura. Esav acepta la propuesta de su hermano menor, ante lo cual Iaacov le exige a Esav jurar que así será. Esav jura ante Iaacov y le vende su primogenitura, luego de lo cual Iaacov le da de comer guiso y pan. La Torá agrega que “Esav despreció su primogenitura” (Bereshit 25:34).
Antes de continuar, vale la pena mencionar que la exégesis tradicional está dividida en cuanto al alcance del significado del plato de lentejas en relación a la venta de la primogenitura: mientras algunos creen que Esav intercambió su primogenitura por un guiso, otros opinan que en realidad la venta fue por dinero, y que el plato de comida fue solo el símbolo del festejo o la confirmación de la venta, tal como se describe luego de otros pactos concertados en el Tanáj. Esta última explicación parece la más razonable.
Ahora bien, es interesante que cuando Iaacov le pide a Esav que le venda la primogenitura, Esav responde de una manera un tanto enigmática. Dice: “He aquí que yo voy a morir, ¿y para qué, pues, ha de ser mía la primogenitura?” (Bereshit 25:32). Nos preguntamos entonces: ¿por qué Esav responde de esa forma? ¿Qué quiso decir? Veamos las diferentes interpretaciones.
Ibn Ezra (y otros) creen que el sentido de estas palabras de Esav se halla en el hecho de que él era cazador. Cada vez que salía a cazar una fiera arriesgaba su vida, por lo que frecuentemente se enfrentaba cara a cara con la muerte. Esav pensaba que podía morir en cualquier momento, posiblemente antes de que falleciera su padre Itzjak. ¿Para qué, entonces, preocuparse por su primogenitura, que solo le daría sus beneficios una vez muerto su padre? Quizás nunca llegaría a ser testigo de ese día.
Otros midrashim (ver las citas de Rashi, por ejemplo) relacionan la respuesta con el hecho de que en el futuro, la tribu de Leví desplazaría a los primogénitos en la conducción del ritual del pueblo de Israel. ¿Para qué entonces conservar un privilegio que en el futuro le iba a ser retirado a sus descendientes en cualquier caso? También existe la opinión de que Esav no estaba dispuesto a asumir las altas responsabilidades del liderazgo religioso, teniendo en cuenta que algunas de las transgresiones de los líderes podían ser castigadas con la pena de muerte. Según esta opinión, Esav sabía que no estaba a la altura del rol que se le había destinado.
Todas estas interpretaciones tienen en común ver a Esav como un hombre que desdeña el futuro, ya sea porque lo ve como algo incierto y dudoso, o porque sabe que las grandes cosas no son para él.
Una interpretación un poco más moderna y profunda es la que brinda el “Jafetz Jaim” (Israel Meir Hacohen Kegan, 1838-1933), citado por el Jumash Etz Jaim (pag. 148). Según el Jafetz Jaim, algunas personas, al contemplar su propia mortalidad, se empeñan en vivir sus vidas con dignidad, invirtiendo sus mejores esfuerzos en las cosas que son realmente importantes. Otras personas, como en este caso Esav, piensan: “¿para qué preocuparme de la moral y la religión, si de todas maneras voy a morir?”
Según esta maravillosa interpretación, Esav es el prototipo de aquellas personas que, ante la certeza de la muerte futura, dedican sus energías a disfrutar del presente, sacrificando los más elevados anhelos por un hedonismo sin valores. La Torá condena la actitud de Esav (“despreció su primogenitura”), pues desea que el hombre se esfuerce en vivir una vida de acuerdo a los más altos valores, y que se preocupe por legar a sus hijos un futuro mejor, basado en una sociedad más justa. Aquel que habría de seguir los pasos de Abraham debía aspirar a algo más que el placer pasajero.
La muerte es quizás la única certeza que tenemos en nuestro porvenir. Ante la inevitabilidad de la muerte, tenemos dos opciones principales: la primera es la que elige Esav, quien desprecia el futuro y las más sagradas aspiraciones éticas, al verse destinado a perecer (“he aquí que yo voy a morir”). La segunda opción es la diametralmente opuesta: justamente porque sabemos que nuestro tiempo aquí es finito, debemos esforzarnos y aprovechar la oportunidad que se nos brinda para dar lo mejor de nosotros, para ser mensajeros de un mensaje de paz, para seguir la regla de la Torá que nos dice “Y harás lo bueno y lo recto a los ojos de Dios…” (Deuteronomio 6:18).
Shabat shalom,
Congregación B´nei Israel
San José, Costa Rica
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