Los Rabinos de la UJCL escriben sobre la Parashá de la semana
Rabino Gustavo Kraselnik
Congregación Kol Shearith Israel, Panamá
Permítanme comenzar con una traducción literal del primer versículo de la Parashá (Gn. 23:1):
“Fueron las vidas de Sara cien años y veinte años y siete años, los años de las vidas de Sará.”
Algunas ideas simples y poderosas emergen del inicio de Parashat Jaié Sará. Quizás sean conocidas pero vale la pena volver sobre ellas.
La primera es que la palabra Jaim que se traduce como vida, no existe en singular en hebreo. Esta pluralidad es más que una cuestión gramatical, es el reconocimiento de que la experiencia humana es multidimensional.
Y no me refiero a la noción de la vida después de la muerte (tema puramente especulativo) sino a darnos cuentas que en nuestro quehacer cotidiano establecemos diferentes dinámicas que tienen que ver con nuestro desarrollo personal, social y profesional, y de igual forma los distintos roles que tenemos en los diversos ámbitos en los que interactuamos.
En nuestro Yo, confluye una variedad de identidades y relaciones que podría definirse mejor como un múltiple número de “vidas” que coexisten simultáneamente con mayor o menor intensidad. Aspiramos a una coherencia que nos permita integrarlas en una confirmación relativamente armónica aunque sabemos de nuestra propia realidad lo complejo que eso puede resultar. El término Jaim, en plural, da testimonio de esa multiplicidad.
La segunda viene de la extraña forma en que el texto nos da la edad de Sará al momento de su muerte. En lugar de dar el número completo de años (ciento veintisiete) anuncia por separado la centena, las decenas y las unidades.
Rashi (Francia, siglo XI) basándose en el Midrash explica que la Torá se expresa de esta manera para enseñarnos que cuando Sará tenía cien años, era como de veinte en relación a los pecados cometidos, y cuando tenía veinte era como de siete en relación a su belleza. Rashi finalmente dice: todos los años de Sara fueron igualmente buenos.
Me gusta del comentario de Rashi el comprender que la vida tiene etapas y cada una tiene sus características. Lo que no me gusta en su interpretación es el hecho de atribuirle a Sara virtudes de una fase en otra.
Somos testigos casi cotidianos de las dificultades que surgen cuando alguien saltea etapas o decide asumir actitudes que no son propias de ese momento. Vemos niños pequeños que se comportan como adolescentes, adolescentes que pretenden tener la libertad pero no la responsabilidad de los adultos y adultos que actúan con la misma desfachatez de los jóvenes.
Prefiero pensar que la plenitud de la vida de Sará consistió precisamente en vivir cada edad de la manera apropiada. Con los retos y las angustias, los desafíos y las ilusiones que cada etapa de la vida le presentaba.
Finalmente, hay un mensaje muy valioso en ver que la Parashá que nos relata la muerte de la matriarca Sará (y también del patriarca Abraham) lleva por nombre “la(s) vida(s) de Sará”. El mismo concepto se repite en Parashat Vaiejí (vivió) que relata la muerte de Jacov (y de Iosef).
Podemos apreciar aquí un intento por recordarnos que la muerte es parte de la vida. Y es la muerte la que nos da la perspectiva de los alcances y el impacto que esa vida tuvo. Más allá del dolor que nos causa la partida de un ser querido, la convocatoria es a celebrar su vida.
Frente a una sociedad que pretende esconder y negar la muerte, podríamos pensar que la Torá nos convoca a tomarla con naturalidad y encontrar en ese final de camino el sentido de lo realizado y el legado que se transfiere a los que vienen detrás.
Shabat Shalom
Gustavo
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