Los Rabinos de la UJCL escriben sobre la parashá de la semana.
Por el Rabino Guido Cohen
Asociación Israelita Montefiore Bogotá, Colombia.
Al comienzo de la Parashá de esta semana, Yaacov manda a decir a su hermano Esav: "im Labán gartí" // "Con Laban he residido".
Rashi, en una hermosa interpretación, afirma que el 'he residido', se refiere a que no ha logrado asentarse, que no se encumbró en tierra de Laban haciendose poderoso, sino que fue simplemente un extranjero. Según Rashi, esto lo dice Yaccov para tranquilizar a Esav y afirmar que la bendición de Itzjak, según la cuál Yaacov sería más poderoso que Esav, no se ha cumplido.
Continúa Rashi y dice que el 'he residido' (en hebreo 'garti') tiene un valor numérico de 613, aludiendo a que Yaacov cumplió las 613 mitzvot en casa de Laban. Esta segunda explicación resulta interesante. No es la única vez que nuestros sabios destacan la capacidad de los antepasados de preservar las mitzvot 'en el extranjero', es decir, en una tierra que no consideran propia, que sienten hostil.
Cuando el pueblo de Israel está en Egipto, antes de ser liberados, el midrash también destaca que ellos mantuvieron ciertas costumbres (como por ejemplo usar nombres hebreos para los niños, o circuncidarlos) 'a pesar' de que estaban en tierra extraña.
En cierto modo, lo que subyace de esta interpretación es que es más destacable el cumplir los preceptos 'en una tierra extraña' que en la propia tierra, la tierra de Canaán, porque en otras tierras somos extranjeros y eso conspira contra la continuidad de nuestro judaísmo.
Esta idea, de que hay lugares en donde somos 'locales' y otros donde somos 'extranjeros' y que las tierras de nuestras extranjerías son menos propicias para el cumplimiento de mitzvot, ha acompañado al pueblo de Israel durante milenios. Sin ir muy lejos, hace 150 años, cuando varios judíos de Europa Oriental emigraban a norteamérica, sus padres y rabinos en Rusia o Polonia temían, porque Estados Unidos era la 'treife medináh', una tierra impura.
Esta misma perspectiva era incluso reforzada por los antisemitas, que veían en el judío un extranjero, un diferente, alguien que no era 'dueño' del lugar en la misma medida que otros que habían llegado quizá algunas décadas antes. Quizá por ello, el involucramiento de los judíos en la vida cívica de los países que los acogieron fue un tanto demorado, y en ciertos lugares aún es incipiente. Se planteaba una especia de disyuntiva entre pertenecer al lugar que uno vivía o preservar el judaísmo que nos definía como 'en tránsito'. Sin embargo, en muchos de los países en los que vivimos llevamos ya más de un siglo aportando con nuestro trabajo y nuestras ideas a la construcción de grandes naciones. No nos sentimos 'de paso' ni extranjeros, sino que somos ciudadanos plenos y activos de los países que habitamos. Y nuestro compromiso judaico no depende de estar cerca o lejos de una tierra determinada, porque el judío está 'en casa' siempre que tenga consigo un texto para estudiar, una mesa tendida para celebrar y una comunidad a la que pertenecer.
En tiempos en los que nos preparamos para recordar y exaltar una vez más el heroísmo macabeo, debemos también reflexionar acerca de si ciertas categorías y disyuntivas del pasado son relevantes hoy en día o quizá estan superadas. La gesta de los macabeos se planteó en terminos similares a los que analizabamos arriba. O eramos griegos o eramos judíos, o dejabamos que la cultura occidental nos penetre y nos asimile o preservabamos lo propio. Le llevó casi dos milenios al pueblo judío entender que se puede ser ambas cosas, que no son excluyentes. Fue recién en tiempos modernos, que pudimos aprender a 'sentirnos en casa', a amar la literatura, apreciar la música y disfrutar de las comidas de las tierras que sentimos propias, sin temor a que ello se transforme en amenaza para nuestro judaísmo. Si Yaacov viviera en tiempos modernos, por suerte no tendría que elegir entre pertenecer a la tierra de Laban y prosperar en ella o preservar su identidad como miembro de esta pequeña tribu que más adelante se transformará en el Pueblo de Israel.
Rashi, en una hermosa interpretación, afirma que el 'he residido', se refiere a que no ha logrado asentarse, que no se encumbró en tierra de Laban haciendose poderoso, sino que fue simplemente un extranjero. Según Rashi, esto lo dice Yaccov para tranquilizar a Esav y afirmar que la bendición de Itzjak, según la cuál Yaacov sería más poderoso que Esav, no se ha cumplido.
Continúa Rashi y dice que el 'he residido' (en hebreo 'garti') tiene un valor numérico de 613, aludiendo a que Yaacov cumplió las 613 mitzvot en casa de Laban. Esta segunda explicación resulta interesante. No es la única vez que nuestros sabios destacan la capacidad de los antepasados de preservar las mitzvot 'en el extranjero', es decir, en una tierra que no consideran propia, que sienten hostil.
Cuando el pueblo de Israel está en Egipto, antes de ser liberados, el midrash también destaca que ellos mantuvieron ciertas costumbres (como por ejemplo usar nombres hebreos para los niños, o circuncidarlos) 'a pesar' de que estaban en tierra extraña.
En cierto modo, lo que subyace de esta interpretación es que es más destacable el cumplir los preceptos 'en una tierra extraña' que en la propia tierra, la tierra de Canaán, porque en otras tierras somos extranjeros y eso conspira contra la continuidad de nuestro judaísmo.
Esta idea, de que hay lugares en donde somos 'locales' y otros donde somos 'extranjeros' y que las tierras de nuestras extranjerías son menos propicias para el cumplimiento de mitzvot, ha acompañado al pueblo de Israel durante milenios. Sin ir muy lejos, hace 150 años, cuando varios judíos de Europa Oriental emigraban a norteamérica, sus padres y rabinos en Rusia o Polonia temían, porque Estados Unidos era la 'treife medináh', una tierra impura.
Esta misma perspectiva era incluso reforzada por los antisemitas, que veían en el judío un extranjero, un diferente, alguien que no era 'dueño' del lugar en la misma medida que otros que habían llegado quizá algunas décadas antes. Quizá por ello, el involucramiento de los judíos en la vida cívica de los países que los acogieron fue un tanto demorado, y en ciertos lugares aún es incipiente. Se planteaba una especia de disyuntiva entre pertenecer al lugar que uno vivía o preservar el judaísmo que nos definía como 'en tránsito'. Sin embargo, en muchos de los países en los que vivimos llevamos ya más de un siglo aportando con nuestro trabajo y nuestras ideas a la construcción de grandes naciones. No nos sentimos 'de paso' ni extranjeros, sino que somos ciudadanos plenos y activos de los países que habitamos. Y nuestro compromiso judaico no depende de estar cerca o lejos de una tierra determinada, porque el judío está 'en casa' siempre que tenga consigo un texto para estudiar, una mesa tendida para celebrar y una comunidad a la que pertenecer.
En tiempos en los que nos preparamos para recordar y exaltar una vez más el heroísmo macabeo, debemos también reflexionar acerca de si ciertas categorías y disyuntivas del pasado son relevantes hoy en día o quizá estan superadas. La gesta de los macabeos se planteó en terminos similares a los que analizabamos arriba. O eramos griegos o eramos judíos, o dejabamos que la cultura occidental nos penetre y nos asimile o preservabamos lo propio. Le llevó casi dos milenios al pueblo judío entender que se puede ser ambas cosas, que no son excluyentes. Fue recién en tiempos modernos, que pudimos aprender a 'sentirnos en casa', a amar la literatura, apreciar la música y disfrutar de las comidas de las tierras que sentimos propias, sin temor a que ello se transforme en amenaza para nuestro judaísmo. Si Yaacov viviera en tiempos modernos, por suerte no tendría que elegir entre pertenecer a la tierra de Laban y prosperar en ella o preservar su identidad como miembro de esta pequeña tribu que más adelante se transformará en el Pueblo de Israel.
Shabat Shalom
Rab GUido Cohen
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