Los Rabinos de la UJCL escriben sobre la Parashá de la semana
Rabino Darío Feiguin
Congregación B´nei Israel, Costa Rica.
Parashat Shoftim: El valor de la Justicia.
Parashat Shoftim nos confronta con uno de los pilares de nuestra tradición judía: el valor de la Justicia.
Cuando marchamos como judíos reclamando por los 30,000 desaparecidos durante la dictadura militar en la Argentina, no dudamos en elegir un conocido versículo de nuestra Parashá: “Tzedek, tzedek tirdof” = “Justicia, Justicia perseguirás”.
Los rabinos interpretan esta repetición de la palabra Justicia, diciendo: debes perseguir la Justicia, con medios justos.
Una lectura profunda de la Parashá, nos pone en un lugar incómodo. Porque la Torá es muy dura y muy estricta; porque la Torá no soporta la injusticia; y porque además, los castigos son terribles, incluyendo el apedreamiento y la lapidación colectiva, dándole muerte al delincuente.
Tuvieron que pasar muchos años, y mucha Historia, con exilio incluido, para que los rabinos en el Talmud, ablanden la postura, y acoten la pena de muerte, a pesar de que mantuvieron cuatro tipos de ejecuciones capitales.
Hoy en día, ya no existe en la Halajá, en nuestra Ley Judía, la pena de muerte. Y la polémica sentencia del genocida Eichman, ejecutado por ahorcamiento hace ya varias décadas, sigue siendo motivo de discusión ética y filosófica en el Mundo Rabínico.
Más allá de todo esto, llama poderosamente la atención, cuán dura es la Torá en sus enunciados sobre la Justicia.
Tanto, que el Cristianismo nos acusó durante siglos de ser un Pueblo que basa su forma de Vida en la Justicia, sin darle lugar ni cabida a la piedad, la misericordia, y el amor.
Esta acusación se ve reflejada claramente en la obra de Shakespeare “El Mercader de Venecia”, mostrando a Shylok, el judío, como aferrado ciegamente a una Justicia despiadada.
Hoy, en este Mundo de “relativismo absoluto” y de un “vale todo”, leemos la parashá, o por lo menos así lo hago yo, desde otra óptica: No todo puede dar lo mismo, no todo es relativo, no todo es un “cambalache”, como dice el tango.
La dureza de la parashá nos marca claramente un camino equivocado que tomamos como sociedad, porque nos dice que hay cosas que no se deberían tolerar, ni desde lo ético, ni desde lo religioso.
Dice en nuestra Parashá: “Lo takir paním”, que literalmente se traduce como “no conocerás caras”, y que quiere decir que todos, sin excepción, somos iguales ante la ley. Desde el recolector de agua hasta el rey Agripas, dice la Mishná, tienen los mismos derechos y deberes.
Pero esa es la teoría. En la práctica no es así. El color de la piel, el status social, el lugar de influencia, y muchos otros estigmas y preconceptos, nos llevan a suponer que la ley puede ser una para algunos y otra para otros.
Esta idea revolucionaria de la Torá, está basada en el principio de que somos iguales ante la ley, porque somos iguales ante Dios. Judíos, cristianos, musulmanes, budhistas, negros, blancos, amarillos, colorados, liberales, conservadores, todos somos iguales en nuestras diferencias y gracias a ellas. No existe la posibilidad de una “supremacía” por el color de la piel, como clamaron los neonazis en Charlestonville, Virginia, o por diferencias de credo o culturales.
Somos iguales, porque aún pensando diferente, creyendo diferente y siguiendo diferentes tradiciones, somos iguales ante los ojos de Dios.
Esto es también valido en el plano social: Ninguno vale más que otro porque es famoso, o tiene más plata o es más lindo. Y la Torá es implacable y estricta con esto.
La Torá dispone que hay que establecer ciudades refugio en el territorio de Israel para que puedan escaparse allí quienes hayan cometido un crimen sin intención.
De esta manera, la Torá intenta cortar con la “vendetta” y el “ojo por ojo”.
Obviamente, esta legislación también evolucionó. Hoy no hay “Aréi Miklat”; estas ciudades refugio.
Pero dice la Torá, que si una persona odia a otra, y le prepara una emboscada para asesinarla, y lo hace, no hay ciudad refugio que lo proteja. Esa persona debe ser entregada al redentor de la sangre, para hacer Justicia. (Deuteronomio 19:11)
No hay ciudad refugio para los asesinos de Barcelona, ni para los terroristas de cualquier bando o ideología. Para la Torá son asesinos.
Esta legislación cambió y hoy no se lleva a la práctica, pero no cambió el concepto. En la Parashá aparece por primera vez en la historia una diferenciación entre un asesinato accidental y uno premeditado. Y frente al premeditado, frente a la violencia porque si, lo Torá vuelve a ser inflexible.
Nadie puede obligar a otro a cumplir con la Miztvá de amar al prójimo. Pero todos debemos hacer cumplir la Ley de no hacer aquello que no se debe, y causarle daño a otro. Si no lo hacemos, nos convertimos en cómplices.
Para Hilel el anciano y sabio Maestro de la Mishná, esto es la base misma del Judaísmo.
Hay un límite a la tolerancia y al relativismo, y ese límite, que a mi juicio hoy en día ya pasamos, es un “Lav” de la Torá; es una de las Miztvot fundamentales de nuestra tradición. No tengo dudas de que el Mundo debe despertar y reaccionar en forma más contundente frente al fracaso del relativismo tibio ante el escalofriante terror y el inhumano derramamiento de sangre.
Este Shabat, ya entrados en el mes de Elul, muchos comenzamos a hacer un balance de nuestras Vidas, frente al día del juicio que se aproxima en Rosh Hashaná.
Como sociedad, tenemos una asignatura pendiente con la Justicia, que tiene que volver a ser un pilar en nuestra forma de vida.
¡Basta de tibieza inoperante! ¡Es hora de reclamar y luchar por nuestro derecho a la vida!
¡Shabat Shalom!
Rabino Darío Feiguin
B´nei Israel, Costa Rica.
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