viernes, 11 de noviembre de 2011

Vaiera 5772


Los Rabinos de la UJCL escriben sobre la parashá de la semana
Rabino Rami Pavolotzky
Congregación B´nei Israel
San José, Costa Rica


Nadie es indispensable

En la parashá de esta semana, Vaierá, se nos relata la conocida historia de la destrucción de Sodoma y Gomorra.  Los únicos sobrevivientes son Lot, el sobrino de Abraham, su mujer y sus hijas. La mujer de Lot culmina sus días cuando al escapar mira hacia atrás, desobedeciendo la orden divina, y queda convertida en una estatua de sal.  Por lo tanto, solo quedan Lot y sus dos hijas, quienes se esconden en una cueva, quizás temerosos de que la destrucción los alcance también a ellos.

La hija mayor de Lot cree que su misión más importante en ese momento era procrear hijos.  Una lectura objetiva del texto pareciera indicar que su preocupación era permitir la continuidad de la descendencia de la casa de su padre Lot, dispuesta a que el recuerdo de su familia no desaparezca.  Sin embargo, la gran mayoría de los comentaristas entienden que ella creía que ellos eran los únicos sobrevivientes sobre la faz de la tierra, y que de ellos dependía el futuro de la humanidad.

La mayor de las hijas de Lot le dice a la menor:  "… nuestro padre es anciano y en la tierra no hay hombre para que cohabite con nosotras, como es norma en toda la tierra" (Génesis 19:31).  Como dije, muchos intérpretes opinan que la intención de este versículo es hacernos entender que las hijas de Lot realmente creían que en toda la tierra ya no quedaban hombres, más allá de su padre.  Sin embargo, el comentarista Radak explica que ellas pensaban que no encontrarían un hombre dispuesto a tomarlas, ya que todos habrían de despreciar a las sobrevivientes de las ciudades destruidas, debido a su maldad y depravación.

Si bien desconocemos estos detalles de la historia, el final sí es sabido:  las hijas de Lot emborrachan a su padre y se acuestan con él, cada una de ellas durante otra noche.  Quedan embarazadas y tienen dos hijos, Moav y Ben-Ami, los padres de los moavitas y los amonitas.

No es mi intención aquí discutir sobre la legitimidad del acto que cometieron las hijas de Lot:  algunos dirán que es justificable, ya que pensaban que estaban perpetuando el nombre de su padre, o que incluso intentaban salvar el futuro de la humanidad. Otros lo condenarán duramente, por incurrir ellas en incesto.  El tema sobre el que me interesa extenderme es la sensación de las hijas de Lot de sentirse las únicas que podían cumplir con su misión.  ¿Por qué no intentaron averiguar si había otros hombres fuera de su cueva? ¿Acaso estaban seguras de que los hombres que vivían más lejos no las tomarían por esposas?  ¿Por qué no buscaron ni investigaron un poco más?

A mi entender, uno de los errores más grandes de las hijas de Lot fue su propia soberbia, que las cegó y les hizo creer que solamente ellas podían salvar a la humanidad.  Ni siquiera atinaron a mirar a su alrededor, para comprobar que no estaban solas.

Pocas cosas en la vida pueden ser hechas solamente por una persona, muy pocas.  Sin embargo, a veces la propia arrogancia nos engaña y creemos que somos los únicos que podemos hacer algo, y no damos lugar a que otros puedan crecer y desarrollarse.  Otras veces nos ocurre lo contrario, y nos parece que solo determinada persona es capaz de tal o cual cosa, y delegamos toda la responsabilidad en ella, por cobardía, o por pereza.  

Esto nos suele pasar en nuestras familias, en nuestros ámbitos laborales, con nuestro grupo de amigos y hasta en nuestra congregación.

Como congregación (y este mensaje es válido para cada una de las congregaciones de las cuales un amable lector esté siguiendo estas líneas), cada uno de nosotros debe desprenderse, por un lado, del orgullo y la soberbia de creer que él es el único que puede hacer determinada acción, y por el otro, debe despojarse de la pereza y/o cobardía que lo hace creer que solo determinada persona puede hacer algo.  Contadísimas acciones solo pueden ser hechas por una persona específica.

Como congregación, es nuestro deber abrir espacios, invitar a otros a participar, acercarnos nosotros mismos para ser parte.  La mayoría de nosotros está capacitada para cumplir distintas funciones; solo es cuestión de tener un poco de paciencia y ganas de aprender.

Si creemos que estamos solos en el mundo, finalmente nos quedaremos solos; si creemos que otros están solos en el mundo, finalmente los abandonaremos.  Como congregación, no estamos solos, estamos juntos.

Shabat Shalom,
Rabino Rami Pavolotzky
Congregación B´nei Israel, Costa Rica

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