miércoles, 25 de diciembre de 2013

Discurso de graduación: Dannel Alon

Dannel Alon, hijo de Israel y Zenaida, primer puesto de su salón, pronunció estas palabras en el acto de graduación del Colegio Isaac Rabin.


MIS ÚLTIMAS PALABRAS

Una vez le dije a un profesor que “durante mis 12 años de estudio, había aprendido a hablar lo que la gente quiere escuchar”. A ese profesor le aseguro que esta noche es mi momento y que las palabras a pronunciar de mi boca, no provienen de un origen racional, sino de uno puramente sentimental. Ahora, seguiré con el protocolo.

Buenas Noches directora, miembros de la junta directiva, profesores, padres de familia, familiares y compañeros:

Hundido en mis pensamientos, me hallo parado frente a ustedes. Con una sensación amarga, admito que este día ha llegado. Tal vez, ustedes valoren más que yo, la carga simbólica que tiene esta noche; en especial los padres, que ven a sus hijos, totalmente cambiados, cruzar por una puerta ficticia que marca el inicio de una etapa de vida sin conocer. Mas, siento en mí una obligación media extraña que en vez de resaltar, tal como se hace en todas las graduaciones, el simbolismo clásico que estas representan (“… el final de una etapa de vida y el inicio de otra…”), prefiero recordar la más larga película de todas, que nos tuvo como protagonistas, porque duró más de 12 años; pero, que acorde a nuestro ojos, fue solo una efímera escena bajo un mismo escenario.

Somos la primera promoción en completar el ciclo entero de estudios (desde pre-escolar hasta secundaria) en el Colegio Isaac Rabin. Mas, eso no nos hace en ningún sentido especial. Nuestro legado en el colegio no se basa en la cantidad de años que estuvimos en él, sino en nuestra peculiaridad de ser distintos ante la cierta monotonía que se presenta en el entorno escolar. El tiempo une, pero también separa. Siento que la cantidad de tiempo que pasamos juntos, fue lo que fortaleció nuestros lazos de amistad hasta tal punto que los considero como hermanos. Y es que no me puedo imaginar haber hecho mi vida escolar con personas distintas a ustedes. Es una posibilidad que no encaja en mi mente, y que prefiero no jugar con ella. Tal como dijo Rodrigo una vez, la escuela es un refugio para ser lo que nosotros realmente somos. 

Como observador, creo que fuimos capaces de crear un común denominador en nuestra forma de actuar, sin que este represente una contradicción a la manera singular de pensar, sentir y creer de cada uno. Y me extraña que hayamos logrado tal hecho porque, a simple vista, somos tan distintos del uno con el otro. Los visualizo como una galaxia, en la cual, cada uno es un planeta con propiedades que los hace distintos de los demás, pero la rotación alrededor de un ente, es lo que nos une. En este caso, el ente fue el colegio. 

Como parte de todo proceso educativo, siempre hay un profesor que no solo te educa al administrarte una serie de conocimientos, sobre el cual, uno siempre cuestiona al no encontrarle un uso en el porvenir; sino que principalmente te guía no solo en tus dilemas cotidianos, sino hasta en tus momentos más difíciles. Debo reconocer que algunos nombres me serán más trascendentales que otros. Algunos, los recordaré por sus consejos. Otros, por ser un amigo. A otros, por sus regaños y críticas o por sus acciones. Mas, siéntanse orgullosos no por el conocimiento académico que aprendí, sino porque me enseñaron a ser más humano, más sensible ante lo que me rodea. Gracias por todo el apoyo singular que me dieron, a pesar de estar bombardeados con responsabilidades, por otorgarme parte de su tiempo ya que es el tiempo, lo más valioso que un ser humano puede entregar a otro, y por hacer nota que mi voz es también escuchada. Gracias por su empeño no a enseñarnos, sino a guiarnos

Papá y mamá. A pesar de las críticas que tuve hacia la educación que recibí; a pesar de que estuve en desacuerdo con varios aspectos de mi vida escolar, y a pesar de mis exigencias sobre el cambio de colegio, debo agradecerles por su insistencia de mantenerme en esta institución. Sé lo difícil que fue para ustedes darme esa educación, y lo doloroso de escuchar las críticas de mi boca. Pido perdón, si alguna vez los herí. Pido perdón, por no estar conforme a lo recibido. Creo que estar agradecido es poco a lo que realmente siento por ustedes. Por eso, a veces odio el lenguaje, porque no encuentro palabras que expresen mi sentir con ejemplar pureza. Gracias a su insistencia, los tengo a ustedes como amigos y a ustedes como profesores.

Como dije en un principio, el propósito de este discurso es recordar nuestra trayectoria en el colegio. Por eso, 

Prefiero recordar los regaños de mis profesores que sus palabras de despedida.
Prefiero recordar los momentos de risa con mis compañeros que los momentos de tristeza por nuestra separación.
Prefiero recordar los ánimos de mis padres que el caer de sus lágrimas al ver que ya terminamos.
Prefiero recordar el “Te quiero hijo” de mi papá que el “ya eres todo un hombre” de él.
Prefiero recordar mi primer día de escuela que el último.

“Ustedes moldearon nuestra educación, y se lo agradecemos. Pero, ya es hora de que nos dejen interpretar los conocimientos adquiridos acorde a nuestro pensar, sentir y actuar”

Esta noche tiene un valor distinto para cada uno. Para algunos es el final. Para otros es el principio. Pero, para mí, es la continuación de una película que espero no encontrar fin. Ojalá, el tiempo se apiade y cruce nuestros destinos. Ojalá, nos veamos a la cara en un distinto contexto. Gracias, por ser mis amigos. 

Me identifico con esta frase aunque no sea de mi pertenencia, y considero que es el único consejo que yo, como persona, les puedo dar: 
“Si no construyes tus sueños, alguien más te va a contratar para que construyas los suyos”.
Adiós profesores.
Adiós amigos.

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