jueves, 12 de diciembre de 2013

Vaiejí 5774

Los Rabinos de la UJCL escriben sobre la parashá de la semana

Rabino Gustavo Kraselnik
Kol Shearith Israel - Panamá



En la experiencia litúrgica colectiva, pocas cosas me conmueven más que el recitado del Shemá Israel.  La congregación al unísono eleva su voz, para proclamar las seis palabras que resumen nuestra fe milenaria: SHEMA ISRAEL ADONAI ELOHENU ADONAI EJAD, “Escucha Israel, Adonai es nuestro Dios, Adonai es único! (Deut. 6:4).

Y después el silencio.  Un silencio que enmarca el susurro de la frase siguiente: BARÚJ SHEM KEVOD MALJUTO LEOLAM VAED, “Bendito sea Su glorioso reino por siempre jamás”, para retomar luego, a viva voz, el VEHAHAVTA, la continuación del pasaje bíblico (Id.5-9).

¿Cuál es el origen de esa frase, que interrumpe, lo que es poco frecuente, la secuencia de un texto de la Torá?  ¿Por qué la recitamos en silencio?

El Talmud (Pesajim 56a), en boca de Rabí Shimon ben Lakish, nos brinda una explicación, anclada cronológicamente en Parashat Vaiejí y dotada de un mensaje profundo.

El texto - en una versión libre - dice así: “En su lecho de muerte, el patriarca Jacob convoca a sus doce hijos y cuando pretende revelarles el futuro, la Presencia Divina lo abandona. Angustiado, Jacob piensa que puede ser debido a que quizás alguno de sus hijos no siguió el camino del pacto con Dios (en el caso de Abraham, fue Ishmael, y en el de Itzjak fue Esav), pero sus hijos le responden: “Escucha Israel (así se llamaba Jacob), Adonai es nuestro Dios, Adonai es único, así como hay Uno solo en tu corazón, así hay Uno solo en nuestro corazón.”  En ese momento, dijo Jacob: Bendito sea Su glorioso reino por siempre jamás.”

A continuación, el Talmud nos indica que en honor a Jacob, nuestros sabios instruyen agregar esta frase después del Shemá, pero en honor a Moisés (que no la dijo) nos piden que sea recitada en silencio.

Me gusta mucho esta interpretación que hace el Talmud.  Es un notable ejemplo de la pluralidad de sentidos que caracteriza la hermenéutica bíblica tradicional.  Mientras que la frase, en su contexto original, refiere a Israel como pueblo proclamando su fe, en esta lectura son los hijos de Jacob, quienes se dirigen a su padre, para manifestar que la fe de ellos es la misma que la suya.

El BARÚJ SHEM KEVOD constituye, en boca de Jacob, una profunda plegaria de agradecimiento a Dios y una sensación de plenitud con la vida.  Para un hombre que tuvo una existencia sumamente compleja, con desencuentros, con desengaños y con un duelo prolongado, el ver que todos sus hijos continúan por la senda del Pacto con Dios le brinda un sentido de trascendencia insuperable.  Jacob puede abandonar este mundo en paz consigo mismo.

Al volver a la liturgia, encontramos que esta interpretación añade una nueva dimensión a la proclamación del Shemá Israel.

Al cerrar los ojos para expresar nuestra manifestación de fe (siguiendo la costumbre de Rabí Iehudá Hanasí – Talmud, Berajot 13b), podemos sentir la fuerza del Shemá Israel, el poder de nuestra voz y de las voces de nuestros compañeros de plegaria.  En ese gesto, que se repite en toda época y geografía allí donde habite un judío, nos unimos con nuestros hermanos dispersos por el mundo.  A la vez, podemos imaginarnos en la intimidad de nuestros hogares, escuchando las voces de nuestros hijos e hijas, nietos y nietas, reafirmando su identidad judía.  En ese instante, al sentirnos realizados por haber cumplido con nuestro legado, al ver la llama del judaísmo iluminando a las nuevas generaciones, abrimos nuestros corazones para expresar a Dios nuestra gratitud, susurrando: BARÚJ SHEM KEVOD MALJUTO LEOLAM VAED, “Bendito sea Su glorioso reino por siempre jamás”.

Shabat Shalom,

Gustavo

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