viernes, 6 de diciembre de 2013

Vaigash 5774

Los Rabinos de la UJCL escriben sobre la parashá de la semana

por la Rabina Daniela Szuster
Congregación B´nei Israel, Costa Rica

Aprendiendo a expresar nuestras emociones

La semana pasada leímos acerca del sueño del Faraón, las famosas vacas flacas que se comían a las vacas gordas.  La interpretación de Iosef a este sueño se hizo realidad; hubo siete años de abundancia, siete años de escasez, pero gracias a la inteligencia de Iosef, Egipto logró tener reservas para los años de escasez.

Los hermanos de Iosef fueron a Egipto para pedir provisiones.  Vieron a Iosef, pero no lo reconocieron.  En cambio, Iosef sí los reconoció y les puso varios obstáculos, sospechó de ellos, y los hizo pasar momentos difíciles e incómodos.

Luego de varias idas y venidas de los hermanos, de Israel a Egipto, de Egipto a Israel, llegó un momento en que Iosef no pudo contenerse y seguir ocultando su identidad:
“Y no pudo Iosef contenerse ante todos los que estaban de pie acerca de él” (Bereshit 45:1).
Además de esta cita, otros versículos evidencian cómo varias veces Iosef hizo el esfuerzo para contener sus emociones.  Por ejemplo, se menciona en la parashá de la semana pasada:
“Se apartó de ellos y lloró, luego volvió hacia ellos y habló con ellos” (Bereshit 42: 24), “Apresuróse Iosef, pues ardía su compasión para con su hermano, y quiso llorar, más entró a la cámara y allí lloró.  Empero se lavó la cara y volvió a salir, se contuvo y dijo ¡servid la comida!” (Bereshit 43: 30-31).
Una y otra vez Iosef trataba de no mostrar sus sentimientos y emociones delante de sus hermanos.  ¿Por qué motivo no lo hacía?  Si se conmovía tanto al verlos, ¿por qué no les reveló su identidad desde el comienzo?  Hay quienes explican que quería probarlos.  Otros, para molestarlos, vengándose por lo que le hicieron tiempo atrás.

También se podría pensar que Iosef no tuvo el coraje de expresar a sus hermanos sus emociones tan encontradas.

Esta situación nos puede hacer pensar en la vida cotidiana.  Cuántas veces nos empeñamos en esconder lo que sentimos, en ocultar nuestras emociones a nosotros mismos y a nuestros seres queridos.

Muchas veces la sociedad intenta transmitirnos que es una muestra de debilidad expresar emociones, que debemos ser racionales, pensantes y no dejarnos llevar por los sentimientos.  Sobre todo a los varones, desde pequeños, se los educa a no llorar y expresar sus sentimientos, a tal punto que se nos hace creer que realmente los hombres no lloran.  Y así surgen generaciones en las que estos reprimen, de muchas maneras, algo que no puede dejar de emerger en sus cuerpos y que se termina expresando de diferentes maneras, como ser en agresividad, enojo, insensibilidad, insomnio, desinterés, estrés, y hasta ciertas patologías y enfermedades.

Como lo postulan diferentes teorías psicológicas, todas esas emociones que ocultamos y reprimimos, de una u otra manera, involuntariamente se nos escapan y las murallas se rompen.

Lo ideal sería lograr lo que finalmente hizo Iosef en esta Parashá: “Elevó su voz en llanto” (Bereshit 45:2) delante de sus hermanos.  Se permitió expresar las fuertes emociones que ocurrían en su interior y, en vez de verse débil y vulnerable, pudo fortalecerse y sentirse más honesto consigo mismo y con sus seres queridos.

Quiera D”s podamos permitirnos llorar y emocionarnos en los diferentes momentos de nuestras vidas, y expresar nuestros sentimientos más auténticos y sinceros a nuestros seres amados.  Podamos aprender y enseñar a nuestros hijos la mejor manera de expresar nuestras emociones y no creer que esto es un signo de debilidad y vulnerabilidad, sino más bien, de mucha fortaleza.

¡Shabat Shalom!

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