Rabino Gustavo Kraselnik
Kol Shearith Israel - Panamá
Behar 5774
Escondido entre las indicaciones propias del Shnat Haiovel (el Año del Jubileo) aparece un concepto que los sabios van a desarrollar de manera muy creativa y que tiene una vigencia notable en nuestros días:
Cuando vendas o compres algo a tu compatriota, no se hagan mal (“Lo Tonú) unos a otros… No se hagan mal (“Lo Tonú”) unos a otros, y teman a su Dios, porque yo soy el Señor, su Dios. (Lv. 25:14 y 17)
La mención de hacerse mal (“Lo Tonú”) en el contexto de la Torá hace referencia a evitar el engaño al comprar un campo y adquirirlo por su precio justo. (En realidad de acuerdo a la ley del jubileo, no se adquiría la propiedad sino el usufructo de la misma, por eso era importante calcular en que momento del ciclo de los 50 años del jubileo se estaba, para adecuar su valor.)
Ya el Midrash (Sifra, Behar, Cap.3) nota que la duplicación del verbo “hacer mal” hace alusión a dos casos diferentes, el primero es el “engaño” en cuestiones económicas (Onaat Mamón), en donde ni el comprador ni el vendedor pueden tomar ventaja en la transacción, mientras que el segundo (aquí la innovación) es el maltrato o el sufrimiento causado por las palabras (Onaat Devarim)
La Mishná (Baba Metzía 4:10) nos permite entender la conexión entre ambos tipos de maltrato a partir de la prohibición de preguntar el precio de un producto si no tenemos interés en comprarlo (un ejemplo de Onaat Devarim en el marco de las relaciones comerciales)
Sin embargo, a continuación, en el mismo pasaje, la Mishná nos da otra muestra de Onaat Devarim donde claramente el concepto es el de maltrato por medio de la palabra y en este caso sin ninguna relación con temas mercantiles:
Si un hombre hizo Teshuvá (arrepentimiento) uno no debe decirle “recuerda tus hechos anteriores”, si es hijo de conversos, no se le dice: “recuerda las acciones de tus padres” porque está escrito: “Al extranjero no maltratarás ni oprimirás, porque extranjeros fuisteis vosotros en la tierra de Egipto.” (Ex. 22:20)
La cita de la Torá que acompaña este pasaje, tomada de Parashat Mishpatim, junto con otras de los profetas (por ejemplo: “Tampoco maltratéis ni hagáis violencia al extranjero, al huérfano o a la viuda.” Jer. 22:3) añade una nueva dimensión al tema: evitar el maltrato, especialmente de los más vulnerables, los más débiles en el escalafón social.
La tradición judía tiene muy presente el poder de nuestras palabras. Este puede ser positivo (el mundo fue creado por medio de la palabra) o puede ser destructivo. De allí proviene la prohibición de la Rejilut (chismerío) del Lashón Hará (hablar mal de alguien) y también de Onaat Devarim, ofender a alguien por medio de nuestras palabras.
Volviendo a los dos tipos de maltrato, los sabios en el Talmud (Bava Metzia 58b) afirman que Onaat Devarim, el maltrato verbal es mucho peor que Onaat Mamón. Rabi Eleazar lo explica diciendo que el maltrato económico afecta solo al dinero de una persona, mientras que el primero la afecta en su totalidad. Yo prefiero la interpretación de Rabi Shmuel ben Najmani para quien el maltrato económico es posible de compensar mientras que el maltrato verbal es irreversible.
Como en aquella conocida historia en la cual el abuelo invitó al nieto a clavar un clavo en la puerta de su habitación cada vez que ofendía a sus amigos, cosa que ocurría con mucha frecuencia.
Al principio clavaba varios clavos por día, hasta que poco a poco fue descubriendo que era más fácil contener el enojo que clavar un clavo. Hasta que llegó el día en que ya no tuvo que clavar más.
Feliz fue a informarle al abuelo de su gran logro, pero este le pidió que ahora quitara un clavo cada vez que se controlara. Rápidamente la puerta comenzó a quedarse sin clavos.
Un día el joven sacó el último clavo, llamó a su abuelo quien le señaló la puerta llena de agujeros y le dijo: querido nieto, has hecho un gran trabajo, pero mira todos esos agujeros en la puerta, nunca volverá a ser la misma.
Shabat Shalom
Gustavo
No hay comentarios:
Publicar un comentario