jueves, 8 de junio de 2017

Behaalotjá 5777

Los Rabinos de la UJCL escriben sobre la Parashá de la semana

Rabino Darío Feiguin
Congregación B´nei Israel, Costa Rica.

Entre el Ser y la Ausencia

¿El vaso está medio lleno o medio vacío?

Muchas veces, ésta es una de las las preguntas más importantes para responder. 

Lo cierto es que en la Vida no existe el todo lleno o el todo vacío. Hasta en lo más bajo de la degradación humana, en Auschwitz, en medio del frío atroz, del hambre desesperante y de la miseria en carne viva, surgieron tremendas expresiones de la grandeza del Alma del Hombre.

Todo depende del cristal con que se mire el vaso.  Todo depende de cómo entendemos e interpretamos la Realidad. 

En la Parashá que leemos esta semana, Parashat Behaalotjá, hay un versículo en el que me quiero detener este Shabat.

Dice la Torá  en Bemidbar 11:6

“Veatá nafshéinu ieveshá, ein kol, biltí el hamán eineinu”.

“Y ahora nuestra alma está seca. No hay nada, salvo ver está Maná”.

De acuerdo al Pshat, la interpretación literal, “Nafshéinu” nuestra alma, debe entenderse  como nuestra garganta. Significa que nuestra garganta está seca de comer siempre Maná.

Pero ya  “Jazal”, nuestros sabios de bendita memoria, entienden este problema desde otra perspectiva. Ellos ven el disconformismo de otra manera:
En el Tamlud, en el tratado de Iomá, Hoja 74, página 3, hay una diferencia de opinión entre Rav Ami y Rav Ashi, sobre de qué se están quejando realmente los hijos de Israel.

Uno dice: “No es lo mismo quien tiene pan en su bolsa que quien no lo tiene”.
¿Qué significa?

Que tenían miedo de que deje de caer Maná. Vivían al día, no tenían cuentas bancarias, ni ahorros de ningun tipo, y temían por lo más básico: su “Parnasá” = su sustento.

El otro dice: “No es lo mismo quien ve y come que quien no ve y come”
¿Qué significa?

Que los hijos de Israel siempre veían lo mismo sobre su mesa, y por eso ya no disfrutaban de la comida.

De acuerdo a esta interpretación, no es el miedo a que falte lo que preocupaba, sino la rutina. No era sólo un tema de satisfacer el hambre, sino de responder al aburrimiento con diversidad. De darle a la vida gris y chata, más color, más movimiento y más interés.

En otras palabras, la Vida no es sólo la ausencia y la falta, o la presencia y la abundancia. Ambas pueden generar miedos. Ambas pueden dejarnos con una sensación de sinsentido.

Como decíamos al principio, depende de cómo veamos el vaso, y con qué cristal.

La Vida es “Iesh” = es ser, es existencia, es presencia, pero es también “´Áin”= es ausencia, es falta, es no ser. Sólo D’s es “Ein Sof”. Solo Él es infinito.

Y esto que parece tan básico y elemental, nos cuesta mucho entender. Tal vez por soberbia, tal vez por esa patológica fantasía de omnipotencia.

La ausencia puede ser entendida como una forma de existencia. Como si fuese una realidad con Vida Propia. O también puede ser entendida, como lo hace la Kabalá, como “heedér”= es decir, como falta de existencia.

En otras palabras, uno puede creer que la oscuridad existe, o puede pensar que la oscuridad es sólo la ausencia de luz.

Lo que uno no debería hacer, es negar que la oscuridad es parte de nuestras Vidas. Como no puede negar que cada uno de nosotros es portador de luces y también de sombras.

Frente a la ausencia y a la presencia rutinarias, solemos tomar posiciones extremas, y creo yo, equivocadas.

Una de ellas es tratar de conquistar y poseer, creyendo que eso es lo que calmará nuestra sed de ser y existir.

Dividimos el Mundo en Winners y Loosers, y luchamos por tener, creyendo que cuanto más tenemos, más ganadores somos, como si la Vida del Hombre fuera medida por cantidad y no por calidad.

Otra elección es la del capricho: Si no es así como yo quiero, entonces que no sea. Tomamos este camino, sin entender que nosotros también estamos perdiéndonos las luces que perforan la oscuridad que criticamos. Por criticar las sombras, nos perdemos las luces.

Otras posiciones extremas son la depresión, el ascetismo, o la voluntaria anulación del Ser; cuando nuestra reacción al sistema perverso es enfermarnos y bajar los brazos, o renunciar a este Mundo y a lo bueno que tiene, sólo porque no podemos combatir el stablishment.

Los hippies, los punks, los rastas, los artistas, principalmente, escritores, pintores, músicos y actores, denunciaron a través de sus movimientos sociales, que hay muchas cosas en nuestra sociedad que no huelen bien.

Y entre ellos, yo ubico a los Profetas bíblicos, a los Tanaím de la Mishná, a los Amoraím del Talmud y los Midrashim, a los filósofos y exégetas medievales, a los kabalistas y jasidim.

Todos ellos y cada uno a su manera, nos enseñan que la Vida es a la vez rutina y sorpresa, es a la vez existencia y ausencia, pero siempre es mucho más que tener. De hecho, venimos y nos vamos de este viaje sin nada.

Todos ellos me enseñaron que no elegimos las reglas de juego, que no controlamos todo, y que podemos, si queremos, recuperar el optimismo que perdieron los hijos de la generación que salió de Mitzráim, pero que no pudo sacarse ni a Mitzráim ni a su estrechez de adentro de si.

Podemos recuperar la esperanza, si aceptamos el Iesh y el Áin. Podemos reactivar la fe, si confrotamos la luz y la oscuridad, aún aquella que habilita dentro de nuestras almas.

Podemos decidir entre la falta y la abundancia, dejar de medir, controlar y hacer números. Podemos intentar ser, amar, crear, creer, vibrar, soñar.

Será ésta dimensión, y no otra, la que nos regale una Vida más sana, con más Significado y más Shalom.

Shabat Shalom!

Rabino Darío Feiguin
B´nei Israel, Costa Rica

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