En enero del año 1980 llegué con mi esposo y nuestra hija menor Annette a Panamá.
En el aeropuerto nos esperaba el señor Walter Watson quien nos llevó inmediatamente al Salón Diplomático y así pasamos la aduana sin formalidades. Saliendo después del aeropuerto nos esperaba Stanley Fidanque, recibiéndonos con estas palabras: "Nosotros quisiéramos que ustedes vivan aquí entre nosotros como nuestra familia."
Nunca voy a olvidar su comprensión, su ayuda incondicional en aquellos momentos trágicos. Me quedé sola, pero ellos no me dejaron caer. Tanto Aunt Bertha (Señora Bertha Fidanque), como la familia Andrés Maduro, Fred y Norma Maduro me ofrecieron su hospitalidad y amistad en estos momentos tan cruciales en mi existencia.
Y por fin, debo a la familia Motta, -a Felipe y a su hermano Alberto toda mi gratitud por haber tratado de salvar la vida a mi esposo en Houston y ayudándonos junto con toda la gran familia KSI de cumplir con esta tarea.
Nunca voy a olvidar su gran simpatía, su generosidad, su humanidad.
De mi parte, decidí quedarme en el seno de esta pequeña pero gran comunidad y servirle con toda mi fuerza hasta el último día de mi existencia.
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