Los Rabinos de la UJCL escriben sobre la parashá de la semana
Rabino Joshua Kullock
Comunidad Hebrea de Guadalajara, México
Comunidad Hebrea de Guadalajara, México
Les escribo estas líneas desde Buenos Aires, ciudad a la que arribamos hace algunos días para visitar a nuestras familias y tomarnos unos días de vacaciones. Sin embargo, les confieso que la temporada comenzó con ciertos altibajos, principalmente porque la maleta con toda la ropa de invierno de nuestras hijas Iara y Abigail por ahora permanece desaparecida y en la compañía de aviación no tienen idea de su paradero. Como podrán imaginar, estas son de las situaciones que a uno lo enojan y lo frustran, sobretodo porque en lo que refiere al equipaje no hay mucho que uno pueda hacer salvo esperar.
En realidad, cada uno de nosotros vive rodeado por situaciones o momentos que nos estresan y nos ponen de mal humor. Nos parece hasta natural caer en la amargura que suele venir asociada al hecho de que las cosas no nos salgan como nosotros queremos. Parecería ser que no hemos venido a este mundo preparados para tolerar la frustración.
Si así nos ocurre con situaciones pequeñas y – al menos miradas con perspectiva – totalmente intrascendentes, imaginemos lo que habrán sentido quienes hace casi 2600 años presenciaron la destrucción del primer Templo de Jerusalem a manos de los babilonios, o lo experimentado por los habitantes de Jerusalem hace casi 2000 años atrás con la destrucción del segundo Templo a manos de los romanos. Pensemos en el sufrimiento de los judíos expulsados de España en 1492, en quienes pasaron por Treblinka o en los muertos en la bomba terrorista de la AMIA, la mutual judía de Buenos Aires. Casi increíblemente, todos estos trágicos incidentes tuvieron lugar alrededor de una misma fecha, la fecha más triste de todo el calendario judío: Tisha beAv.
Independientemente de las casualidades que llevan a que tantas cosas tristes se hayan sucedido en la misma época del año, la tradición judía ha prescripto estas semanas previas a Tisha beAv como tiempo para pensar en aquellas desgracias que nos acompañan y marcan nuestras vidas. Efectivamente, nuestra tradición no niega la existencia de momentos difíciles, sino que nos insiste en la necesidad de aceptar que cada uno de nosotros habrá de pasar por “valles de tinieblas” y que es importante no sólo estar conscientes de ello sino prepararnos para afrontar esos tiempos con la mayor entereza posible. Para ello, entre otras cosas, deberemos poder distinguir entre aquello que verdaderamente es una tragedia, y aquello que no deja de ser más que un mal trago sin mayores consecuencias.
Es en este sentido que nuestros sabios hicieron un gran hincapié en bendecir y agradecer por la posibilidad que se nos da – pero que debemos desarrollar, nutrir y fomentar – de separar. Todas las mañanas bendecimos por la capacidad del gallo de distinguir entre el día y la noche, capacidad que se manifiesta también en nuestro corazón, aprendiendo cotidianamente a diferenciar entre lo bueno y lo malo. De igual manera, al finalizar cada Shabat somos invitados a reconocer la bendición de separar entre la luz y la oscuridad, entre los momentos de alegría y los momentos de decepción. Y así como no podemos esperar (ni creo que sea demasiado sano) que toda nuestra vida sea alegre e intensa sin freno, tampoco podemos ver en toda situación que no se da conforme a nuestros deseos una posibilidad para frustrarnos y enojarnos con el mundo y con quienes nos rodean.
En todo este contexto, tal vez una de las claves que nuestra tradición nos ofrece para vivir vidas más plenas y menos frustradas radique en uno de los versículos de la Haftara que leemos esta semana, Haftara que nuestros sabios eligieron para leer en el Shabat previo a Tisha beAv, y la cual consta de textos y admoniciones realmente duros y desgarradores. En medio de toda esa amonestación profética, Isaías nos cuenta la clave para revertir los momentos más tristes de nuestra historia: “Aprended a hacer el bien; inquirid por la justicia; otorgad rectitud al usurpado; pleitead por la viuda” (Is. 1:17). Cuando pasamos por momentos difíciles, uno de los caminos de salida es ofreciéndonos al otro, evitando encerrarnos en nosotros mismos. Dar cuenta de las carencias ajenas también puede ayudarnos a reconocer nuestras frustraciones como vanas y nimias. Y dedicar nuestra vida a la búsqueda del bien y de la justicia puede ser la fórmula para dar sentido a nuestra existencia, encontrando que nunca es tarde para extender el brazo y asistir a quien más lo necesite. Es sobre estos valores y pilares que se construye el mensaje trascendente de nuestra tradición. No por casualidad sobre estos ejes se tejen las siete semanas posteriores a Tisha beAv, las cuales giran sobre la refundación a partir del consuelo de saber que la vida continua, y que darle entidad depende de la forma en que decidamos encarar cada uno de los días que tenemos sobre la tierra. Es en ese espíritu que encaramos las últimas siete semanas del año, y que poco a poco nos empezamos a preparar para dar inicio a un nuevo año con la llegada de Rosh haShana.
Shabat Shalom uMeboraj!
PD: Finalmente, la maleta apareció sana y salva.
Independientemente de las casualidades que llevan a que tantas cosas tristes se hayan sucedido en la misma época del año, la tradición judía ha prescripto estas semanas previas a Tisha beAv como tiempo para pensar en aquellas desgracias que nos acompañan y marcan nuestras vidas. Efectivamente, nuestra tradición no niega la existencia de momentos difíciles, sino que nos insiste en la necesidad de aceptar que cada uno de nosotros habrá de pasar por “valles de tinieblas” y que es importante no sólo estar conscientes de ello sino prepararnos para afrontar esos tiempos con la mayor entereza posible. Para ello, entre otras cosas, deberemos poder distinguir entre aquello que verdaderamente es una tragedia, y aquello que no deja de ser más que un mal trago sin mayores consecuencias.
Es en este sentido que nuestros sabios hicieron un gran hincapié en bendecir y agradecer por la posibilidad que se nos da – pero que debemos desarrollar, nutrir y fomentar – de separar. Todas las mañanas bendecimos por la capacidad del gallo de distinguir entre el día y la noche, capacidad que se manifiesta también en nuestro corazón, aprendiendo cotidianamente a diferenciar entre lo bueno y lo malo. De igual manera, al finalizar cada Shabat somos invitados a reconocer la bendición de separar entre la luz y la oscuridad, entre los momentos de alegría y los momentos de decepción. Y así como no podemos esperar (ni creo que sea demasiado sano) que toda nuestra vida sea alegre e intensa sin freno, tampoco podemos ver en toda situación que no se da conforme a nuestros deseos una posibilidad para frustrarnos y enojarnos con el mundo y con quienes nos rodean.
En todo este contexto, tal vez una de las claves que nuestra tradición nos ofrece para vivir vidas más plenas y menos frustradas radique en uno de los versículos de la Haftara que leemos esta semana, Haftara que nuestros sabios eligieron para leer en el Shabat previo a Tisha beAv, y la cual consta de textos y admoniciones realmente duros y desgarradores. En medio de toda esa amonestación profética, Isaías nos cuenta la clave para revertir los momentos más tristes de nuestra historia: “Aprended a hacer el bien; inquirid por la justicia; otorgad rectitud al usurpado; pleitead por la viuda” (Is. 1:17). Cuando pasamos por momentos difíciles, uno de los caminos de salida es ofreciéndonos al otro, evitando encerrarnos en nosotros mismos. Dar cuenta de las carencias ajenas también puede ayudarnos a reconocer nuestras frustraciones como vanas y nimias. Y dedicar nuestra vida a la búsqueda del bien y de la justicia puede ser la fórmula para dar sentido a nuestra existencia, encontrando que nunca es tarde para extender el brazo y asistir a quien más lo necesite. Es sobre estos valores y pilares que se construye el mensaje trascendente de nuestra tradición. No por casualidad sobre estos ejes se tejen las siete semanas posteriores a Tisha beAv, las cuales giran sobre la refundación a partir del consuelo de saber que la vida continua, y que darle entidad depende de la forma en que decidamos encarar cada uno de los días que tenemos sobre la tierra. Es en ese espíritu que encaramos las últimas siete semanas del año, y que poco a poco nos empezamos a preparar para dar inicio a un nuevo año con la llegada de Rosh haShana.
Shabat Shalom uMeboraj!
PD: Finalmente, la maleta apareció sana y salva.
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