Los Rabinos de la UJCL escriben sobre la parashá de la semana
Rabino Rami Pavolotzky
Congregación B´nei Israel
San José, Costa Rica
Aprendiendo a escuchar
La parashá de esta semana trae un texto bastante curioso con respecto a la profecía. Dice así:
La parashá de esta semana trae un texto bastante curioso con respecto a la profecía. Dice así:
Cuando se levantare en medio de ti profeta, o soñador de sueños, y te anunciare señal o prodigio, y si se cumpliere la señal o prodigio que él te anunció, diciendo: vamos en pos de dioses ajenos, que no conociste, y sirvámosles; no darás oído a las palabras de tal profeta, ni al tal soñador de sueños; porque Adonai vuestro Dios os está probando, para saber si amáis a Adonai vuestro Dios con todo vuestro corazón, y con toda vuestra alma. En pos de Adonai vuestro Dios andaréis; a él temeréis, guardaréis sus mandamientos y escucharéis su voz, a él serviréis, y a él seguiréis. (Devarim 13:2-5)Este párrafo conlleva varias dificultades teológicas de difícil resolución, como ser el hecho de que un profeta que exhorta a la idolatría sea capaz de realizar milagros, como así también la justificación de que D”s está probando al hombre para saber si lo ama. Ya antiguos midrashim reflejan estas tensiones internas del texto, que siguen siendo motivo de análisis y estudio (ver por ejemplo las diferentes interpretaciones de Rabi Iosi y Rabi Akiva en Sifrei 84,13:3).
Más allá de estas cuestiones, me parece muy interesante detenernos por un momento en el meollo de la cuestión: si hay frente a nosotros un profeta (la Torá no aclara si se esté refiriendo a una “falso profeta” o a un “profeta verdadero”) que nos incita hacia la idolatría, aún cuando ese mensaje venga acompañado de portentos para autenticarlo, debemos rechazarlo. ¿Por qué? Porque nunca un mensaje divino puede ser portador del germen de la idolatría.
De más está decir que recomendar rechazar un portento “real” es de por sí difícil de digerir. Después de todo, D”s mismo le concede a Moshé la capacidad de mostrar un prodigio para que el pueblo creyera que era Su enviado. Como ya dije al principio, este no es un texto simple. Pero si logramos hacer a un lado estas dificultades al menos por un momento, podremos descubrir un mensaje muy importante en este pasaje.
La Torá establece como variable para determinar si se debe rechazar de plano a un profeta, el contenido de su mensaje: si en él se puede distinguir un llamado a la idolatría, el profeta queda descartado. No importan sus cualidades oratorias, su carisma, su reputación, la forma en que actúa ni nada más. Para distinguir a este tipo de ilusorio profeta, todo lo que hace falta es estar alerta, escuchar sabiamente el contenido de su mensaje, y no dejarse engañar por ningún signo exterior. La claridad intelectual de quien recibe el mensaje del mentado profeta, es en definitiva el único mecanismo veraz para distinguir entre quien desea alentarnos a conducirnos por el camino del bien y quien busca otros oscuros propósitos, no siempre visibles a primera vista.
Si bien nuestra tradición (Babli Sanhedrín 11:a) establece que técnicamente la profecía dejó de existir en Israel con los profetas Jagai, Zejaria y Malaji, en el siglo VI a.e.c., no creo que sea una exageración extrapolar estas conclusiones a otro tipo de discursos que escuchamos en nuestros días. En tiempos de asesores de imágenes, de análisis de mercado y palabras que cambian según las encuestas de opinión, la Torá nos recomienda evaluar a nuestros líderes a partir del contenido de su mensaje. Debemos orientarnos hacia quien consideremos que nos lleva por el camino de D”s, el de la honestidad, la sinceridad, la probidad. Nadie más que nosotros mismos puede determinar cuándo un líder es digno de nuestra confianza. Cuando se nos invita a apoyar sin pensar, a ceder nuestra “honestidad intelectual” (como dijera Heschel) en pos de otros objetivos, ni las imágenes ni las bellas palabras deben seducirnos ni nublar nuestra elección.
La Torá nos invita a pensar y estar alertas, a defender nuestra libertad y nuestra capacidad para escuchar con claridad, a evaluar a nuestros interlocutores por lo que dicen, no por lo que representan ni por cómo se visten o qué cargos ostentan. Se dice que “una imagen vale más que mil palabras”, pero también es cierto que un espíritu noble y agudo escucha atentamente las palabras, y no se deja engañar por meras imágenes.
¡Shabat Shalom!
Rabino Rami Pavolotzky
Congregación B´nei Israel
San José, Costa Rica
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