jueves, 12 de abril de 2018

Discurso de Ezequiel Noble- Acto Comunitario de Yom Hashoá Vehagvurá 5778

Hace aproximadamente dos semanas, Wally, me escribió ofreciéndome contar en este acto de Yom Hashoá Vehagvurá sobre mi experiencia en Marcha Por La Vida. Sin dudarlo por un momento dije que sí. ¿Por qué?, Pues comencé a recordar el momento en que el avión que llevaba a mis compañeros y a mí despegó y en cada uno de los detalles de esa experiencia imborrable, las cuales compartiré con ustedes en el día de hoy.

Aunque el avión hacia Polonia despegó el año pasado, mi viaje comenzó hace dos con la preparación en el colegio. Tuvimos la oportunidad de recibir destacadas clases por parte de Yad Vashem, fueron 15 clases donde además de aprender el contexto histórico de lo que ocurrió antes, durante y después de la Shoá, nos ayudó a prepararnos psicológicamente para lo que estábamos a punto de vivir.

El viaje constó de dos partes, de sentimientos completamente diferentes, pero al mismo tiempo muy enlazados.

Primero fue Polonia, durante estos días, solo corrían por mi cuerpo sentimientos de tristeza, rabia y frustración, pero al mismo tiempo quedaba en blanco, como si lo que estuviese pasando en verdad no fuese real, no podía creer que personas simples, como tú, yo o cualquiera pudiesen ser capaces de hacer tal atrocidad. En el momento en el que llegué a Auschwitz quedé perplejo. Caminé por las vías del tren, por donde miles de personas pasaron y vieron luz por última vez, hasta que me topé con un vagón, lo quedé mirando inmóvil, necesitaba tocarlo para saber que era real, pero al mismo tiempo me daba miedo, no quería caer en la realidad de que todo era cierto, una parte de mi pedía que por favor al tocarlo simplemente desapareciera y que todo fuese mentira. Tomé valor y lo toqué, se me erizó la piel, podía sentir a las personas que alguna vez estuvieron ahí, me quedé quieto aproximadamente 5 min sin decir una palabra, no estaba listo para dejar esas personas atrás, esos gritos de auxilio que pedían piedad, sin saber siquiera porque lo pedían. 

Un lugar que realmente me cambió fue el Bosque de Lupujova, sé con certeza que no fue el mismo Ezequiel el que entró que el que salió. Nos adentramos a ese bosque, bosque que fue testigo de la masacre de 3,000 judíos en solo dos días, ninguno de ellos escapó y yacían ahí, en fosas comunes. Sentí en ese momento que el bosque trataba de decirme algo, no se sentía como un bosque común y corriente. Después de permanecer ahí como una media hora, dimos media vuelta y volvimos, volvimos por el camino que ninguna de esas 3,000 almas pudo volver, sentía el viento del bosque diciendo “Gracias”, “Gracias por no olvidarnos”, eran las voces de esas personas, que no querían ser olvidadas, personas con historias que contar que quedaron atrapadas en ese bosque, un bosque hermoso que oculta el terror que allí ocurrió. Esta parte del viaje me ayudó a entender que yo debía transmitir esas historias, que debía hacer lo necesario para que nunca nadie los olvide jamás.

Luego comenzó la parte alegre del viaje, pasamos del frió polaco al calor israelí, fueron necesarios solo 5 minutos para sentirme como en casa. Sabía que estaba en un lugar que me pertenecía, donde podía ser yo libremente. Aquí viví experiencias únicas, desde montar un camello, hasta comerme uno de esos helados que tanto había oído hablar a mis amigos. Los sentimientos que se podían percibir en el ambiente eran de alegría, paz y esperanza. Aquí aprendí mucho sobre sionismo. Me sentía alegre de formar parte de este país y saber que sin importar lo que pasase en el mundo, siempre estaría Israel allí para defenderme. 

Al principio hablé sobre que estas dos etapas del viaje, la de Polonia y la de Israel se enlazaban, y es que yo lo vi como un testimonio, de que, aunque trataron de aniquilarnos y hacernos desaparecer, estamos aquí, más fuertes que nunca.

Este viaje me ayudó a darme cuenta de lo importante que es transmitir todo esto, este es el primer año en el que podré transmitir todo lo aprendido a mis janijim de Noar, este viaje me dio herramientas para poder darles una mejor educación sobre Shoá a nuestros janijim, chicos que en unos años emprenderán este viaje. 

Finalmente quiero agradecer al Congreso Judío Panameño por darme la oportunidad de transmitir mi experiencia de este viaje que siempre recordaré.

Muchas gracias a todos, buenas noches.

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