Cambio de Estación
Por: Rachael Baitel
Nunca pensé en lo diferente que sería estudiar en los EEUU. Todo sería nuevo y desconocido para mí, pero yo estaba lista para el cambio. Estaba preparada para asumir nuevas responsabilidades y ser verdaderamente independiente. Pocas cosas me iban a hacer falta, o eso pensé. Entre ellas estaban mi familia, mis amigos, mi comunidad judía y por supuesto, el clima.
Cuando llegue a Princeton, era pleno verano. Faltaban dos semanas para comenzar las clases. Al principio, me sentí como en casa. El calor diurno, mi “roommate” hispanoparlante, la habilidad de poder Skypear con mi familia y amistades, el CJL (Center for Jewish Life)…
En fin, sentía que estaba de vacaciones en un lugar maravilloso lleno de bellos jardines, edificios y actividades. No sería difícil acostumbrarme a esta nueva vida.
Pero, pasaron las semanas y la temperatura empezó a bajar, las hojas de los árboles se tornaron rojas y amarillas… Fue algo tan hermoso ver el cambio de estación: otoño. Jamás lo había experimentado y me fascinó. De igual forma, me encantaban mis clases. Mis profesores eran literalmente genios y mis nuevas amistades eran fabulosas, mas, no puedo negar que me comenzó a hacer falta Panamá, especialmente en medio de tanto trabajo académico. Estaba tan ocupada que temía perder mi vínculo con Panamá. El número de llamadas por Skype era menos y menos y lastimosamente mis visitas al CJL, también.
Algo que de verdad extrañaba era ese sentimiento de pertenecer a una comunidad. En otras palabras, anhelaba sentirme identificada, no necesariamente como estudiante o amiga, pero como miembro de una sociedad. Divagar por el campus con amigos o tener planes diferentes cada día no era suficiente. Tenía que encontrarle reemplazos a las cenas de Shabat en casa de Tia Lotte, las clases de ballet, etc.
Sin mucha espera, finalmente lo hallé. El Rabino y su esposa me invitaron a cenar para Shabat, y desde entonces no he dejado de ir; me inscribí en clases de ballet; entré a organizaciones extracurriculares y reforcé mis nuevas amistades. También prometí mantener el contacto con Panamá, ya sea a través llamadas telefónicas, el ITON de KSI, la Prensa online, Skype, etc.
Antes del nuevo cambio de estación, la llegada del invierno, ya yo estaba preparada. Sí, es verdad que las diferencias son significantes, más con esfuerzo y una mente abierta no es imposible adaptarse. Una vez lo hice, algo cambio en mí. Ya no comparo todo con mi vida en Panamá. No es necesario encontrarle una versión “Princetoniana” a cada aspecto panameño. Todo es nuevo y diferente, y así debe ser. Finalmente, me gusta mi nueva vida tal y como es y todo gracias al cambio de estación.
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