Rabina Daniela Szuster
Congregación B´nei Israel, Costa Rica
El desafío de poder mediar
En uno de los primeros versículos de la parashá de esta semana dice: “Harán ellos, en Mi nombre, un santuario y Yo residiré entre ellos” (Shemot 25:8). Esta es la primera vez en la Torá en que D”s ordena al pueblo construir un santuario. A lo largo de la parashá, se describen los detalles de cómo tenían que ser los diferentes elementos del Mishkán: la Menorá, la mesa, el altar, etc.
Un Midrash se pregunta acerca de cuál será el objetivo de todos estos elementos, e imagina un diálogo entre el pueblo y D”s:
“Dijo el pueblo a D”s: ‘Soberano del universo, los reyes de los otros pueblos tienen una tienda, una mesa, un candelabro, etc., que son elementos necesarios para un rey. Y Tú que eres nuestro rey, nuestro salvador, nuestro redentor, no tienes todos estos elementos para que Te distingamos como un rey!’
D”s le contestó: ‘Hijos míos, los reyes de carne y hueso requieren de todos estos elementos, pero yo no los necesito. Yo no como, no bebo, no necesito luz.’ D”s termina diciendo: ‘Hagan lo que ustedes deseen, pero háganlo cuando Yo se los ordene”. Según esta historia, D”s prescribe al pueblo construir todos los elementos mencionados porque se dio cuenta de que los seres humanos, acostumbrados a ver a un rey con estos elementos, sentían que los necesitaban.
Lo que me interesa resaltar de este Midrash es que D”s hace una especie de mediación con su pueblo. D”s concede ciertos pedidos del hombre, entre ellos la posibilidad de construir varios elementos que adornen el Mishkán, pero los limita a la orden que Él les da. D”s no necesita ni el Mishkán, ni la mesa, ni el candelabro. Pero el hombre sí, no puede concebir que un rey no requiera de estas cosas.
Esto, de alguna manera nos enseña que si D”s mismo estuvo dispuesto a ceder y conferir ciertas concesiones, también deberíamos hacerlo nosotros, los seres humanos.
Las relaciones humanas son difíciles; cada uno de nosotros tiene un bagaje cultural, emotivo, personal propio, y al encontrarnos con un “otro”, todas nuestras pretensiones de lo que queremos hacer, se tambalean. Nos enfrentamos a un “otro” que no coincide con nosotros en determinados temas, que prefiere resolver situaciones de otra manera, que da prioridad a otras cuestiones y que elige caminos distintos al nuestro.
En diferentes ocasiones, las relaciones interpersonales nos suelen causar dolor y sufrimiento. Sin embargo, lo que nos caracteriza como seres humanos, entre otras cosas, es ser seres sociales, esa enorme necesidad de entablar relaciones y fortalecer vínculos. De todos los seres vivientes del planeta, somos los únicos que no podemos sobrevivir sin un “otro” que nos cuide, proteja, acaricie y se preocupe por nosotros.
Estamos inmersos en esta dialéctica, en que no nos sentimos completos cuando estamos con nuestro prójimo pero tampoco podemos vivir sin él. Frente a esta problemática, el Midrash nos habla del concepto de mediación, del arte de poder encontrar un punto medio en el que usted y yo podamos ceder en algo, y en el que usted y yo podamos beneficiarnos en algo. ¡Qué difícil empresa! Es fácil ganar, pero muy difícil ceder.
Como dicen nuestros sabios y se refleja en los pasos que damos al rezar la Amidá, debemos dar unos pasos para atrás para poder llegar a vivir armónicamente y en paz con nuestro prójimo.
Es nuestro desafío entrenarnos para poder ceder y llegar a acuerdos con nuestros semejantes, en vez de ofendernos y vivir en un eterno conflicto. Y a la vez, sentir que nos enriquecemos en cada relación y en cada encuentro con el otro.
¡Shabat Shalom!
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