Esta semana recibimos solicitudes de dos escuelas que quieren traer a sus alumnos a conocer la sinagoga. Nunca hice la cuenta pero calculo que al año tenemos entre 10 y 12 visitas, a K.S.I., recibiendo a unos 500 estudiantes de colegios públicos y privados, laicos y religiosos, de la capital y del interior del país.
Las visitas duran aproximadamente una hora en donde conversamos sobre la comunidad judía en Panamá, la sinagoga y un poco de los principios básicos de judaísmo. Al final, en el momento de las preguntas, surgen toda clase de inquietudes, generalmente muy interesantes, por parte de los estudiantes.
Estas salidas educativas, que se están volviendo cada vez más frecuentes, son iniciativas de docentes e instituciones que buscan mostrar la diversidad cultural y religiosa que hay en nuestro país. Varias de estas propuestas incluyen visitas a diversos lugares de cultos en una suerte de recorrido que incluye la sinagoga, la mezquita y el templo budista o Bahai.
Para mí, recibir a los estudiantes en K.S.I. es una experiencia muy enriquecedora y una oportunidad muy importante para enseñarles sobre nuestra tradición y contarles quiénes somos y cuál es nuestra cosmovisión.
Más importante aún, la visita les permite a los jóvenes conocer y aprender sobre el judaísmo y los judíos. Para la mayoría es la primera vez que visitan una sinagoga y en muchos casos, el primer contacto con una persona judía. Muchos mitos y prejuicios caen cuando desaparece la ignorancia y se establecen vínculos personales.
Si tenemos la esperanza de construir un mundo mejor, debemos promover el respeto y erradicar toda forma de discriminación. Un primer paso, nada pequeño, consiste en conocernos, compartir nuestras semejanzas y enriquecernos en nuestras diferencias. En ese sentido, estas clases en la sinagoga constituyen un aporte muy valioso en esa dirección.
Quiera Dios que estas visitas se vuelvan más frecuentes aún y tengan un efecto multiplicador en los asistentes. El reconocernos, más allá de todas las diferencias, como parte de la familia humana nos convierte en hermanos y ese espíritu de fraternidad, debe ser el sustento sobre el cual se constituya el entramado social.
Shabat Shalom
Gustavo
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