Rabino Rami Pavolotzky
Congregación B’nei Israel, Costa Rica
Cuando lo que piensan los demás sí nos importa
Esta semana leemos Pekudei, la última parashá del libro de Shemot. En ella se nos detalla meticulosamente la lista del dinero y los bienes donados por el pueblo para la construcción del Mishkán (el Tabernáculo) y de qué manera fueron empleados. Bien podríamos decir que Moshé brinda aquí un informe contable de la edificación del Mishkán.
Tan notable es el hecho de que el gran líder presente un balance tan detallado, que nuestros sabios aprendieron de su ejemplo una halajá (regla) que dice: “a pesar de que no se desconfía de aquellos piadosos que recogen tzedaká, es mejor que ellos mismos tomen la iniciativa y den cuenta de sus recaudaciones y sus gastos” (basado en Shulján Aruj Ioré Deá 257).
¿Ante quién presentó Moshé su balance? ¿Ante Dios? Eso sería muy extraño, ya que Él tenía en Moshé plena confianza, como está escrito: “¡no es así con mi siervo Moshé! En toda mi casa fiel es él” (Bemidvar 12:7). Por lo tanto, debemos entender que el balance fue presentado ante el pueblo. Pero, ¿acaso el pueblo sí dudaba de su líder?
Un Midrash (Ialkut Shimoni Pekudei 415) relata que un grupo de personas con malas intenciones comenzó a poner en tela de juicio la probidad de Moshé. “Ellos miraban por detrás de Moshé y decían – ¡mira su cuello, mira sus muslos… come de los nuestro, bebe de lo nuestro!- Y sus amigos les contestaban - ¿y qué esperabas? Un hombre que fue nombrado responsable de la construcción del Mishkán, sobre las monedas de plata y oro que no tienen límite, ni peso ni cantidad, ¿acaso pensabas que no iba a hacerse rico? – Cuando Moshé escuchó aquellas palabras les dijo – ¡Por sus vidas! Apenas concluya la tarea del Mishkán les rendiré cuentas-. Efectivamente, apenas el Mishkán quedó establecido, dijo Moshé – Ele pekudei hamishkán, “estas son las cuentas del Tabernáculo” (Shemot 38:21, el comienzo de nuestra parashá).
En resumen, la razón por la cual Moshé decidió presentar un balance sobre las donaciones y su posterior empleo en la construcción del Tabernáculo, era la sospecha de ciertas personas malintencionados de que Moshé habría utilizado parte del dinero en su propio beneficio. Moshé no quiso dejar dudas y por eso elaboró su balance y lo presentó.
Sobre este exacto punto, el Rabino Shlomo Aviner, en su libro “Tal Hermón” plantea un interrogante fascinante: “¿desde cuándo una personalidad como Moshé obra a partir del temor a lo que los demás piensen de él? ¿Por qué debería Moshé, un hombre justo y humilde, el más grandioso líder que dio nuestro pueblo, preocuparse de las habladurías que corrían entre la gente? ¿Acaso una persona debe dejarse llevar por el qué dirán?
El Rabino Aviner explica que si bien el hombre debe siempre hacer prevalecer su independencia espiritual para mantener su buen camino, y no preocuparse por lo que los demás dicen sobre él, hay casos en los que uno sí debe estar muy atento a los comentarios que lo circundan. Cuando existe una sospecha sobre un comportamiento indebido que recae sobre un líder religioso, entonces ese líder debe prestar atención a esos comentarios y aclarar las dudas. De no hacerlo, las sospechas que sobre él se ciernen, por más infundadas que éstas fueran, podrían provocar en la gente que lo rodea la sensación de que los valores de la Torá son de poca monta, o de que el judaísmo permite actos poco éticos mientras se mantenga cierta práctica religiosa. Esto es lo que técnicamente se llama jilul shamaim, es decir la profanación del nombre de Dios. Aún cuando un guía espiritual haya actuado correctamente a los ojos de Dios, debe estar seguro de que sus feligreses lo hayan percibido de esa manera, pues de lo contrario perderían su fe en él y posiblemente en la Torá y en Dios mismo. Qué desilusión es mayor que la de encontrar que aquel/aquella que era un ejemplo de vida, no es más que un/a ser corrupto y desleal.
La sociedad en que vivimos suele hacer un culto de aquellos héroes de carne y hueso que siguen sus instintos y sentimientos, más allá de lo que los demás opinen de él. Nadie más admirado que quien rompe las barreras del rumor y la hipocresía social para alcanzar sus objetivos. Quizás el accionar de Moshé al presentar un balance, nos quiera enseñar que este mito moderno debe también tener sus límites. Quien lleva como estandarte la frase “no me importa lo que los demás piensen de mí” puede caer en un gran error, ya que podría estar despreciando el valor de la difusión de la santidad y el espíritu del bien entre la gente común. No alcanza con sostener los más altos ideales, sino que también hace falta que todos comprendan cuáles son esos ideales y cuál es la mejor manera de llevarlos a cabo.
A pesar de lo que digan las películas, el “qué dirán” a veces sí debería importarnos.
Shabat Shalom.
Rabino Rami Pavolotzky
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