jueves, 24 de marzo de 2011

Shabat Pará - Parashat Sheminí 5771

Los Rabinos de la UJCL escriben sobre la parashá de la semana

Rabino Claudio Jodorkovsky
Asociación Israelita Montefiore
Bogotá, Colombia.

A menudo, en mis clases de judaísmo a estudiantes universitarios no judíos, se me pregunta el motivo por el cual nuestro pueblo guarda una dieta alimenticia tan particular: por qué no podemos comer cerdo, por qué sólo determinadas aves, por qué no mariscos, etc., tal como aparece en nuestra parashá. Y cuando les preciso que la Torá no entrega ninguna explicación racional para estas leyes, y que las clasificamos en una categoría de mandamientos para los cuales no hay razonamiento lógico que valga (llamados jukim por nuestros sabios), ellos quedan sumamente sorprendidos. No conciben la posibilidad de que una persona se comporte de determinada manera, sin conocer el sentido o explicación de dicha práctica. Menos aún logran entender cómo un pueblo entero ha mantenido estas costumbres por miles de años.

Cuando llega la pregunta, suelo responderles de la siguiente manera: “Tú ves que yo uso corbata, ¿no? Bien, ahora intenta explicarme por qué la uso”. Por lo general me dicen que se trata de una determinada práctica social, que ha sido identificada con la elegancia o la formalidad. Entonces vuelvo a preguntar: “¿Y cuál es la lógica racional que identifique a la corbata con un ambiente formal?”. Finalmente, todos acordamos que hay costumbres que cumplimos porque sencillamente son la norma aceptada en las sociedades en que vivimos, sin que necesariamente comprendamos su explicación. De la misma forma, podríamos concluir que para el judío que nace en una familia observante de los preceptos, las leyes de la kashrut no necesitan pasar por el juicio de la razón; para ellos es tan natural como peinarse en la mañana o ponerse una corbata. Sin embargo, para el que no creció como parte de una sociedad que haya entregado valor a esa práctica, la pregunta del “¿Por qué es importante?” o “¿Por qué tengo que hacerlo?”, resulta inevitable.

Como padres judíos, nos esforzamos por invertir en la educación de nuestros hijos y tratamos de asegurar que ellos continúen el camino de la tradición. Y para cumplir ese objetivo los enviamos a colegios judíos, escuelas comunitarias, movimientos juveniles y campamentos de vacaciones, donde aprenden nuestras tradiciones milenarias y empiezan a incorporarlas en su vida personal. Pero ¿qué es lo que ocurre muchas veces? Vuelven a nuestras casas después de sus actividades y nos resulta difícil ayudarlos a perseverar en su observancia judía. No conseguimos transformar nuestro hogar en una continuación del colegio, sinagoga o movimiento juvenil, y nos frustramos al no conseguir potenciar su motivación, por ejemplo, para comer kasher, hacer tefilá (rezar) u observar el Shabat. El entusiasmo de un comienzo finalmente se debilita, y empezamos a preguntarnos en qué debemos mejorar.

Pienso que uno de los caminos para comenzar a modificar este problema en la educación judía de nuestros hijos, es tratar de no abordar con ellos la observancia de nuestras tradiciones desde la búsqueda de sentido racional. Quizás lo que nuestros hijos necesitan, como niños o adolescentes, no es que les entreguemos un compendio de explicaciones lógicas acerca de por qué es importante conservar la tradición, sino más bien propiciar, en el marco de nuestro hogar y a través de nuestro ejemplo, el espacio adecuado para que la tradición surja como algo natural y sobreentendido, quizás tan sobreentendido como el uso de una corbata en un ambiente formal. O para ponerlo más sencillo: mientras estemos educando a nuestros hijos, no importa tanto si les damos o no una explicación de por qué hay que hacer las cosas ¡Mucho más importante es que las hagamos con ellos! Si nos ven comer kasher y ellos lo hacen con nosotros, probablemente será lo que ellos hagan en el futuro. Si nos ven hacer tzedaká regularmente, ellos crecerán sintiendo amor y cariño por esa tradición y seguramente jamás se apartarán de ella. De poco sirve en ese momento la explicación: podrá ser un refuerzo al valor que nuestros hijos le den a nuestra tradición, pero no lo que los motive a quererla o respetarla.

El autor del Séfer Hajinuj, un famoso compendio anónimo de los 613 preceptos, publicado en España en el Siglo XIII, escribe en su introducción: Hajarei hamaasim nimshajim halebabot – “Detrás de las acciones son llevados los corazones”. Quiera D-s que podamos incorporar en nuestras vidas las acciones que despierten en nuestros hijos el amor por D-s, la Torá y el pueblo de Israel.

¡Shabat Shalom Umeboráj!

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