jueves, 10 de febrero de 2011

Tetzavé 5771

Tetzavé 5771
Rabino Claudio Jodorkovsky
Asociación Israelita Montefiore
Bogotá, Colombia


Resulta curioso que de todos los símbolos que pueden existir en una sinagoga, hay uno en particular, muy importante, que siempre está presente y del cual, probablemente, desconocemos su significado.


Si estudiamos cómo son las leyes que nuestra tradición estipula para la construcción de una Sinagoga, nos daremos cuenta de que, en realidad, estas leyes son muy escasas y existe una gran flexibilidad a la hora de pensar cómo debe ser una casa de oración para los judíos. Y es por eso que si en sus viajes han aprovechado para hacer un poco de “turismo judío” y han visitado otras sinagogas, seguramente les habrá llamado la atención la poca similitud que existe entre unas y otras: hay sinagogas grandes, otras pequeñas; algunas tienen ventanas y otras no. Y si bien la mayoría está orientada hacia Jerusalem, también hay otras que no lo están y probablemente se trate de espacios que fueron adecuados posteriormente como casas de oración.



Pero junto a esta gran flexibilidad legal acerca de cómo debe ser un Beit Hakneset, la tradición nos enseña que hay dos símbolos que nunca pueden faltar: el primero es la Torá, nuestro libro sagrado y símbolo de la santidad de nuestra tradición e historia. Y, en segundo lugar, el Ner Tamid, la lámpara eterna que se encuentra por sobre el Aron Hakodesh y que nunca debe ser apagada. Como decíamos al comienzo, a pesar de ser un símbolo que siempre está presente en nuestras sinagogas, por lo general desconocemos su significado.


El origen de la tradición del Ner Tamid se encuentra en la Torá, específicamente en Parashat Tetzavé: D-s le ordena a Moshé pedir al pueblo que junten aceite de oliva y enciendan de manera perpetua una lámpara, ubicada por fuera de la carpa central del tabernáculo, en cuyo interior se encontraba el arca con las Tablas de la Ley. Y a partir de ese momento, nuestro pueblo se dedicó a conservar esa costumbre de generación en generación: primero en el tabernáculo, después en el Beit Hamikdash, el Gran Templo de Jerusalem, y por último, luego de la destrucción, en cada una de nuestras sinagogas, desde entonces y hasta el día de hoy.


La Torá no nos explica el significado de esta lámpara eterna; los sabios, sin embargo, se encargaron de atribuirle diversas explicaciones. Para algunos, la luz perpetua representa la presencia permanente de D-s en nuestras vidas. Otros, en base a un conocido versículo de los salmos, relacionan la luz con la importancia del alma de las personas para Dios. Finalmente, algunos la entienden como un recordatorio de nuestros hermanos fallecidos, que son recordados permanentemente en la sinagoga.


Y a partir de estas explicaciones tradicionales quisiera compartir con ustedes una interpretación personal. Si prestamos atención a lo que nos dice la Torá, podemos descubrir un detalle interesante que nos permite encontrar un mensaje adicional sobre esta hermosa costumbre del Ner Tamid: el aceite requerido para su encendido debía ser provisto por todo el pueblo de Israel. D-s le dice a Moshé: “Habrás de ordenar a los hijos de Israel y que traigan aceite de oliva para la Lámpara Eterna” (Éx. 27:20).


A la hora de conseguir el aceite para el Ner Tamid, de pronto hubiese sido más sencillo delegar esa responsabilidad en unas pocas personas, quizás en los más pudientes del pueblo. Pero la Torá es clara en cuanto a esa responsabilidad: el aceite debía ser proporcionado por todo el pueblo.
Creo que la enseñanza es clara: solo cuando todos participamos se puede encender la luz y conseguir que ésta permanezca encendida de manera perpetua. Si el aceite es provisto por algunos y no por todos, la lámpara no se puede encender.


El Ner Tamid pasa a ser entonces un símbolo de la participación comunitaria en torno a objetivos comunes. Si la vemos encendida es una muestra de que todos colaboramos en preservar nuestras sinagogas y la continuidad judía. Es un recordatorio de que, si bien cada uno aporta de acuerdo a sus capacidades y formación personal, la responsabilidad de contribuir es de todos, y nadie puede delegar esa responsabilidad en los demás.


Muchas veces nuestra actitud es la opuesta: descansamos en otras personas y pensamos que son los demás los que deben participar, trabajar y aportar dinero para la preservación de nuestras instituciones. Pero el mensaje de la Torá, y en especial del Ner Tamid, la lámpara eterna que intenta permanecer encendida en nuestras sinagogas, es que la tradición judía solo se mantiene cuando asumimos que si bien existen diferentes formas de participar y contribuir, todas ellas son válidas y necesarias, y lo que nunca podemos hacer es dejar de participar y de dar nuestro aporte.


El Ner Tamid nos llama a ser protagonistas y constructores de la continuidad judía. Nos recuerda que, al ocuparnos de mantener costumbres y tradiciones en nuestros hogares y participar activamente en la vida comunitaria, conseguimos mantener encendida la luz de nuestra hermosa tradición, transmitiéndola a las generaciones venideras.


¡Shabat Shalom Umeboraj!

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