La participación en el 12 Encuentro de dirigentes de instituciones y comunidades judías latinoamericanas y del Caribe que se celebró en Quito, Ecuador del 7 al 10 de noviembre fue, sin exagerar, una experiencia inolvidable y reveladora en varios niveles. Fue la primera vez que participaba en un evento similar y la primera vez que, aparte de mis visitas (esporádicas visitas, diría Gustavo) a KSI durante Yom Kipur o Rosh Hashaná y mi visita a Israel el año pasado, estaba junto a un grupo tan grande de judíos: éramos alrededor de 500 de casi todos los países de Latinoamérica, Estados Unidos e Israel.
Las conferencias fueron en su mayoría sumamente interesantes. Las plenarias en las que todos participábamos, tenían títulos tan variados como:
- Cambios tecnológicos, comunicación y vida comunitaria: una invitación a pensar.
- Vida judía en el siglo XXI. ¿Es posible sostener la identidad en un mundo de cambios constantes? (La respuesta: sí se puede).
- La sociedad israelí en el 2012. Reinventando la justicia social en la turbulencia del medio oriente.
Las sesiones simultáneas de trabajo, en las que nos dividíamos en 6 a 8 grupos, trataban diversos temas como educación, recaudación de fondos, desarrollo comunitario, comunicaciones, programas para adultos mayores y tecnología, entre otros. En estas, representantes de diferentes instituciones y comunidades presentaban sus experiencias y proyectos, y al ser grupos pequeños, permitían la interacción entre los expositores y los participantes.
En mi opinión, un muy importante y crucial componente de estos encuentros es el conocer a judíos de otros lugares y darte cuenta que efectivamente somos miembros de un mismo pueblo que, aunque con múltiples diferencias (culturales, religiosas, ideológicas), compartimos una serie de valores, creencias, prácticas, melodías, antepasados, etc. que te hacen sentir parte de una gran familia. Este muy fuerte sentido de pertenencia fue para mí uno de los más poderosos aprendizajes del encuentro. Además, casi todas las personas que conocí, terminaban conociendo a algún familiar o amistad. Definitivamente vivimos en un mundo pequeño.
Finalmente, el viajar a otro país con un grupo de tu congregación te permite conocerlos mejor, estrechar lazos, profundizar amistades. Eso lo hice, en mayor o menor grado, con Alan, Gabriel, Nurit, Rita, Gina, Itzel, Mani, Yoni, Daniel y Gustavo. Todos son excelentes compañeros de viaje.
¡Hasta el próximo encuentro!
Roberto Maduro
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