jueves, 1 de noviembre de 2012

Vaierá 5773

Los Rabinos de la UJCL escriben sobre la parashá de la semana

Rabino Gustavo Kraselnik
Congregación Kol Shearith Israel

Abraham Avinu. Abraham nuestro patriarca. El fundador del pueblo judío y desde siempre el arquetipo del hombre de fe. Soren Kierkegaard  (Dinamarca, siglo XIX) lo llama “el caballero de la fe”. 

El relato insignia que coloca a Abraham en ese lugar aparece en Parashat Vaierá. Los primeros 19 versículos del capítulo 22 del Génesis nos traen el conocido relato de la Akedá, la atadura de Itzjak. Dios decide probar a Abraham (vs.1) y contradiciendo su promesa  de una gran descendencia, demanda la ofrenda del heredero, aquel quien por su intermedio, haría realidad el cumplimiento del pacto.

Abraham accede a la petición divina. Sin discutir, sin siquiera preguntar y sin entender, el patriarca caminó durante 3 días (lo suficiente para demostrar  que no fue un acto repentino) llevando a su hijo al altar. Así - aparentemente- actúa un hombre de fe.

Cuenta la Torá que justo cuando está a punto de bajar el cuchillo sobre su hijo, un ángel de Dios le detiene la mano. (vs 11) El sacrificio no es necesario, Abraham pasó la prueba.

El final feliz de la historia no acalla las preguntas. A lo sumo les quita dramatismo. Cuesta entender a Dios y su demanda radical; cuesta entender a Itzjak que sabe lo que está pasando y aún así decide participar; cuesta entender a Sará y su sorpresiva ausencia en el momento más importante de la vida de su hijo y de su esposo; y cuesta entender a Abraham (al menos a mi me cuesta) y su obediencia absoluta.

Un conocido Midrash (Bereshit Rabá 56:10) que se acostumbra a citar cuando se lee este pasaje en el segundo día de Rosh Hashaná, justifica la actitud del patriarca afirmando que él sabía que Dios se estaba contradiciendo al pedir la ofrenda de Itzjak por lo que no iba a llegar hasta el final...

Sin embargo en la consciencia colectiva prevaleció la sumisión de Abraham como su gran cualidad, como aquella variable que define la fe más profunda. 

La imagen de Abraham dispuesto a ofrendar su hijo se convirtió durante siglos en el paradigma de fe que además brindó consuelo y contención a aquellas familias que atravesaron la terrible experiencia de ver a sus hijos morir como mártires, santificando el Nombre de Dios, desde la época greco-romana hasta la Shóa pasando por las cruzadas y tantas otras tragedias.

No obstante, y tal como lo señala el rabino David Hartman en su libro “La Tradición interpretativa”,  esta noción de la fe ciega, convive con otra bastante diferente, que también se manifiesta en nuestra parashá. 

El patriarca Abraham discutiendo con Dios para tratar de salvar a los justos de Sodoma y Gomorra refleja una concepción de la fe que se expresa fundamentalmente en la búsqueda de la justicia. (Gen 18:20-33)

Abraham es un hombre de fe con una profunda e intima convicción de justicia que siente precisamente que esa justicia emana de Dios. Sus palabras de reclamo “¿Acaso el juez de toda la tierra no va a obrar con justicia?” (Id. 25) no pretenden ser un desafío intelectual a la integridad divina sino la certeza de que su fe en un Dios que es fuente de justicia, requiere también que ese Dios actúe de manera ecuánime, como requisito indispensable para liderar la construcción de una sociedad justa.

De esta forma, la conciencia religiosa de Abraham que surge de este relato, es decir, la justicia como atributo divino y fuente de inspiración primaria para el accionar de los seres humanos, complementa y desafía,  añade y cuestiona a aquella que idealiza la sumisión de Abraham, dispuesto a inmolar a su hijo.
Ante esta suerte de dicotomía que se nos plantea, podríamos formularnos algunas preguntas sobre nuestro modelo de fe, en especial de cara a los desafíos que nos plantea el siglo XXI. 

¿Será que en nuestra evolución espiritual, es tiempo de movernos más cerca del Abraham que demanda justicia que de aquel que se resigna a ofrendar a su hijo? 

Ante el fortalecimiento del fundamentalismo religioso, ¿la fe ciega de Abraham, fruto de una espiritualidad avanzada, no podrá sacarse de contexto para convertirse en una justificación de las posiciones más radicales? 

Frente al avance del individualismo y la búsqueda de la “salvación” personal, ¿no será que nuestra respuesta como hombres y mujeres de fe se debe manifestar en la aspiración de colocar siempre a la justicia (incluyendo la justicia social) al inicio de nuestra lista de prioridades?

Abraham sigue siendo el prototipo de creyente. Sin embargo, puesto a elegir, sigo sintiéndome incomodo con su participación en la Akedá. Me inspira mucho más cuando se planta y le exige al mismo Dios que sea justo en su proceder.

Ese es Abraham Avinu, nuestro patriarca. Un caballero de la fe que, ante todo, es un paladín de la justicia.

Shabat shalom

Gustavo

1 comentario:

  1. Rabino Gustavo, creo que la respuesta a la 3ra pregunta en el contexto de su mismo planteamiento, de la "Debida Justicia" responde bien para mi a las dos preguntas anteriores. Gracias por estas reflexiones. Shabat Shalom

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